Carlos Marichal
Alianzas de empresas vs. privatizaciones
En las últimas semanas se viene debatiendo el futuro de las privatizaciones en México en el sector energético. El problema es de enorme importancia, pues el país requiere contar con estrategias para el siglo 21 que aseguren la provisión suficiente de energía eléctrica, así como de petróleo y gas para asegurar las demandas de una población creciente. Es bien sabido que desde la crisis de la deuda de los años ochenta no se ha realizado suficiente inversión en estos sectores, ni en nuevas plantas eléctricas ni en refinerías modernas de petróleo ni en petroquímicas. No obstante, como han señalado numerosos técnicos, actualmente no existe una situación de crisis en la generación eléctrica, hecho señalado por Luis Hernández Navarro en extenso artículo en este periódico, el 31 de enero pasado. Más bien hay una necesidad de pensar una estrategia coherente a futuro que evite cuellos de botella insalvables para la economía mexicana.
El gobierno propone que se intente modernizar el sector eléctrico a través de una masiva privatización, por ejemplo de la Comisión Federal de Electricidad. Sin embargo, es sabido que ningún consorcio internacional estaría dispuesto a pagar un precio justo por dicha empresa gigante, ni en términos de valor de capital ya instalado ni de su control de mercado, que es inmenso. Rematar el sector no tiene sentido y, además, es políticamente inviable.
Pero si no se hace nada en los años próximos, el desarrollo económico del país puede quedar comprometido. Por ello sería conveniente que tanto el gobierno como los partidos de oposición comiencen a explorar caminos alternativos antes de entrar en una confrontación que no puede tener un final satisfactorio para nadie. Una posible solución consiste en que la Comisión Federal de Electricidad y Pemex establezcan alianzas en áreas bien delimitadas con empresas particulares con alto nivel tecnológico, pero sin ceder la propiedad de las grandes empresas estatales.
Un ejemplo de una alianza entre empresas de origen mexicano, español y argentino que parece altamente promisorio se observa en la reciente adquisición por Repsol, el gigante petrolero hispano, de la mayor empresa petrolífera argentina, YPF. Resulta que Pemex es uno de los principales accionistas de Repsol, con lo que se abre la posibilidad de una alianza multinacional entre empresas de Latinoamérica y España que permitirá competir con los gigantes del petróleo a nivel internacional como Shell o Exxon.
Hay que tener en cuenta, además, que a nivel internacional ya no se considera que la privatización a secas sea el camino más satisfactorio para promover la inversión en infraestructura en los países en vías de desarrollo por los riesgos que implica para los propios inversores. El sistema que actualmente comienza a utilizarse en gran escala consiste en organizar alianzas entre varios actores para impulsar determinados proyectos: una empresa de ingeniería internacional, una empresa estatal, un fondo de inversiones privados (private equity funds) y una agencia multilateral como el Banco Interamericano de Desarrollo. El riesgo para todos es compartido y, por lo tanto, reducido de manera notable. En una época de cambios políticos tan acentuados como los que experimenta México, el camino adecuado para promover la inversión en infraestructura consiste en formular alianzas entre empresas financieras y productivas, públicas y privadas, nacionales e internacionales para proyectos específicos. El tiempo de las grandes privatizaciones ya ha pasado, pues ningún partido político en el país puede garantizar el control monolítico del gobierno en el nuevo siglo que se aproxima.