La Jornada sábado 20 de febrero de 1999

KOSOVO: GUERRA ANUNCIADA

Luego de que ayer los gobiernos de Estados Unidos y Francia reiteraran que no modificarán el plazo, que hoy termina, dado a Yugoslavia para alcanzar un acuerdo de paz para Kosovo, el proceso de negociación que tiene lugar en la localidad francesa de Rambouillet podría terminar de manera violenta.

Tanto el presidente estadunidense, Bill Clinton, como el mandatario francés, Jacques Chirac, señalaron que si el gobierno de Slobodan Milosevic no acepta el despliegue de una fuerza militar multilateral en Kosovo, la OTAN podría lanzar una oleada de ataques en contra de posiciones yugoslavas. La advertencia estadunidense ha suscitado el rechazo de Rusia, que se opone a cualquier agresión contra Belgrado pero no ha clarificado qué haría en caso de un ataque de la alianza atlántica.

Como se recordará, Kosovo región considerada por los serbios como cuna de su nacionalidad fue durante decenios una región autónoma de Yugoslavia y su población, de origen mayoritariamente albanés, convivió con la importante minoría serbia sin intentar unirse con la atrasada Albania, en la que el gobierno, además, respondía a clanes diferentes que hablaban dialectos distintos al que predomina en las regiones de Kosovo y Metohija.

Pero ante las presiones independentistas que condujeron al desmembramiento de la Federación Yugoslava, Milosevic encontró oportuno negar la autonomía a Kosovo y montar aventureramente el caballo de guerra del chovinismo y la xenofobia para mantener el poder en Belgrado, aliándose con los ultranacionalistas partidarios de la Gran Serbia. Así, la coexistencia entre las diversas etnias y religiones de esa extinta nación balcánica naufragó en las matanzas de la limpieza étnica emprendidas tanto por grupos de serbios como de croatas y bosnio-musulmanes.

En los últimos meses, ante la creciente actividad militar del Ejército de Liberación de Kosovo (ELK) organización que pasó en poco tiempo de ser un actor secundario a uno de los protagonistas del conflicto y es considerada terrorista por Belgrado el gobierno de Milosevic optó por la brutalidad represiva. De este modo, los kosovares que se inclinaban por recobrar la autonomía dentro de Yugoslavia como un primer paso en un camino pacífico y negociado hacia una futura independencia dentro de una federación, quedaron atrapados entre la actividad armada del ELK y la represión desatada por las autoridades serbias.

Ahora, ante el rechazo de Milosevic a aceptar el despliegue de una fuerza multilateral en Kosovo, las potencias occidentales, empujadas por Estados Unidos, parecen no tener otra respuesta que la intervención militar, circunstancia que, ante la capacidad militar de Yugoslavia y los odios desatados en la región de Kosovo, podría conducir, antes que a la pacificación, a un agravamiento de la violencia, de la xenofobia y de los nacionalismos extremos.

Dado que Washington, pese a la oposición de Moscú, no aceptará nada que no sea el retiro incondicional de las tropas serbias y el despliegue de una fuerza multilateral en Kosovo, tal parece que sólo la claudicación de Milosevic impedirá el inicio de una guerra largamente anunciada. Con todo, si se considera que las propuestas de paz formuladas en Rambouilett resultan inaceptables tanto para los serbios como para los kosovares ambas partes consideran que cederían demasiado a la otra y que ninguna de las potencias que participan en las negociaciones ha condenado la negativa del ELK a dejar las armas, el posible ataque contra Yugoslavia podría convertirse en un conflicto largo y desgastante y sólo ser una nueva causa de sufrimientos para serbios y kosovares por igual.