PRIVATIZACIONES QUE HACEN REFLEXIONAR
Como un ejemplo real de los efectos negativos de las privatizaciones en el sector de la energía eléctrica, se encuentra la situación que actualmente prevalece en el cono sur de nuestro continente.
En efecto, Buenos Aires, la populosa y extensa capital argentina, padece desde hace cinco días enormes apagones. Como consecuencia de los mismos, proliferan diariamente las barricadas incendiadas en el centro, los intentos de quemar la sede de la compañía eléctrica, las protestas de diputados, tanto opositores como oficialistas, contra la empresa (Sedesur) y la propuesta de quitarle a ésta su concesión. En lo que toca al gobierno, se dice que podría exigir la entrega de 800 dólares a cada usuario y 5 mil a cada comercio por concepto de indemnización.
La privatización de la empresa eléctrica argentina ųque no había sufrido problemas tan grandes cuando era un consorcio estatalų condujo al aumento de las tarifas, a la reducción de las inversiones productivas y al empeoramiento de los servicios hasta llegar al caos total cuando una mayor utilización de refrigeradores, enfriadores de agua y sistemas de aire acondicionado motivada por el calor del verano austral, entre otros factores, hizo crecer el consumo eléctrico en Buenos Aires. Para colmo, voceros de la empresa privatizada declararon no saber qué pasó, ni por qué se produjeron los apagones, ni cuándo podrá restablecerse el servicio.
Pero no todo se circunscribe a Argentina. En Santiago, por primera vez en la historia de la capital chilena la compañía eléctrica privada ha programado cortes del suministro de electricidad para 1999 por insuficiencias en la generación.
La explicación es muy simple: como en Argentina, los empresarios del sector eléctrico chileno se dedicaron a aumentar las tarifas y a explotar lo instalado, sin invertir en infraestructura.
Y si los casos de dos naciones latinoamericanas no fuesen suficientes, cabe citar lo sucedido en la ciudad de Auckland, Nueva Zelanda. La privatización del sector eléctrico en esa nación hizo posible que la empresa optara por reducir su personal a la mitad ųpara cortar costos y aumentar las gananciasų, a fin de entregar a subcontratistas el mantenimiento de los cables de transmisión.
El resultado fue impresionante: durante cinco semanas se suspendió de manera total el suministro eléctrico y 60 mil de las 74 mil personas que trabajaban en las 8 mil 500 empresas de la ciudad tuvieron que laborar fuera del distrito durante casi un mes y medio.
Los acontecimientos de Argentina, Chile y Nueva Zelanda deberían, en México, suscitar la reflexión sobre las consecuencias y los posibles efectos indeseables que podría tener la privatización del sector eléctrico nacional, ya que representan tres muestras concretas de los elevados riesgos que se corren si se entrega el control del mercado de la electricidad a los capitales privados.