Las estaciones de la vista
Angélica Abelleyra n Blanco y Rojo. Señaladas con pequeños cuadritos, unos blanqueados y otros enrojecidos, haciendo honor a sus apellidos, las frases del poeta Alberto y del pintor Vicente conformaron una larga plática sobre el cubo y la ''maravillosa" esfera, una disertación lúdica en torno de la riqueza táctil de una superficie de pintura y la desaparición de las curvas en los cuadros, que tomaron cuerpo en un libro: Las estaciones de la vista, segundo título que produce Ediciones de Samarcanda con el fin de concebir a la pintura ''como registro de trabajo, de emociones, de recuerdos, de manías y obsesiones".
Con motivo de la muestra Vicente Rojo: una revisión, en el Museo de Arte Moderno de agosto a noviembre de 1996, Vicente Rojo y Alberto Blanco hicieron un recorrido por los 108 cuadros que integraron la retrospectiva y, transcrita aquella verbalización, se sumaron varias reproducciones para confeccionar un volumen de 78 páginas, con un tiraje de mil 80 ejemplares, de los cuales 64 forman parte de una edición especial encuadernada y con un grabado del autor.
A cargo de Juan Luis Bonilla, Irene Artigas y Luis Enríquez, el ejemplar forma parte de la novel Ediciones de Samarcanda que ya cuenta en su haber con una cuidada publicación sobre Gunther Gerzso a partir de conversaciones con José Antonio Aldrete-Haas (1996). Proseguirán un libro en torno de José Luis Cuevas y la traducción de cinco libros sobre pintores extranjeros que Bonilla no especifica, porque aún se encuentran en trámite los derechos para su reproducción.
Un ''proyecto caprichoso" dice el editor y también pintor, para llevar a la página impresa las reflexiones que los pintores hacen de su proceso creativo. Esta vez se trata de las inquietudes y los desasosiegos de Vicente Rojo ante su oficio, de su desapego por el color amarillo, su tenue interés en la figura y su atención en cambio hacia la forma y las texturas. Además, entre Rothko, Torres García, Tápies y Jean Dubuffet, desfila la pasta para sopa que el autor de series como México bajo la lluvia ha insertado en algunos cuadros.
En su viaje visual, el dúo trae a la memoria a Jasper Johns y Antonio Saura; al cono y al acrílico; a la pródiga superficie que otorga el raspado del óleo a cargo de las hojas de afeitar y no están ausentes las cavilaciones de Rojo en torno de las imperfecciones inmersas en el cuadro que siempre le son bienvenidas. Más adelante transita por los Iconos de los años sesenta, las Señales de la década siguiente y llega al Artefacto mediante el cual el diseñador hace un homenaje al libro; prosiguen las Negaciones donde reina la T y hacen presencia después las divertidas Señales en el país de Alicia con las canicas y lápices de colores que nos develan el juego que Rojo nunca abandona. En los años noventa transcurren las Pirámides, los Volcanes y los Escenarios, esta última, de las series recientes cuyo sentido secreto se desplegará en la Galería López Quiroga junto con el libro Las estaciones de la vista en donde leemos una charla deliciosa, con este botón como muestra:
Carajo, Vicente, šqué absurda es la pintura!
šSí, claro! A veces me dan ganas de dejar todo esto y dedicarme a la cría de perros.
Te entiendo perfectamente.
Sí, un criadero de perros y lo demás al diablo.