LITORALES

La piel de la piel de la patria

Mar jubilado cielo, mar varado.
Gilberto Owen

Frontera madre donde todo comienza, no la que divide naciones, vidas y corazones como nuestros norte y sur, sino la que une el país a los horizontes abiertos. México encuentra en miles de kilómetros de mares y golfos el abrazo de dos océanos.

Dicen que el mexicano viaja con la Canción mixteca bajo el brazo donde quiera que vaya, no se sabe alejar. Y sin que exista una ``cultura marítima'' entre nosotros, el litoral es presencia continua, recordatorio puntual, hasta aquí podemos llegar. La mejor historia de mar escrita en México se llama Dormir en tierra. ¿Será que con tanto mar que tenemos, no lo necesitamos cruzar?

No pasarán
dice la tierra
perpetuamente a la avidez de las olas

José Emilio Pacheco

Ante el huerto natural de aguas tibias y fauna exquisita, laderas inundadas que bajan a los yacimientos petrolíferos y al origen de la vida, tierra ambigua de pescadores y lancheros, escenario de cara bonita enajenable para el turismo, nuestros litorales son la puta y la virgen, las mejillas que México pone a la bofetada de los huracanes. Costas con un macizo respaldo de sierras, montañas, volcanes. Tierra, ceniza y piedra, lo que se dice tierra. Invencible imán del que uno sólo puede alejarse para regresar.

Ideal de los litorales llenos de faros
¿te salvarás del naufragio?
Carlos Pellicer
Elegía (al Popocatépetl)

Las costas son tierra afuera, donde la gente vive a merced de la arena y las rocas, el sol y las estrellas. Las gentes del litoral se hunden y flotan arando el mar, viven con desnudez la piel de la piel de la patria. Tierra de nadie donde nada dura, nada queda salvo lo que nada y el rodar incesante de las dunas, el andar torcido de los cangrejos, el ir y venir de los vecinos del océano.

Dar la vuelta a México para sacarle su retrato, ver la orilla con los ojos de la brisa y la tormenta tropical.

y el mar pudiera ser el náufrago
José Manuel Pintado

De cara a los mares, con el país en la espalda, un pie dentro del agua y el otro en su territorio de fuera, donde se trabaja a brazo partido y se mece la hamaca. Primer lugar donde aparece el sol, último lugar donde la noche comienza.

De Playa Bagdad, Tamaulipas, a Chetumal esquina con Belice, y de la boca del Suchiate a las playas de Tijuana, se dice fácil, el sur y el norte se funden, el oriente se desorienta, el poniente descansa, y el agua porfía, hambrienta de anclas.

Eniac y Mata, con cámara de plástico, lente panorámico y los pies en la tierra, han dado en asomarse por la orilla a los confines de la desolación, al nacimiento del Gulf stream y las rutas de la nao a Cipango, al Caribe contaminado y sucio alguna vez territorio pirata y cuna de civilizaciones. Donde las redes, las palmas, la marea que nunca se calla, el herrumbre de determinadas máquinas, las huellas y los pies descalzos.

-Y usted, ¿no nada nada?

-Es que no traje traje. Pero traje cámara.