UNAM: LAS CUOTAS NECESARIAS
La propuesta enviada ayer al Consejo Universitario por el rector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro, para actualizar a un nivel razonable las cuotas que la máxima casa de estudios cobra a sus estudiantes, tiene, de manera inevitable, una carga polémica. De inmediato, la Red de Estudiantes Universitarios rechazó la iniciativa, la tachó de contraria al carácter público y gratuito de la educación impartida por el Estado, y la vinculó a un supuesto propósito de ''privatizar la universidad''.
A lo largo de los últimos 12 años, en un entorno social crecientemente lastimado por las emergencias económicas, el asunto de la actualización de las colegiaturas de la UNAM ha acumulado conflictividad y urgencia, y en torno a él se han ido estableciendo conceptos falsos. Es necesario, por ello, recordar algunos elementos de contexto.
Por principio de cuentas, la carencia de recursos de la máxima institución de enseñanza superior del país es una realidad dolorosa y visible, que se acentúa con cada crisis. La ineptitud en el manejo de la economía nacional en los últimos tres lustros ha implicado estancamientos o recortes al presupuesto federal asignado a todas las universidades públicas mexicanas, incluida la UNAM, la cual, por otra parte, debe dar respuesta a una demanda matricular siempre creciente, derivada del crecimiento demográfico, toda vez que, en las últimas dos décadas, no se han creado nuevas instituciones públicas de educación superior.
Por otra parte, es inexacta la impresión generalizada de que el acceso a la Universidad Nacional es ''gratuito'', porque no lo ha sido nunca; ha de tenerse en cuenta que las cuotas universitarias ųpor razones políticas o administrativas que sería largo enumerarų no se actualizaron en el último medio siglo. Tales cuotas, que en los años 50 y 60 representaban una parte significativa de los ingresos de la institución, fueron reducidas al absurdo por las altas tasas inflacionarias de las décadas siguientes.
Con estas consideraciones en mente, es inevitable concluir que, en el actual contexto de astringencia presupuestal, la actualización de las colegiaturas en la UNAM es una medida necesaria y plausible, siempre y cuando no sea nugatoria del derecho a la educación superior de los jóvenes mexicanos. Esta preocupación está plasmada en la propuesta del rector, en la que se señala que las nuevas cuotas ųque no se aplican a quienes ya se encuentran cursando estudiosų no se cobrarán a alumnos de nuevo ingreso cuyas familias tengan un ingreso inferior a cuatro salarios mínimos.
Parece necesario afinar ese mecanismo de exención para aplicarlo a las familias que, aun con ingresos por encima de ese nivel, tengan a dos o más jóvenes inscritos en la UNAM. De otra manera, en época de inscripciones, la mayor parte del presupuesto familiar tendría que destinarse al pago de las cuotas.
Por lo demás, es claro que el aumento de las colegiaturas propuesto por Barnés de Castro, con todo y que es indispensable no resolverá, por sí mismo, las dificultades financieras de nuestra máxima casa de estudios. Por ello, resulta especialmente pertinente el llamado de la Rectoría al gobierno federal y al Congreso de la Unión para que se destinen mayores recursos a la UNAM y, en general, a la educación superior.
Es deseable que la comunidad universitaria tome conciencia de que, tanto el incremento de las cuotas como la respuesta positiva de los poderes federales al exhorto señalado, son necesarios para preservar y mejorar la Universidad Nacional Autónoma de México.