La Jornada Semanal, 14 de febrero de 1999
Brillaba aún el magnífico oropel de las palabras,
Escuchabas las voces,
Brillaba aún el magnífico oropel de aquellas,
No mirarás su iridiscencia áurea, ni escucharás de nuevo
el corcel del
sonido y de la sangre
transformado en vocablo.
Y era su luz de
lumbre
y era estanque:
abrevadero fiel a su misión de
espejo.
la música y su timbre evanescente,
su
turbia dicción de oro.
Escuchabas tu voz en la voz del
espejo;
en su lumbre, la condición del opio maceraba:
tornasol
que del azul al verde
te empañaba los ojos.
las bruñidas
palabras,
las que de allí vinieron hasta el filo de aguja
de lo
real:
su rumor
de oro móvil, aunque vuelvan a ti
el espejo y la lumbre, y te mires
en ellos
y no te reconozcas.