La Jornada Semanal, 14 de febrero de 1999
Usted empezó muy joven a trabajar en periodismo, ¿cómo fueron esos inicios?
-Empecé muy joven, a los veinte años, y llevo ya más de treinta en la profesión. Yo trabajaba como mecanógrafa en una empresa y un día envié una carta al diario La Prensa, a un consultorio que dirigía la escritora Carmen Kurtz. La carta trataba sobre las relaciones entre hombres y mujeres en aquel momento y les gustó y me pidieron una serie de seis capítulos sobre aquel tema. Allí estuve de secretaria de redacción y ``chica para todo'', escribiendo una columna diaria durante dos años y medio; después empecé a pasar de un sitio a otro y a hacerme el oficio con la experiencia. Yo vivía en el Barrio Chino, donde no había horizontes, y quería a toda costa salir de allí, conocer otro mundo, abandonar aquel ambiente y aquella miseria, abrirme paso en otra cosa.
-¿Tenía conciencia de joven de esa miseria? ¿Desarrolló una conciencia de clase, de preocupación social?
-Es imposible no tener conciencia de la miseria si se tiene que saltar las escaleras todos los días por encima de los cuerpos de los borrachos que están en el portal o a los que ves vomitando. Pero no con dramatismo. Me he abierto paso sola y me lo he ganado todo sola, muchas veces luchando contra las zancadillas de otros. No tengo estudios, en aquella época, además, estudiar periodismo era una tontería porque se estudiaba el periodismo del régimen. Trabajé en Fotogramas y en varias revistas de moda y tuve la suerte de conocer y relacionarme con intelectuales y gente valiosa y activa, también comprometida políticamente, que me ayudó y de la que aprendí mucho. Lo he aprendido todo en la vida y en la profesión, y en esa época me dejaban libros, nos recomendábamos películas, intercambiábamos opiniones. He sido una francotiradora en todo, una outsider, y en eso también. La mejor escuela era que a mí nadie me regalaba nada, que tenía que ganarme la vida por narices. Conciencia política de algún modo siempre había tenido, rebeldía y, sobre todo, hastío, pero yo no sabía nada, no tenía nada y había ido por la libre, por lo que todo fue a fuerza de contactos y amistades. Desde que aprendí a leer -aprendí a leer en casa-, había querido saber y tenía ansias de cultura, pues saber para mí significaba salir de la miseria.
-Al periodismo actual se le achacan muchos males, ¿puede haber variado el concepto de lo que es periodismo y podría realizar ahora éste una función distinta de la que debería desempeñar?
-En efecto, algo del concepto del periodismo ha cambiado, más en su práctica, por condicionamientos muy complejos, que por una postulación teórica. El periodismo no ensancha ahora por la investigación ni por la opinión, sino por los ingredientes para la publicidad de un ocio y un entretenimiento: los suplementos, esa especie de parques temáticos, los fascículos coleccionables que se regalan, etcétera. Por otra parte, la intromisión del espectáculo en el periodismo hoy es evidente y para demostrarlo sólo hemos de referirnos al despliegue informativo del famoso caso ``Lady Di'', entre otros. Ello lo convierte en otra cosa. El asunto de ``eso no es lo que el público quiere'' se ha dado siempre, pero quizá ahora sea más habitual por la existencia de la competitividad de los medios de comunicación. En cualquier caso, el periodista atendiendo a eso se ve abocado a mentir, pues convierte al público en un cliente y al cliente no le va a gustar que se le diga la verdad, que le rompamos el mito. Por condicionantes de muchos tipos el periodismo ha cambiado, pero es que no podía dejar de cambiar, es algo dinámico.
-¿Sabría definir brevemente el papel del periodista?
-Sí, el periodista es el aguafiestas. Aquel que en la fiesta no pierde la memoria, el que hace de aguafiestas de los otros. A él le callan, o se calla solo. Es preciso tener la voz, además de la memoria. El periodista es el que tiene la sensibilidad de ver.
-En su trabajo periodístico asoma continuamente una toma de partido, un intenso compromiso con todo lo que le rodea que desemboca en crítica social e incluso crítica política, ¿con qué se declararía específicamente comprometida?
-Los pobres están siempre en el mismo bando. Y hay cosas ante las cuales uno no puede permanecer sin decir nada. Mi compromiso está con los oprimidos y con los marginados en cualquier lugar y circunstancia, que, como digo, siempre son los mismos. Fíjese en que cuando hay un terremoto, una catástrofe, los afectados siempre son los más necesitados. Los pobres, en suma, y esta circunstancia no va a cambiar nunca, por lo que el compromiso ha de ser continuo. La instauración del neoliberalismo es lo que ha sustituido las dialécticas y la existencia de la crítica es una necesidad perentoria. Yo odio la beatería, el nacionalcatolicismo o el catolicismo que imperó en España, la hipocresía política internacional, la bondad falsa y las buenas intenciones. Ése es mi compromiso.
-Su estilo, ingenioso pero de profunda ironía y a veces feroz mordacidad, ha hecho pensar a veces si no contiene algo de conciencia de clase, de resentimiento por la vida en la situación difícil de la posguerra y el franquismo.
-Resentimiento, no, porque yo no lo pasé mal en la guerra ni en la posguerra. Se trataría de conciencia de clase, que sería conciencia de inteligencia. En los años setenta y en el posfranquismo existía afortunadamente el humor; había una oleada de humor crítico que se desenvolvía en todas aquellas revistas satíricas. Ahora no existe esto. El humor es muy importante como medio de liberación, es necesario, no ya como arma, sino como punto de escape. Además, incluso en un régimen democrático es un eficaz medio para disentir u opinar, aunque sea ligeramente, en contra. El rencor y el resentimiento me parecen sentimientos muy poco positivos y, por el contrario, creo que hay que comprender a los que nos hicieron daño para llegar a una reconciliación.
-Ha viajado para realizar trabajos periodísticos en muchos países en guerra, ¿qué experiencia se le ha suscitado como reportero de guerra?
-Mi trabajo no ha sido nunca de corresponsal de guerra. He visitado estos países como periodista, pero para observar qué estaba sucediendo allí; cuál era la verdad, humana y política, que allí se estaba dando. Cuando he viajado por otros países no en guerra pero con problemas, como algunos de Latinoamérica o de Centroeuropa, lo he hecho con la misma intención: intentar recoger su realidad profunda. De los lugares que he conocidoÊamo profundamente Sudamérica. En cuanto a los países en guerra ocurre que siempre he tenido un olfato especial -periodístico, sin duda- para anticipar que allí iba a ocurrir algo, como en el caso del Líbano, donde fui antes de que comenzara la guerra. No me impresiona el horror en estos lugares mientras está sucediendo, lloro, sí, pero después, al ver los cuerpos tendidos en las calles. No suelo llorar por pena, sino por ira e indignación, por rabia.
-Aunque suene a tópico, ¿le parece que todavía hoy la mujer escritora se enfrenta a barreras y reticencias en la literatura por su condición de mujer?
-Indudablemente, claro. Yo he encontrado barreras en el periodismo por el hecho de ser mujer. Durante algún tiempo tuve que hacer de todo, redactora, secretaria, chica de los recados, después, algunos compañeros me pusieron también dificultades, que sobrepasé con rabia. En general, parece que la condición de mujer va por delante de las demás. En una ocasión, asistí a un programa en el que se debatía sobre la literatura. Me preguntaron: ``¿Qué siente como mujer al escribir?'' Yo respondí: ``Creía que venía a un programa sobre literatura y veo que vengo a un programa sobre fenómenos. Si acudiera a un coloquio entre escritores no me preguntarían esto. Supongo que aquí no se viene a hablar ni de su eyaculación ni de mis reglas.'' Me niego a tocar el género hombre o mujer en literatura. Como persona, tengo unos referentes para escribir: país, edad, sexo y condición. Pero no antepongo ninguno a los otros, aunque inevitablemente estaré más condicionada por alguno de ellos. En cualquier caso, eso ha de decirlo el lector. Pero es evidente que la literatura no pasa por la condición ni por el sexo. Como escritora estoy todavía por estrenar.
-Algunos escritores consideran que es difícil escribir narrativa cuando se está formado en la escritura del periodismo. ¿Cree que hay una cierta brecha de disposición interna entre lo ágil, actual, un poco en superficie del periodismo y lo concentrado, más profundo y sutil de la escritura de novela?
-En mi caso, la vocación de novelista quedó apartada, o no llegó a surgir, por el periodismo. Creo que son dos medios distintos. El ejercicio del periodismo puede facilitar la escritura, pero es cierto que el escribir -no la escritura- sigue produciendo un miedo reverencial. El escritor tiene vértigo. El escritor, en realidad, es un vampiro. Parte de la observación de un hecho o de un personaje para inventarse una historia. Por eso me gusta el cuento, la ficción. Me gusta inventar porque no tengo por qué saber qué son esos personajes, resulta un divertimento. No he escrito cuentos todavía, pero me gusta el cuento. Creo que, como la poesía, es una compulsión. Para que funcione tiene que escribirse de una tacada, como una explosión, tiene que salir como algo visceral.
-Un calor tan cercano trata de la infancia y la vuelta a la memoria ¿es una obra autobiográfica, un libro de catarsis? ¿A qué atribuiría su gran éxito?
-No, no es en absoluto una obra biográfica, aunque se ha considerado mucho así. En la protagonista, la niña Manuela, hay indudablemente algo de mí, pero hay más de ambientes, de recuerdos generales, de anécdotas. En cuanto al éxito, creo que se debe a que toca un tema que a todos interesa, la infancia, y también el descubrimiento. Todo el mundo tiene descubrimientos comunes qué hacer, sobre sí mismo, sobre su pasado, aquí y en cualquier país del mundo y al hombre le gusta desvelarse y descubrirse a sí mismo en su tiempo anterior. Con Un calor tan cercano perdí el miedo totalmente.
-¿Qué libro prefiere de los que ha escrito?
-El primero, ¡Oh, es él! Trata sobre Julio Iglesias y está escrito con un estilo ligero, frívolo. No es el mejor escrito, desde luego, pero me gusta porque es un libro divertido, gay, salvaje, donde asoma la parte travestona de mí. Considero que en Amor, América utilizo el lenguaje mejor, pero con miedo. Como ya he dicho, en Un calor tan cercano es donde me desprendo del miedo completamente.
-En Un calor tan cercano dice: ``Uno escribe, al menos yo, para dotar de sentido a lo que no lo tuvo, y para inventar lo que a la vida se le olvidó.'' ¿Eso es la literatura?
-Quizá. La literatura, como el periodismo, exige la sensibilidad de ver, pero requiere además otras cosas. Creo que la literatura es el conflicto con el mundo, exterior o interior, y el conflicto de uno con el mundo es una manera de llamar la atención y lanzar la mirada sobre todos los otros conflictos. El nombre del libro que estoy escribiendo es Mujer en guerra; éste si que es una autobiografía. Es el relato de mis treinta y cinco años de periodismo, de su por qué, lo que han significado para mí; de los sitios donde he estado; las gentes que he conocido; lo que opino del periodismo ahora y del periodismo entonces, etcétera. Repito que soy una escritora por estrenar. Pienso ahora dedicarme intensamente a la literatura y este libro, que me ilusiona mucho, significa un reto. Son mis memorias y para mí suponeÊun desafío convertir eso en ficción. El reto es el tratamiento literario de toda esa vida de periodismo, hacerla ficción dejando claro que ello no quiere decir que sea irreal. Hace poco, en la presentación de su último libro, Juan José Millás decía que la segunda vocación, la que se tiene a la media edad, suele ser la que tiene éxito. Parecería que la gente triunfa en su segundaÊprofesión porque con la primera no se atreve, se siente más presionada. Me interesa la literatura; después de ver el mundo como periodista quiero intentar ahora escribir.