La Jornada Semanal, 21 de febrero de 1999
Dicen quienes saben -magister dixit-, y quiero referirmeÊconcretamente a Eduardo Loureno, que Fernando Pessoa es indudablemente el más grande poeta habido en Portugal -y para este siglo en todas las lenguas- pero no tiene las condiciones y cualidades que representan lo portugués. Así que nunca será el mejor poeta portugués en época alguna, aunque pudiera ser mejor aún que Cames en todos los tiempos, como él se sintió.
Explicado así, detenida y claramente por el maestro de Niza, empezaremos a entender su afirmación de que José Régio tiene la conformación emotiva nacional, defectos y atributos, debilidades y fuerzas, aspiraciones, caídas y elevaciones portuguesas para sí serlo, además de ser uno de los más grandes divulgadores e impulsores del conocimiento de Fernando Pessoa a través de su revista Presena.
Seguramente en otra ocasión podremos hacer de Régio una antología semejante a la que hoy intentamos de Pessoa y apreciaremos su hondura definitoria, pero menor en calidad a la del ``indisciplinador de almas'', sin que esto lo reduzca en nada. Pero basta de Régio.
Su vida señalará trazos novelescos con enormes posibilidades y en todos los tonos teatrales. l mismo le llamaba al conjunto de su obra poética o la de sus heterónimos drama em gente, que también puede y debe entenderse como ``drama entre nosotros'' es decir, entre el autor y el lector.
Ciertamente la obra personal firmada por Fernando Pessoa, u ortónima, muchas veces llega a repetirse en alguno o más de sus heterónimos, sean estos muy importantes o de secundaria categoría. Más adelante podremos encontrar conceptos enteros o versos bajo un ``nombre'', que vienen y van con igual u opuesto significado en obras de nombres aparentemente distintos.
¿A qué se debe este rejuego entre el poeta original y sus otros nombres?
Seguramente a que la esquizofrenia y su detentor llevan una relación muy bien definida de amo y esclavo. Y aunque Fernando Pessoa se quedara completamente solo, antes de cumplir su primer lustro ya el genio y la inteligencia superior del lusitano se imponían sobre cualquier posible desviación. Recuérdase así que no haya un solo ejemplo de aquello pergueñado por el tal chevalier de pas corresponsal de este niño solitario a los siete años.
La vida anímica de Fernando Pessoa transcurrirá hasta su muerte envuelta en un gran amor por los niños. ¿Cómo es posible que uno de los mayores nihilistas que haya dado la poesía en todos los tiempos se encontrara tan cerca de la ternura infantil? La respuesta puede parecer obvia, pero los criterios más justos y desconsiderados son siempre los de los niños, porque son puros. También, y principalmente, en los que él llama Poemas Piales, de los que tendremos más adelante un ejemplo.
A partir de la existencia de Fernando Pessoa se acostumbra decir que ``los poetas no tienen biografía, tienen obra'', presunción que con todo lo que tenga de positivo no siempre corresponde a los hechos. Después de todo, un sencillo cambio de miradas decidió el amor entre Beatrice y Dante, en tanto que algunos grandes cataclismos en la vida de los maestros les resultaron indiferentes.
Bueno es reconsiderar o repasar algunos de los incidentes que pudieron dislocar los destinos de poetas como Fernando Pessoa. Si estos marcaron para bien o para mal su obra, es del conocimiento profundo del autor hacia el exterior el conocimiento de su obra donde quedara su huella. En varias ocasiones el poeta parece dejarse guiar por su fado o, simplemente, escudarse en él para desparramar la acidez de su humor o la ligereza de su espíritu.
En Fernando Pessoa y su obra, o la de sus otros nombres, estos planteamientos tendrán que hacerse de aquí en adelante, para de aquí hacia atrás, ya que la referencia influyente se considera siempre plana y directa, o sea a la vista del más simple lector que, si es lector de poesía, no puede ser simple.
Fernando Pessoa, hijo del crítico musical de religión judía Joaquím de Seabra Pessoa y de Enriqueta Madalena Pinheiro Nogueira, nace el 13 de junio de 1888 en el cuarto piso, lado izquierdo del paseo de San Carlos a las tres de la tarde y muere el 30 de noviembre de 1935 en el hospital de San Luis a consecuencia de un paro hepático.
Su legitimidad como heredero de un gran melómano (Joaquím era crítico musical de un diario lisboeta), y la ubicación de su hogar, a espaldas del teatro de la ópera, tendrán un especial significado en el devenir de su vida y de su obra, ya que ésta, de cualquier manera, siempre estuvo ligada a la música y a sus intérpretes, principalmente aquella firmada por Fernando Pessoa, de la cual encontraremos grandes y magistrales ejemplos más adelante.
Fernando Pessoa hizo pocos estudios formales, quizás hasta lo que en el actualidad consideramos estudios secundarios. Pero en el desarrollo de todos ellos tuvo muchísimo éxito, consiguiendo reconocimientos y premios oficiales. Hubo uno muy notorio, que obtuvo en Durban, Sudáfrica, a donde se había trasladado en compañía de su madre y su padrastro, quien iba como cónsul de Portugal. Tendría cerca de diez años cuando acompañaba a su familia a esta región, para regresar de ahí casi a los veinte años.
Queda constancia de que su primer poema es una especie de declaración de amor a su madre, muy sencilla.
Durante sus estudios realizados en Durban obtuvo el Premio Reina Victoria, que consistía fundamentalmente en una selección de obras muy bien hecha en lengua inglesa, idioma que Fernando Pessoa dominaba.
De alguna manera, el bilingüismo de Fernando Pessoa desde temprana edad lo marcará definitivamente, destino que lejos de parecernos extraño, resulta común, tratándose de un judío (cuando menos por línea paterna).
Entiéndase por ``poesía'' (poiesis) la creación de un ``lenguaje'' lírico personal que el nuevo poeta crea a partir de sí mismo y que modifica los anteriores, en este caso extremo sin permitir ser ignorado en lo más mínimo por nadie. Si Rimbaud en el siglo pasado fue el vate que le dio un giro de 90 grados a la poesía, quienes venimos después de él ya no podemos entender lo que este género lírico significaba antes de su aparición. Fernando Pessoa abre todo un mundo de vastas posibilidades que habrán de aprovecharse a partir de él. Ciertamente, dichas posibilidades no son solamente de estilo o lenguaje, sino concretamente de actitud ante la vida, ya sea de moral, ética, entendimiento humano; lo que quiere decir una posición y posibilidades humanas que nos enfrentan y permiten un mundo radicalmente afectado no sólo en la poesía sino en sus tonos más generales y básicos.
De ninguna manera biografía alguna sobre un poeta llega a iluminar lo revolucionario suyo, así que esto último muchas veces sólo se distingue en su poética y en las posiciones de sus seguidores, estas casi siempre sustentadas en la obra del magister.
Si bien hay que leer con mucho cuidado las entrelíneas de Fernando Pessoa, también es cierto que la lectura directa de esa obra señala con verdaderos relámpagos o tormentas de luz la consistencia humana no sólo alcanzada por el autor, sino que la recomienda a la humanidad futura, posterior a él.
Principalmente los poemas firmados por el ingeniero náutico de origen judío Alvaro de Campos resultan los más significativos en estas áreas. Por ejemplo ``Poema en línea recta'', Los dos ``Lisbon Revisited'', ``Aplazamiento'', y otros de larga extensión como ``El paso de las horas'' y la ``Oda marítima''.
Vista desde arriba, toda la obra heteronímica u ortónima está integrada en un solo eje que, en otro caso, llamaríamos personalidad. El propio Pessoa así trabaja, y demuestra que las diferencias le son superficiales, dado que versos completos los integra algunas veces bajo su propio nombre, en otras ocasiones a un heterónimo aparentemente opuesto.
Las comparaciones que podemos hacer con esta referencia podrían significar una visión diferente en el orden y entendimiento del pessoismo. Un prólogo es un espacio muy reducido que nos descalifica para hacer tal señalamiento.
De cualquier manera, es necesario indicar la dirección única de la lírica del maestro lisboeta. Más aún cuando las fijaciones y las direcciones varias van a nacer de los accidentes vitales. El regreso de Sudáfrica hacia Lisboa indicará muy marcadamente un viraje en la posición vital y escritural de Pessoa. Su anglicismo, que en Pretoria parecería hacerla cambiar radicalmente, a través del Atlántico y en territorio lusitano le devuelve un amor patrio, que con la lengua se integra completamente. Después de pisar los muelles de Lisboa, nuestro poeta buscará modelos a seguir de su idioma familiar. Poetas portugueses como Almeida Garret y prosistas del nivel del Padre Antonio Vieira signarán su producción.
Y accidentes como la historia de Portugal y los de su propia existencia, sin modificar su obra, le darán una pequeña variante a su lírica. Al concursar por un premio, interesado principalmente en la cantidad de dinero que este significa, Pessoa no se desvirtúa pero si toma otra cara, al adquirir políticamente un compromiso para con la suerte de Portugal, define su deslindado interés internacional.
Las relaciones distantes con su familia pueden haberle llevado por otros caminos que los originales, y de alguna manera sus gustos etílicos inclinarle por cierto humor no siempre negro en lo referente a su nacionalidad, si bien no exageradamente pero si haber quintaesenciado su concepción de lo portugués, y hasta hacerle guiñarnos el ojo, para poder continuar lejos de la solemnidad con su internamiento en la búsqueda del Quinto Imperio y el reencuentro con el sebastianismo.
Sea como sea, su noviazgo con Ofelia de Queiroz y su identificación con los niños parecen hacer una crítica general de toda su lírica. La correspondencia con Ofelia corrige algunos grados del espíritu que podemos entender y sentir en las epístolas con Mario de Sá Carneiro, Adolfo Casais Monteiro, Joao Gaspar Simes y otros contemporáneos y amigos suyos.
Los escándalos provocados por su encuentro con Aleister Crowley (la bestia 666), satanista escocés, el ultimátum firmado por Alvaro de Campos, así como las referencias pictóricas y literarias de Almada Negreiros y la expulsión que sufrirá nuestro poeta de casa de su tía abuela, parecen tener poco significado en su obra. Lo que sucede es que, pretendiendo aislarlo, le dan una configuración precisa y poco voluble.
Todos estos sucesos sólo tendrán reflejo en la imagen periodística y de compromiso muy escaso. Es de notarse que aquello que avergüenza a su hermana Enriqueta Madalena poco después de su muerte, a él le resultaba risible. La fotografía en la que aparece bebiendo una copa de vino, Pessoa la rubrica con este título ``Sorprendido en flagrante delito.''
Ninguno de los defectos que a la gente común le causan pena tiene que ver con la vida del creador de la ``Oda Marítima''. Vida y obra de Fernando Pessoa sucederán bajo las indicaciones de los Hados Mayores de la creación literaria.
La suerte de quien tiene un talento del tamaño del de Fernando Pessoa está echada casi desde el momento en que traza su primera línea. Y será inútil su resistencia al cumplimiento de ella.
Las otras anécdotas vitales de nuestro héroe -perdón por insultar el espíritu de Pessoa con este calificativo tan burdo- serán las de su popularidad como ser humano en el pueblo lisbonense, al grado de ser objeto de crédito entre los taberneros y empleados de las ``lojas'' de abarrotes, hasta llegar a alojarse por las noches en una lechería, con el beneplácito del propietario. Nos resta mencionar la famosa frase que pronuncia poco antes de morir en el hospital de los ingleses. Quizá por burlar el espíritu goetheano, que al morirse pidió: ``¡más luz!'', Pessoa reduce sardónicamente la exclamación a: ``¡Meus oculos!'' (¡mis anteojos!).
Como se entiende, la biografía de Fernando Pessoa se puede amplificar ampulosamente a partir de estos datos biográficos. Nuestra imaginación novelesca nos haría interpretar al gusto fantasioso la vida insignificante, cuya importancia verdadera será su obra. De ahí que al revés de la dirección de Thomas de Quincey, nuestra introducción considere la biografía como una de las más horrorosas artes. Y que la suerte de nuestro poeta todavía no le depare una biografía como la que mereciera. Más aún tratándose de alguien interesado en la vida más allá de la vida y que tradujo libros de grandes médium, así sea que este interés le haya sido despertado por la muerte de su madre, amor único, cuya ausencia le hizo procurar el reencuentro espiritual. Cabe recordar que doña Madalena Piñeiro feneció de un ``insulto cardíaco'' (ataque cardíaco).