Un grupo de posibles teporochos o de víctimas del neoliberalismo fobaproico recibe al público con gritos, insultos y algún comedido empujoncito. Tendidos en los pasillos impiden o dificultan el paso y, poco después, corren frenéticos por todo el teatro, distribuyen octavillas, juegan con enormes globos terráqueos y procuran que los espectadores participen en sus ``nonsenses carrollianos''. Es entonces cuando el público se entera de que los vociferantes empolvados son ilustres parlamentarios empeñados en una serie de enrevesados, ionesquianos diálogos o monólogos. A lo largo de la puesta en escena del director alemán Kresnik (felicitaciones para Conaculta y el INBA por haberlo traído a México y por haber patrocinado sus experimentos que oscilan entre el expresionismo de los veinte, el dadaísmo, los excesos del ``Heliogábalo'' de Artaud, algunos chispazos del teatro del absurdo, fuertes dosis de realismo estremecedor y muchos aspectos originales que son el producto de su estilo personal), los actores cumplen múltiples papeles y se enfrascan en aventuras llenas de sarcasmo y de contenido crítico. Ya los lectores del bazarista metido a cultivador del suspenso y de la prosa efectista se habrán enterado de que estamos hablando de ``La Malinche'', el interesantísimo y bien logrado experimento escénico de Víctor Hugo Rascón Banda y de Kresnik. Algunos censores disfrazados de puristas han hablado del carácter demagógico de la pieza y su puesta en escena. No hay tal, pues se trata de un afortunado ejercicio de crítica sociopolítica que trae un aire fresco y renovador a nuestro adocenado teatro. Estoy seguro de que Dario Fo, los directores de los ``teatros de bolsillo'' de Atenas, los jóvenes teatreros alemanes, catalanes y checos y algunos comediantes del off off Broadway aprobarán este desaforado alegato a favor de los derechos humanos, los derechos de los indígenas y los de todos los ``humillados y ofendidos'' de esta sociedad injusta y salvajemente inequitativa. Hay en ``La Malinche'' algunas burlas a los políticos mexicanos que fueron consideradas como excesivas por algunos críticos solemnes y pusilánimes. Nada son esas burlas frente a los engaños y cuchufletas que los políticos nos asestan cotidianamente. Un sistema que nos insta a alabar el artilugio legaloide que hundiera al pueblo en la pobreza extrema merece algo más que la crítica y la burla desesperada realizada por un grupo de teatreros. En fin, es claro que el teatro honesto y bien hecho ayuda a despertar conciencias y nos conmina a vigilar todos los actos de los poderes. Rascón Banda, Kresnik, el notable conjunto de infatigables actores, tramoyistas y técnicos, nos dieron un gran momento de teatro y, por encima de la catarsis momentánea, contribuyeron al acrecentamiento de esa conciencia crítica que los mexicanos debemos oponer al autoritarismo tramposo y corrupto de la ahora hidra neoliberal. Hace unos días se nos informó que la temporada terminó y que no se hará el viaje a Alemania. Ignoramos las razones de esta cancelación, pero de todas maneras insistimos en nuestras felicitaciones a los organismos patrocinadores. Son fáciles de imaginar las presiones que deben de haber sufrido. En fin... esta bailada ya nadie se la quita al teatro mexicano.
Mucho saben los integrantes del grupo teatral queretano ``La familia'' de viajes por todos los rumbos del país y de las peripecias mil que trae aparejadas el arte de correr la legua, pero el pedir a su público que se desplace con los actores para hacer un recorrido por calles y casonas que culmina en frente del Palacio de los Corregidores de Querétaro, ha sido una novedad que el director del grupo, Luis Rabell, ha instrumentado con buen pulso para el control del viaje teatral. Las Leyendas Queretanas del bueno de don Valentín Frías (estamos en espera del dossier sobre la familia Frías: Heriberto el de Tomochic, José Dolores el poeta y corresponsal en la primera guerra mundial, Valentín y don Hilarión) dieron el material que Luis ha teatralizado. Don Bartolo, sus pactos con el diablo y sus piadosos incestos, la ``Zacatecana'' y su historia de sangre y amores y la prodigiosa monja del Beaterio de Santa Rosa, sor Ana María de San Francisco y Neve con el impenetrable misterio de sus labios lozanos... son algunos de los personajes del recorrido teatral por calles y plazas de la majestuosa Santiago de Querétaro.
HGV
Tristán Lecoq recuerda a su hacedor.. Trilce Editores, cuya colección Tristán Lecoq nació hace dos años con el poemario póstumo. Este jardín es una ruina, de nuestro querido amigo Alvaro Quijano (1955-1994), lo invita a usted, avisado(a) lector(a) de poesía, a la presentación de la nueva edición de La lucha con el ángel (SEP, CREA, 1985), del propio Alvaro. Carlos Mapes anota: ``especie de diario íntimo en clave poética e imaginativa, Alvaro Quijano utiliza metáforas e imágenes con discreción, y las ordena con una aguda conciencia de la estructura lírica completa en la cual se insertan y a la que sirven''. El acto se llevará a cabo el jueves 18, a las 19:30 hrs., en la Casa del Poeta (Alvaro Obregón 73, Col. Roma) y será presentado por Luis Cortés Bargalló, Eduardo Hurtado y Jorge Fernández Granados y una lectura de algunos poemas del libro a cargo de Pablo Mora. Felicidades a Trilce por resucitar a nuestro añorado Alvaro de la mejor manera: a través de sus poemas.
De tipografías novohispanas y otras cosas.. Felicitaciones a nuestro amigo Ricardo Cayuela Gally por la nota aparecida en el número 2 de la revista Letras Libres, a propósito de la tipografía del mensuario, realizada a partir de la original de Enrico Martínez en el siglo XVII. Para complemetar la información, quisiera citar el artículo de Juan Pascoe en nuestro suplemento, titulado ``Las Macintosh y la tipografía primitiva mexicana'', que apareció en el núm 55 de la Nueva poca, el 24 de marzo de 1996, a propósito de la presentación del libro que menciona Ricardo. Por esos tiempos Gonzalo García Barcha desarrollaba lentamente en computadora las familias del tipo, pero tratando de conservar los rasgos de la tipografía primitiva. Recuerdo que teníamos (Juan Villoro, el propio Ricardo, Eduardo Hurtado y este antesalista) la meta de que cuando Gonzalo terminara su minucioso trabajo, incorporaríamos esa tipografía en la hechura de La Jornada Semanal. Nos da gusto, pues, que -aunque por otros medios- este proyecto por fin se haya llevado a cabo, y rematamos con las palabras de Juan Pascoe en el artículo citado: ``La tipografía correcta, según una analogía famosa, asemeja un vaso de vidrio: su trasparencia revela el contenido; la tipografía madura es invisible, carente de notabilidad: `al servicio del texto', reza el lema.''
Quince años sin el Cronopio Mayor.. La Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM y la Dirección de Literatura y Fomento Cultural de Coyoacán convocan a cronopios y famas de esta ciudad al acto ``A quince años de la muerte de Julio Cortázar'', donde se exhibirá la película de Ernesto Rimoch, Conversaciones con Julio. Además, participan en el evento Ignacio Solares, José Gordon, Carlos Martínez Assad y María Eugenia López Brun. La cita es el jueves 18, a las 19 hrs., en la Sala Morelos de la Casa de la Cultura Jesús Reyes Heroles (Francisco Sosa 202, Coyoacán). Para todos aquellos que cavilamos, como el Oliveira de Rayuela, a la orilla de nuestro Sena capitalino, el Canal del Desagüe, buscando sin encontrar a la Maga, y para todas las Magas que se detenían en cada puerta de vecindad buscando encontrar la belleza floreciendo entre la suciedad, vaya esta convocatoria.
La razón es el amor (para bien y para mal, para vender y para ser leído). Editorial Alfaguara invita a su primera presentación de 1999, con el libro Crónicas de un sueño, de la joven escritora cubana Sandra Pérez Lozano, el lunes 15 de febrero, a las 19:30 hrs., en el Museo Sumaya de Plaza Loreto (Altamirano 47, San Angel). Participan con sus comentarios Cristina Pacheco y Marcela Serrano. Asista usted, amoroso(a) lector(a).
CG-T
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Un medallón
Chejov
No había en él nada de la imagen convencional del pintor: bohemio, pobretón, desobligado, resentido frente al burgués que no lo entiende. Rubens fue ante todo un gran señor, muy apreciado en su tiempo, burgués él mismo, diplomático sutil, rico, patriota comprometido, y, más que un born winner, un hijo mimado del destino. Todo le fue dado en grandes dosis: belleza, genio, amor, respeto próximo a la veneración, riqueza material, simpatía y buen trato. Su arte es exaltado, dramático, colmado de brío y colorido. No hay ahí serenidad, sino movimiento, teatro, sensualidad. En una palabra, arte prototípico de la complejidad expresiva del barroco. Vivió en tiempos refinados y, a la vez, brutales, de minucias teológicas y guerras de religión. Su padre, Jan, calvinista, abogado, corregidor de Amberes se exilia en Alemania huyendo de la ocupación católica que encabeza el duque de Alba. En Alemania es asesor jurídico de la esposa de Guillermo de Orange, el Taciturno. Luego se hace su amante. Son descubiertos. Guillermo se divorcia de la desleal y encarcela a Jan Rubens. María Pypelinckx, esposa de Jan, católica, madre de Pedro Pablo, modelo de generosidad, lo perdona y defiende en los tribunales. Y sale libre, pero muere poco después. La viuda regresa con su familia a Amberes donde el joven Rubens inicia su aprendizaje de la pintura. Pedro Pablo aprende la lección: será buen esposo en dos matrimonios dichosos, primero con Isabel Brant (con la que se autorretrata admirablemente), que muere en 1626, y después de la famosa, Elena Fourment (a la que retrata con gran sensualidad envuelta en pieles), con la que casa cuando él tiene 53 años y ella apenas 16, y que le dará cinco hijos y una vida sosegada y feliz. Rubens aprende rápidamente el oficio. Asiste en Amberes a tres talleres, pero pronto la ciudad le queda chica, quiere más, y marcha a Italia, madre de todas las maravillas. Tiene 23 años. Ahí entra de inmediato al servicio de Vincenzo Gonzaga, duque de Mantua. Es ya un joven maestro. Se lo ha ganado: ``pocos pintores tan dotados han trabajado tanto y con tanto método en alcanzar su propia técnica''. Pero está apenas comenzando. Será infatigable. Pronto Gonzaga le encomienda algún delicado asunto diplomático ante la corte de Madrid. Rubens lo cumple a satisfacción y se inicia en la que será su segunda gran pasión: la negociación diplomática. Rubens intentará poner fin a la guerra entre los Países Bajos españoles (católicos) y las Provincias Unidas del Norte (protestantes) que duraba desde 1567. Viajará hasta el agotamiento entre España e Inglaterra en negociaciones secretas. Pese a que logra la firma de algún acuerdo, no logrará la paz, y ese será tormento secreto de sus últimos años. Entretanto, deja Italia y regresa a Amberes, donde casa y se instala hasta su muerte. En la fecundidad asombrosa, la facilidad y rapidez, Rubens semeja a Félix Lope de Vega Carpio (1562-1635), otro maestro del barroco. Rubens era de costumbres muy regulares, de su estudio, sobrepoblado de ayudantes y aprendices, a veces de gran talento como Jordaens o Van Dyck, que ahí trabajaron, salieron cientos de cuadros. A la inmensa producción personal hay que añadir los grabados que de ellos se hacían (muy solicitados en el Nuevo Mundo) y los cuadros que Rubens copió, por gusto o por obligación (copiar cuadros era parte de sus tareas para el duque y él no lo consideraba en ningún sentido ofensa o desdoro). Sólo de Tiziano se sabe que copió 32 cuadros. Fue muy entendido en arte y antigüedades, se sabe, por ejemplo, que hizo grandes esfuerzos por comprar un cuadro del gran Caravaggio, cuando este artista no era todavía comprendido. Era culto y dominaba varias lenguas, entre otras el español y el latín. Cerca de los sesenta años, Rubens enfermó de artritis reumatoide en la mano derecha. En los días de crisis no podía ya sostener el pincel. Renoir, su heredero en tantos sentidos, los dos expresaron como nadie la incomparable belleza y sensualidad de la gordura femenina, por ejemplo, sufrió la misma enfermedad y, al final, se hacía atar el pincel a la mano para poder pintar. Pero en febrero de 1640 las manos del pintor se paralizan completamente, sigue, sin embargo, dictando cartas y recibiendo amigos. El 30 de mayo, al mediodía, muere en brazos de Elena Fourment, su esposa, después de recibir la extremaunción. Más de 500 misas se dijeron por su alma en los Países Bajos.
Lo que de la palabra poética emerge siempre es experiencia. Ese ha sido el problema de toda escritura poética programática, circunscrita a movimientos literarios. El siglo XIX era nítido en sus ejemplos: Rimbaud y la ruptura del mundo, la pérdida de ordenamiento del mundo, la fragmentación perceptiva del mundo: la experiencia poética como refrendo de una existencia desgarrada. Luego, de ahí, la formalización. Sin embargo, no basta enunciar, proyectivamente, como de manifiesto: ``hay que ser absolutamente moderno''. ¿Qué quiere decir eso para la tormenta mental y existencial de Rimbaud? Esencialmente, que hay que ser contradictorio. Sin embargo, Rimbaud no enjuicia a la poesía como proyecto inconsistente. El que lo hace es Mallarmé: Un golpe de dados es el sentido de la caída, la caída en movimiento, el proyecto poético occidental en el momento de la picada, captado en su propio movimiento. Ningún poeta anterior a Mallarmé enfrentó, cara a cara, el problema de la poesía occidental con esa frialdad rítmica de Mallarmé, midiendo los instantes de un derrumbamiento que se produce por excesiva confianza en el lugar de la poesía. Sólo describiendo el movimiento (Un golpe de dados es eso: el movimiento) errático del poema en solitario, desprendido de la poesía, una vaguedad que sólo encuentra terreno en la realización concreta, material, del lenguaje. Pero la conquista del lugar -ese perdido o nunca habido lugar de la poesía- sólo es posible mediante la denuncia de la excesiva confianza en ese sobreentendido de lugar. ¿Cuál es el lugar del dios o de los dioses? Hlderlin lo retrata por lamento y pérdida, por constatación de una ausencia dialógica. En efecto, la poesía no tiene sentido sin dioses. Pero ¿qué son los dioses sino lugar, habilitación o sitio para que exista? Lo importante es que haya la sobrefortuna de lugar, la hiperriqueza de terreno de donde surgirá la abundancia de hablas, las infinitas variantes de los oídos. Por supuesto: aunque el poeta reste, a cada palabra, patrimonio a ese terreno, palmos a esa tierra, surcos que son, en buen latín, versuras. La posibilidad de ese lugar, haciendo tabla rasa con toda posible especulación mítico-simbólica, la encontrará el poeta del siglo XX en la jugada comunitaria del cambio, en la posibilidad cambiante, en el movimiento mismo o en el vértigo del movimiento. Hipotecándolo todo a la generosidad de un modo del hombre en anunciación constante. No hay un modelo humano como no hay un modelo del lugar: existe el intento, el acercamiento. Eliot lo dice: ``Lo que nos es dado es la aproximación''. Pero Eliot lo dice técnicamente. Su fundamento es filosófico. Tiene la seguridad de lo que falta aún cuando lo dice con inequívoca distancia y con una tierna serenidad. El Rilke de Duino finge que no lo sabe. Hace de cuenta -por eso relata- que lo que se ha perdido alguna vez existió con certeza: en las Elegías de Duino se puede oler el rapto territorial aun en el neutral ajetreo de los ángeles que estaban ahí -en las elegías- señalando el límite, el tránsito, el paso de la pasión a la temperatura media, medida, útil. ¿Pero acaso Rilke no sabe que ese lugar, el lugar de la expulsión, nunca existió? Rilke testimonió, con generosidad ejemplar, la ruptura de un vínculo esencial. Transmite ese misterio: el misterio de no ubicar exactamente los términos de la separación. El mantenimiento de ese secreto, de esa no revelación, ya no sería posible en el siglo de la evidencia, el nuestro. En este siglo el lenguaje poético ya no coincide con nada. La literalización de la masacre anula la posibilidad de los nexos referenciales. El lenguaje poético se refrenda a sí mismo como una constancia -en principio ética- de la imposibilidad de referir. La palabra, en efecto, no alcanza. Pero, ¿alguna vez alcanzó la palabra? ¿Alguna vez -hay casos de Epifanía: San Juan, por ejemplo- la palabra se hizo una con el objeto de su perturbación? No, pero existía la hipótesis de lugar, de ese lugar donde la tentativa estaba habilitada, legitimada. La pesadez del poeta del siglo XX parece haber sido la necesidad -la obligación, se diría- de hablar más allá de su propio lenguaje, dando cuenta de que la nueva posibilidad de lugar -el lugar simbólico que intentó hacer coincidir con un lugar real: el lugar de todos, espaciando aún más la imposibilidad- también fue escamoteado.
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