Un signo de los tiempos políticos de este fin de siglo mexicano es el surgimiento de nuevos partidos y la multiplicación de las agrupaciones políticas. ¿Se trata de una operación fragmentadora de la representación política o se fortalecerán las posibilidades de hacer alianzas plurales en el país?
Durante muchos años, sobre todo en la época de oro del esquema de partido hegemónico, se estableció un control rígido que cerró la posibilidad de formar nuevos partidos, lo cual se modificó en la década de los años setenta, cuando la reforma política abrió el restringido espectro partidista, que ya era completamente anacrónico, y permitió una primera oleada de nuevos partidos o de viejas organizaciones que estaban en la clandestinidad.
Posteriormente, a finales de los años ochentas, el esfuerzo de la oposición de izquierda fue conjuntar esfuerzos y hacer una organización fuerte, en la cual se fusionaron diversos partidos que dieron origen al PRD. Ahora, en 1999, cuando se acerca la elección más competida de la historia del país por la Presidencia de la República, se experimenta un fenómeno de escisiones y surge una segunda oleada de nuevos partidos y viejas organizaciones que multiplicarán las opciones políticas.
Contrapesos o acomodadizos
Una pregunta es si los nuevos partidos políticos -más que las agrupaciones, que pueden tener un impacto menos directo en el escenario electoral- modificarán sustancialmente el espacio político del año 2000, o simplemente serán pequeños fragmentos que se acomodarán al esquema vigente de tres grandes fuerzas para ser una variable no definitiva.
En los últimos 20 años el espectro de los partidos se ha movido en tres direcciones básicas: se ha dado un ajuste político en los llamados partidos pequeños, de tal forma que varios de ellos han perdido su registro a consecuencia de la reducción de sus votos para mantenerlo. Al mismo tiempo, se ha fortalecido un esquema de tres grandes partidos (PRD, PRI y PAN) y otros dos pequeños que conservan el registro (PT y PVEM).
A pesar de las limitaciones que las reglas electorales imponen para realizar coaliciones electorales, se ha comprobado que el destino de los partidos pequeños es establecer alianzas con los partidos mayores para potenciar sus logros. En un escenario en el que la competitividad seguramente se agudizará, los partidos pequeños sin alianza tenderán a recibir menos votos.
Revisemos el mapa. Hay sobre la mesa del Instituto Federal Electoral (IFE) ocho expedientes de solicitud de registro para nuevos partidos. Según algunos cálculos no muy conservadores, quizá puedan tener registro hasta seis organizaciones, con lo cual subiría a once el espectro partidista del país. Hay que reconocer que en un contexto de alta movilidad política y cambios dentro y fuera de los partidos, como el que se empieza a producir en México, resulta muy explicable tener rupturas y reacomodos que desembocan en nuevas iniciativas de partidos.
Por ejemplo, entre los solicitantes de registro existen dos claras escisiones del PRI. Por una parte Convergencia por la Democracia, que encabeza el ex gobernador de Veracruz Dante Delgado, y por la otra, el Partido de Centro Democrático, que tiene a Manuel Camacho como su principal impulsor. En una cercanía al PRI también se puede ubicar al Frente Liberal Mexicano Siglo XXI, que se integra por un grupo de masones.
Otra vertiente es la de los partidos que se reconvierten después de haber perdido su registro, como es el caso del viejo PARM, que hoy trata de resurgir en dos nuevos partidos, el de Sociedad Nacionalista y el de la Organización Auténtica de la Revolución Mexicana. En el mismo caso se encuentra el PDM, que hoy quiere volver al ring con el nombre de Partido Alianza Social.
Una escisión del PRD es la del esfuerzo de Gilberto Rincón Gallardo, que organiza un partido con la denominación de Democracia Social.
El último de los solicitantes es UNO, Unión Nacional Opositora. Tres de estos partidos tuvieron el registro de agrupaciones políticas en 1997, se trata del Frente Liberal, la Sociedad Nacionalista y Convergencia por la Democracia.
Además de los nuevos partidos, también han solicitado al IFE el registro como agrupaciones un total de 46 organizaciones de todos los colores y sabores políticos: grupos de mujeres, campesinos, indígenas, trabajadores, sinarquistas, jóvenes, etcétera.
Los nuevos partidos, y también los dos pequeños que hoy tienen registro (PT y PVEM), tendrán su prueba de fuego en el año 2000, de tal forma que los que logren saltar ese obstáculo, que en términos de votación representa 2%, podrán pensar en algún tipo de futuro. Sin duda, el camino más exitoso para un partido nuevo y pequeño es buscar una alianza con alguno de los tres grandes partidos, con lo cual podría aspirar a tener un grupo de legisladores y algunas otras posiciones. En el caso contrario, mantenerse aislado y entrar a la cosecha de los votos puede significar un alto riesgo, sobre todo porque los tres partidos grandes se van a jugar casi el todo por el todo para ganar la Presidencia de la República, lo cual significa: estructura territorial, recursos económicos millonarios, acceso a los medios masivos -concretamente radio y televisión-, reconocimiento de los electores, porcentaje alto de voto duro, precandidatos presidenciales en buena posición, y experiencia de gobierno en territorios importantes del país.
Llaneros solitarios o piezas clave
Frente a ese capital político, los nuevos partidos tienen una estructura que apenas han empezado a desarrollar para obtener el registro, la cual estará entre los 100 mil y 200 mil afiliados; tendrán escasos recursos públicos para el año 2000; contarán con una bolsa de 2% de los recursos públicos, la cual será aproximadamente de unos 10 millones de pesos para cada nuevo partido durante el periodo de agosto-diciembre de 1999, y para el 2000 recibirán 58.5 millones, de los cuales podrán destinar la mitad a las campañas. En comparación con el partido con registro que menos recursos recibirá este año, el PT, el cual tendrá una bolsa de casi 93.6 millones de pesos, y se duplicará en año de elecciones, es decir, contará con 215 millones de pesos por concepto de financiamiento público en el año 2000.
El reto para los nuevo partidos será enorme: supongamos un escenario en el cual tenemos una lista de votantes de 55 millones de ciudadanos, y con el calor y competencia de las campañas pensemos en que puede haber 75 por ciento de votación, es decir, 41.2 millones de votos; en este cálculo los partidos necesitan tener al menos 2% para conservar su registro, lo cual representa unos 825 mil sufragios. El salto político significa multiplicar casi por diez veces el número de afiliaciones que se necesitó para obtener el registro.
De igual forma sucederá con el tiempo en medios de comunicación: de todo el tiempo que contrate el IFE para las campañas, los nuevos tendrán sólo 4% de 250 horas de radio, 200 horas de televisión, 120 mil promocionales en radio y 400 en televisión, es decir, que sólo tendrán acceso a una bolsa de diez horas de radio, ocho horas de televisión, 400 promocionales en radio y 16 en televisión, lo cual repartirá de igual forma entre todos los nuevos partidos.
El escenario electoral del 2000 está en proceso de formación. Todavía falta por definirse la mayor parte de la piezas. En esta construcción jugará la variable de los nuevos partidos, los cuales podrán jugar en dos situaciones: en alianza con alguna de la oposiciones grandes, porque a diferencia de otras épocas en las que el PRI formaba coalición con otros partidos (PPS y PARM), en esta ocasión, esa posibilidad queda casi cancelada por el origen de la mayor parte de las nuevas organizaciones. Los dos polos de alianza serán con el PRD y/o con el PAN. La otra alternativa es la vía llanero solitario, en la cual cada uno será una sombra del otro partido con el que rompió, al que tratará de quitarle votos.
De cada una de esta posibilidades se desprende si la consecuencia será de una alta fragmentación del voto, en caso de que no se puedan dar alianzas, o de una amplia coalición. Desafortunadamente, también puede haber consecuencias no deseadas. Así, por ejemplo, una fragmentación, que puede beneficiar al partido más grande (en este caso el PRI), quizá represente un mayor pluralismo, pero no una estrategia más eficiente para ganar el poder; o en el caso contrario, una gran alianza puede mermar quizá el pluralismo en las opciones, pero puede fortalecer una estrategia política exitosa.
El futuro de los nuevos partidos se podrá definir en estos marcos; y sin negar que no todas las posibilidades empiezan y terminan con la próxima sucesión presidencial, tampoco se puede desconocer que es el año 2000 el que anima la efervescencia en el surgimiento de nuevos y viejos actores reconvertidos. Los nuevos partidos serán fuertes en la medida en la que sean necesarios dentro de una gran coalición política para el año 2000.
Los coordinadores y los delegados se plantaron en las puertas de cada centro de trabajo. Daban una explicación rápida. Los telefonistas les tienen confianza, además dependen de ellos para realizar cualquier trámite en el sindicato. Juntaron las firmas en un santiamén. El 31 de enero Francisco Hernández Juárez partió plaza en el Instituto Federal Electoral. Con otros líderes sindicales, presentó 15 mil firmas para solicitar el registro de una nueva agrupación política: 12 mil 500 eran de telefonistas. Esas firmas facultan a los líderes para negociar con los partidos políticos en el proceso electoral del 2000. El año próximo, presumen sus dirigentes, tendrán 100 mil afiliados. Y con esa fuerza negociarán su apoyo a un candidato presidencial.
Mientras, queda en entredicho la solidez de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), creada hace apenas un año, con las banderas de la democracia sindical y la independencia respecto a los partidos.
Corporativismo con matices: SNTSS
En 1996, varios líderes del foro El sindicalismo ante la nación abandonaron el Congreso del Trabajo, cansados -dijeron- de las decisiones cupulares, del agandalle cetemista, de las prácticas corporativas, vamos, de los líderes eternos de la Cúpula-del-Movimiento- Obrero-Organizado.
``Dije `¡basta!', y me levanté de la mesa'', recuerda el médico Antonio Rosado, entonces secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores del Seguro Social (SNTSS).
Más tarde vendrían la ruptura con Elba Esther Gordillo y sus seguidores, y la creación -en medio de grandes promesas de renovación sindical- de la UNT.
La euforia renovadora duró poco.
En el artículo 31 de los estatutos del Movimiento Social de los Trabajadores (MST) -redactado y aprobado por los líderes- se da manga ancha a éstos para pactar con el partido que más les ofrezca y entrar al proceso electoral del 2000:
``...Queda facultado el Consejo Nacional del MST para que, según los acuerdos que en su momento se logren con algún partido político, convoque a los órganos de la agrupación para decidir las modalidades de su participación en las elecciones, conforme al espíritu democrático...''
¿Quiénes lograrán los acuerdos? ¿A cuáles órganos se convocará?
Lo más seguro es que a un pequeño grupo de dirigentes, tan reducido como el que decidió crear la nueva agrupación política... sin consultar a los demás.
``Qué cara puede dar el secretario del SNTSS al participar en un movimiento que le tira a las elecciones del 2000 y que deberá aliarse con un partido político. A eso le llamamos corporativismo, aunque con otros matices'', dice Fernando Rocha, secretario general del SNTSS y líder de 358 mil trabajadores.
El 12 de enero, en el auditorio del sindicato del Seguro Social, Hernández Juárez presentó la nueva agrupación como un hecho, documentos incluidos.
``Nos dijeron que ya estaba conformada y que íbamos por puestos de elección popular'', cuenta Benedicto Martínez, del Frente Auténtico del Trabajo (FAT).
Rocha, por su lado, rechazó que su sindicato pudiera incorporarse, porque sus estatutos establecen la ``libre afiliación partidista'', y entrar al MST implica que todos deberán votar por el partido con el que se pacte una alianza en el 2000.
Para atemperar los ánimos, Hernández Juárez dijo al líder del Seguro Social que el anterior dirigente, Antonio Rosado, estaba al tanto del proyecto.
``En la discusión de la reforma laboral nos dimos cuenta de que requeríamos legisladores, pero nunca tomamos el acuerdo de conformar una asociación, mucho menos un partido. Eso es falso. Formar una agrupación política es crear una especie de neocorporativismo'', suelta Rosado, quien rechazó formar parte de la dirección colegiada del nuevo organismo (una condición es que no sean dirigentes sindicales en activo).
Alguien miente. Porque Francisco Hernández Juárez asegura que sí se discutió y no hubo quien se opusiera: ``En noviembre se planteó y para enero se acordó que las organizaciones interesadas hicieran el trámite ante el IFE. Se aclaró que la afiliación sería individual y que la forma cómo trabajarán el MST y la UNT se discutiría después''.
¿La UNT será una correa de transmisión? ¿El MST será la vanguardia?
En la discusión por venir, dice Hernández Juárez, ``se verá si es totalmente independiente de la UNT, si es brazo político o si es complementaria''.
Nada de esto se discutió en la asamblea de la Unión realizada el pasado miércoles.
Rutas comunes
El autor intelectual de la nueva agrupación es Agustín Rodríguez, dirigente del sindicato de trabajadores de las UNAM y un convencido de que ninguno de los partidos ``representa los intereses de las organizaciones sindicales''.
Rodríguez pertenece a la corriente Roja del STUNAM, que durante más de veinte años encabezó Evaristo Pérez Arreola, hoy diputado local en Coahuila.
Aquí las rutas comunes: Pérez Arreola dejó las filas del sindicalismo para dedicarse a asesor de Carlos Salinas de Gortari, en tanto que Francisco Hernández Juárez fue escogido por el ex presidente para escribir un libro con el balance laboral de su sexenio.
En el sindicato de telefonistas es conocido el antiperredismo de Hernández Juárez quien, por lo demás, es miembro del Consejo Político Nacional del PRI.
Por su parte, Agustín Rodríguez tiene viejas rencillas con militantes del PRD, como la secretaria de Gobierno del DF -Rosario Robles-, y Armando Quintero, líder perredista local, quienes durante años encabezaron la oposición a la corriente Roja en el STUNAM.
El purismo y las garantías
A la nueva agrupación también se sumaron miembros de la Asociación de Sobrecargos de Aviación, de la Alianza de Tranviarios, de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos, de la Confederación de Trabajadores Democráticos y Sindicato de Técnicos y Manuales de Cine.
Es decir, sólo siete de las 200 organizaciones que agrupa la UNT.
Eso sí, presumen los dirigentes, en el MST participan miembros del PRI, PAN y PRD.
La pregunta es: ¿con quién jalarán en el 2000?
``La izquierda tiene que despojarse de ese purismo que no le ha permitido avanzar'', ataja Rodríguez.
-Usted es militante del PRI, ¿quién le garantiza a los miembros del MST que no va a influir para lograr acuerdos con ese partido? -se plantea a Hernández Juárez.
-No lo garantiza nadie. El MST tiene abierta sus opciones y sus alianzas no están determinadas. Esas se harán por consenso.
Neocorporativismo y números
``Esto es ahora el neocorporativismo'', afirma José Othón Quiroz, especialista en asuntos sindicales de la Universidad Autónoma Metropolitana.
``Fue -dice- una decisión de la élite'', que sin embargo podría contribuir a que los grandes partidos replantearan su relación con los trabajadores, a riesgo de perderlos.
La pérdida no sería poca cosa. Para agosto, se ufana Rodríguez , el MST agrupará a 100 mil trabajadores. Con esas fichas jugarán los líderes del ``nuevo sindicalismo'' en el 2000.
¿Hernández Juárez será diputado?
Dice que no. Aunque sus 22 años al frente de su sindicato le han dado la escurridiza sabiduría de otros líderes eternos: ``Para mí es importante estar donde mis compañeros crean que les puedo ser útil''. (Arturo Cano y Jesusa Cervantes)
Algo se cifra en los nombres: Manuel Bartlett o Francisco Labastida.
Si alguno es candidato, ``la alianza opositora es un hecho, porque ellos representan los tiempos que ya nadie quiere volver a vivir'', dice Marcelo Ebrard, inseparable compañero del líder del Partido de Centro Democrático, Manuel Camacho Solís.
Según el ``partido de Camacho'', un frente común de las oposiciones es la única forma de derrotar al PRI. Si el agrupamiento no se logra -sostiene- hay dos riesgos: que el PRI mantenga el poder, y lo que sería peor, que lo consiga con una votación minoritaria.
¿Qué ocurriría si cualquier candidato ganara en el 2000 con un margen apretado?
``Tendríamos un presidente débil, forzado a hacer alianzas parlamentarias que pueden ser muy inestables'', y con muchas dificultades para emprender los programas básicos de su gobierno, indica Ebrard.
Es decir, la ingobernabilidad.
¿La salida? Una alianza con un programa común de gobierno.
Además, con urgencia: es necesario empezar a formar las coaliciones desde este momento, pues de otra manera el próximo año la oposición será pulverizada, dice el ex secretario de Gobierno del DDF.
El PCD aportaría el trabajo de sus 136 mil 42 militantes, distribuidos en 17 entidades del país.
``Vamos a acercar las posiciones entre los partidos'', dice Ebrard, quien asume a su agrupación como una suerte de bisagra electoral. Aunque, claro, si la alianza electoral es endeble, bien podría ser un alfiler.
``Primero México y después los matices'', dice el ex gobernador de Veracruz Dante Delgado Ranauro, partidario de una alianza opositora.
``El gozne está dado, y las fuerzas políticas emergentes tenemos que establecer los acuerdos imprescindibles para orientar esa gran alianza''.
-El acuerdo debe pasar por los votos que cada organización aporte...
-La visión de Estado implica ver más allá de los votos, y en ese sentido los importantes serán no sólo los partidos políticos, sino las fuerzas regionales. Así se llega al poder en otros países.
Convergencia por la Democracia, la fuerza de Dante, concentra su influencia electoral en Veracruz. Y su líder declara en consecuencia: ``Cuando en las regiones se deciden por la ruptura siempre llega el cambio. Ricardo Monreal lo hizo y se evidenció la fragilidad del sistema. Alfonso Sánchez Anaya tomó la determinación de romper y se produjo la transición. Cota lo hizo y es el gobernador de Baja California Sur''.
Las regiones. La apuesta de Dante. Con todo y números: ``Se requieren cinco bloques, cinco alianzas regionales para dar un gran cambio''.
En la cárcel, cuando gobernó Patricio Chirinos, Dante Delgado movió sus piezas y logró que muchos de sus cuadros ganaran importantes municipios de Veracruz, con el registro del PRD. Hace poco, Convergencia se sumó a la campaña del perredista Higinio Martínez en el estado de México.
¿Las regiones?
En su acto de presentación, realizado en Jalapa, Dante Delgado tuvo entre sus invitados de honor a un antiguo operador de Manuel Bartlett: Fernando Elías Calles.
¿Alianza opositora?
``Más que político, se trata de un problema numérico'', sintetiza el senador Alberto Anaya, líder máximo del PT, con el pragmatismo que practicó con éxito en el sexenio de su amigo Carlos Salinas.
El fundador del campamento Tierra y Libertad explica que, como en 1997, el PRI puede volver a ganar. Hace cuentas. El año pasado el PRI obtuvo 39% de la votación, el PAN 27% y el PRD 26%. Si a este último partido se le suman los 15 puntos porcentuales que acumulen los chicos y los emergentes, el resultado sería el triunfo de una coalición opositora.
Ya. La alianza es viable y los candidatos posibles son, según Anaya, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís y Jesús Silva Herzog.
La fórmula de selección sería, dice el senador, una elección primaria, abierta a toda la sociedad.
La aparición de nuevos desprendimientos del PRI (el PCD y Convergencia) y del PRD (el Partido Democracia Social) han puesto en aprietos al Partido del Trabajo, que desde su fundación -en 1992- ha servido de ``cacha disidencias''.
Por si fuera poco, el año pasado sufrió una grave derrota en Durango, que hasta entonces se consideraba su principal bastión.
De ahí en adelante, el PT ha buscado aliarse con el PRD o con otras fuerzas en distintos comicios locales, aunque no siempre lo ha conseguido.
-¿La coalición les servirá para sobrevivir?
-Ya sobrevivimos solos en 1994, y en el 97 alcanzamos 6% de la votación. Es un tema ya superado. Ahora lo más importante es derrotar al PRI -remata el senador Anaya.
Jorge González Torres, fundador y -según sus adversarios- dueño del Partido Verde Ecologista, dice que cualquiera de los candidatos a la Presidencia tendrá que recurrir a él para ganar su entrada a Los Pinos.
González Torres pone precio al 8% de votación que su partido obtuvo en los pasados comicios federales: un compromiso con la plataforma ecologista y dos secretarías de Estado: la de Educación y -obvio- la de Medio Ambiente.
El PVEM, dice su líder, tiene un sobreprecio: ``Vamos a doblar la votación de 1997''.
Y un límite: ``Si Cuauhtémoc Cárdenas es candidato no vamos con el PRD''.
En recientes comicios, el PVEM ha participado en coaliciones con el PRD, el PT y el PAN.
¿Los chiquitos en alianza con los grandes?
``Es como darse en matrimonio sin haber nacido por completo'', argumenta Ricardo Raphael de la Madrid, secretario general del Partido Democracia Social, surgido de una escisión del PRD que encabezó el viejo dirigente comunista Gilberto Rincón Gallardo.
La apuesta del PDS va por el lado de los ciudadanos hartos de los partidos tradicionales. Con ellos y sus organizaciones sería posible una alianza: ``Por ejemplo, tenemos mucho acercamiento con el MST''.
Como una forma de parafrasear a Jesús Reyes Heroles, en el PDS piensan que antes de la coalición deben armarse la agenda nacional y la plataforma del próximo gobierno. En esa ruta, el PDS ha encontrado un terreno fértil en el PAN y el Partido Verde: ``Somos los partidos del siglo XXI, no cabe duda'', dice Ricardo Raphael.
(Arturo Cano y Alberto Nájar)
¿Los partidos pequeños van a inclinar la balanza electoral en el 2000?
No, dice el investigador Juan Reyes del Campillo, de la Universidad Autónoma Metropolitana. Por el contrario, advierte, lo más seguro es que estas organizaciones políticas queden ``aplastadas en un sandwich''.
``Además del Verde y del PT -desmenuza- hay otros ocho que solicitaron su registro y quieren participar en el 2000. Son muchos, y en una elección como esa, donde el que gane se lleva todo, los partidos pequeños van a quedar marginados de la competencia. Es muy probable que su participación sea meramente testimonial''.
Más. Según Reyes del Campillo los electores todavía no aprenden a sustentar el voto que emiten, y por lo mismo ``aunque simpaticen con un determinado partido, si saben que no va a ganar prefieren votar por otro que sí tenga posibilidades de triunfo''.
En la previsión del investigador, los partidos grandes van a convocar más de 90% de los electores, como ha ocurrido en las dos últimas elecciones presidenciales. ``Si ocurre así, los pequeños ya no van a ser necesarios''.
Los nuevos partidos, considera el investigador, ``en realidad a lo que le están tirando es a tener un porcentaje de entre 5 y 6% para tener presencia en el Congreso, y al mismo tiempo poder negociar esos votos''.
¿Hay lugar para otros partidos?
Reyes del Campillo considera que es dudoso que los electores puedan ver, por ejemplo, algo diferente en el PCD de Camacho. ``Hasta ahora distinguen bien al PRI, PAN y PRD, pero, ¿y a los demás?''
¿Habrá o no alianzas electorales?
``Es prematuro hablar de eso'', dice Reyes del Campillo, y aporta un elemento extra: el objetivo del PAN y el PRD es conquistar los votos que se ubican, ideológicamente, en el centro del espectro político. El mismo capital que buscan los emergentes. ``Allí es donde los van a hacer sandwich''. (Alberto Nájar)