Este bazarista (que ha tenido muchos oficios y ha sido corrido de la mayoría de ellos) fue rector de la Universidad Autónoma de Querétaro el año de 1966 y sólo la mitad de 1967, pues el obispo, el gobernador, los grupos de la extrema derecha y casi todo el pueblo de Querétaro lo pusieron de patitas en la carretera. Ahí, bajo el debilucho sol de invierno, pronunció con seriedad marxista -por Groucho- su despedida: ``Adiós Querétaro querido, de tus vergeles me alejo. Si vine fue por jodido y si vuelvo es por pendejo.'' En fin... corramos un tupido velo sobre estas anécdotas pintorescas y concentrémonos en el tema de los maestros honoris causa nombrados durante el estrambótico rectorado del vilipendiado bazarista. Los maestros fueron, a saber: Salvador Novo, Carlos Pellicer, Carlos Monsiváis, Carlos Pacheco Reyes, José Carlos Becerra, John Brown, agregado cultural de los Estados Unidos, Boris Voskovoinikov, agregado de la Embajada Soviética, expulsado del país unos meses después de la ceremonia académica por la policía echeverrista, y Giovanni Dalla Pozza, agregado de la Embajada italiana y especialista en exquisiteces dannunzzianas. El maestro Novo visitaba con frecuencia la Universidad, daba conferencias, leía sus obras (nos entregó las primicias de su Guerra de las gordas) y apoyaba el proyecto entusiasta, pero bastante desordenado, del bazarista y sus compañeros de aventura académica. Se le recibía con mantas diputadiles y se le ofrecían las carnitas, la sopa de aguacate y la torta de garbanzos de la gastronomía local. Daba sus charlas y recitales en el positivista salón de actos (dosel dorado, retrato del Padre de la Patria, sillotas doctorales, polilla, pompa y circunstancia...), no cobraba un centavo, paseaba por la ciudad nocturna y regresaba a Coyoacán conmovido por la cálida admiración que le profesaba la pequeña y amenazada Universidad de provincia. Cuando se le avisó que se había acordado nombrarlo maestro honoris causa, se puso a hacer planes divertidísimos: la toga debía ser de color solferino para que hiciera juego con su nuevo peluquín rojizo y esperaba que el estudiantado y los togados profesores formaran filas en el Teatro de la República. l entraría al recinto venerable con su esplendoroso vestuario y en medio del aplauso general. Prefería el canto de Hello Dolly al ceremonioso Gaudeamus Igitur. Sobra decir que su proyecto no se cumplió y que la ceremonia fue más bien austera, pues no estaba el horno para semejantes bollos. Togas negras, el coro académico y los discursos de Pellicer y Dalla Pozza. Novo aceptó con resignación la pérdida de glamour y pronunció unas memorables palabras sobre su falta de títulos académicos, sus erráticos estudios (``me escribe Napoleón: el colegio es muy grande...'') y su idea de la pedagogía: ``...pero si tengo un hijo, no quiero que nadie le enseñe nada, quiero que sea tan perezoso y feliz como a mí no me dejaron ser mis padres, ni a mis padres mis abuelos, ni a mis abuelos, Dios...''. Leamos con fervor La estatua de sal, el bellísimo y valeroso libro de Salvador Novo escrito como un desafío en los momentos de la homofobia galopante. Los chistes y cuchufletas, en su mayoría torpones como todas las supuestas ironías del machismo tabernario (o rotario que para el caso es el mismo) no lograron destruir el prestigioso pedestal en el que se exhibían el talento y el valor de Novo. Por lo mismo, triunfó el escritor y las cuchufletas fueron palideciendo. El Novo viejo fue el que derrotó al Novo talentoso y valiente. Es curioso que en la vejez se inclinara por las malas compañías de los ricachones zafios y de los politicastros corruptos y matarifes. ``A la vejez, viruelas'', ``Incendiario de joven y bombero de viejo'', dice el sensato y cínico refranero. Cerremos los ojos a las indignidades seniles y abrámoslos para recordar al ingenioso hidalgo don Salvador Novo, luchador a su manera, defensor de los derechos de un importante, talentoso y creativo sector de la sociedad humana. Gracias a personas como Novo, dentro de poco tiempo se abolirá la sectoralización y sólo habrá una raza humana y una sexualidad con diferentes características. A nadie, por lo tanto, se le ocurrirá hablar de ortodoxias o de heterodoxias. Reconozcamos que todo esto suena a utopía y que el clasismo, el racismo y el sexismo han opacado desde siempre a las mejores realizaciones de la raza humana. Vale la pena proponer utopías para evitar las cínicas actitudes posibilistas o, lo que es peor, pragmáticas. El talento y la bella prosa de Novo son buenas guías para recorrer el laberinto utópico y aspirar al encuentro con el sol de la salida. Si nos perdemos en el trayecto no será por culpa nuestra. Insistiremos y un buen día, nuestro o de los que nos siguen en la búsqueda, veremos la luz al final del laberinto. HGV
De cómo México ya se llama México. La Secretaría de Relaciones Exteriores, a través del Instituto de Cooperación Internacional, y el Grupo Editorial Miguel çngel Porrúa, lo invitan a usted, filológico(a) lector(a), a la presentación del libro Los nombres de México, compilado por Ignacio Guzmán Betancourt. El contenido del grueso (525 pp.) y lujoso volumen (no se alarme, también hay edición rústica) es una selección de textos y estudios sobre el origen y significado de los nombres ``México'', ``Tenochtitlan'', ``Anáhuac'' y ``Nueva España'', con un apéndice acerca de la polémica del cambio de nombre (sí, por si usted no lo sabía, esto se decidió cuando el famoso TLC) México en lugar de Estados Unidos Mexicanos en 1993-1994 (si no quiere adivinar, este es un buen motivo para comprar el libro). Los textos preliminares son de Miguel León-Portilla y Alberto Ruy Sánchez, y las imágenes de María Sada. El acto se llevará a cabo en la Cancillería Reforma (Paseo de la Reforma 175, esq. con Támesis, Col. Cuauhtémoc) este miércoles 24, a las 19 hrs., con la participación de Miguel León-Portilla, Socorro Díaz, Rodrigo Martínez Baracs, çngeles González Gamio y el compilador. Puede usted asistir sin frac o vestido largo, será una ceremonia sencillita. Trivia de la semana. Si usted, desencriptador(a) lector(a), tiene la ciencia de la paciencia (disculpen los ripios pero no encuentro otra manera de decirlo), le ponemos aquí este pequeño enigma (que el miércoles 24, a las 20 hrs, asistiendo al Museo de Arte Carrillo Gil probablemente dejará de ser tal) para que lo descifre. Tengo en mis manos una tarjeta postal con todo y timbres que en su cara anterior lleva este pequeño texto calado en blanco -en medio de un marco dorado y sobre una plasta de color gris-: ``Yishai Jusidman (México, 1963) B.T., paciente con psicosis esquizofreniforme orgánica de tipo melancólico manifiesta por delirios paranoides de daño [hasta aquí, este antesalista pensaba que estaban hablando de él], misticismo y transmisión del pensamiento, con Visión de San Francisco de Asís (ca.1636) de Ribera. (1998) îleo y temple al huevo sobre madera.'' Y eso es todo. No hay ninguna imagen, sólo la plasta gris con el marquito dorado. Por el envés, y abajo de los timbres, Conaculta, a través del INBA, invita a la exposición Yishai Jusidman 1995-1997 sumo, 1997-1999 bajo tratamiento. Quizá sea suficiente con asistir al MACG para decifrar esta trivia, pero si no lo es, lo retamos a que continúe las pesquisas, y nos informe su resultado a nuestro e-mail: [email protected]. Ai les encargo. Vale. Teatro y otras cosas en la Casa del Lago. Este domingo 21 y el próximo 28 lo invitamos, teatrófilo(a) lector(a), a que asista a las representaciones del monólogo El canto de la rana, que dirige Rodrigo Johnson y a lo mejor también actúa porque no viene el crédito actoral. Esta obra es una visión actualizada y sintetizada (lo que se llama un tour de force) sobre el teatro español de los Siglos de Oro (esto le recuerda al antesalista el chiste de Monsiváis sobre los graffitti célebres de no recuerdo qué año: La vida es una barca, Calderón de la Mierda). Se piden disculpas por el paréntesis y se continúa: Las representaciones se llevarán a cabo en el Teatro Rosario Castellanos, a las 16 hrs. No haga caso del chistorete y asista. Si dice que va de parte de esta Antesala chance y le cobren doble. (Saludos, Rodrigo). Ahora que también en la Casa del Lago, puede asistir al Rincón de lectura con sus (de usted, culto(a) lector(a)) chavos, todos los sábados en los jardines, de las 12 a las 15 hrs., con la profesora María Escamilla, quien le entretiene a los menudos construyendo, jugando y aprendiendo a explorar a través de la literatura, mientras usted y su pareja se van por ahí a hacer cosas más serias, por ejemplo, echarse una clase de Baile de Salón ahí juntito, también los sábados pero a las 13 hrs. CG-T
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Mi amigo César Verduga me envió por fax seis preguntas sobre el tema de cultura, civilización y globalidad. Tengo algo que decir sobre las tres primeras y nada o muy poco sobre las restantes. Voy a darles respuesta aquí a esas tres porque están en zona de dudas y, por tanto, puede haber cierta curiosidad. Las preguntas que voy a responder son: 1. Semejanzas y diferencias entre cultura y civilización. 2. ¿Caben varias culturas en una civilización, o varias civilizaciones en una cultura? 3. ¿Piensas que el cambio de hoy es civilizatorio?, ¿por qué? La palabra ``cultura'' tiene dos acepciones: una común, vulgar y difusa, y otra, que viene de la antropología, más clara y precisa. En su sentido vulgar la palabra agrupa las recreaciones de la gente ``culta'': libros, conciertos, ballet, pantomimas, etcétera. Ese sentido no nos interesa aquí. En su sentido antropológico, cultura es todo el enorme conjunto de capacidades, hábitos y conocimientos adquiridos socialmente, y que, por lo tanto, no están en la información trasmitida genéticamente. Dos consecuencias de esta definición son: (a) Cultura se opone, en cierto sentido, a natura, es decir a lo instintivo o genético (es natural que me crezca el pelo, es cultural que vaya al peluquero y me lo corte). Algunos autores, como Rousseau, Freud o D.H. Lawrence, han visto una irremediable tensión entre el impulso instintivo humano y su domesticación cultural. (b) La segunda consecuencia es que, dada esta definición, los animales no humanos pueden tener cultura, puesto que muchas especies animales pueden aprender imitando lo que hacen otros animales, y eso que aprenden no está en su información genética. El ratonero pechinegro, por ejemplo, es un ave que aprende a romper los duros huevos de emú con piedras. Este pájaro, decimos, tiene esa habilidad cultural (todo lo referente a cultura zoológica puedes verlo en libros de Jesús Mosterín, filósofo español muy competente que ama a los animales y los estudia con fruición). Ahora, civilización es algo muy diferente. Los animales no humanos pueden tener cultura, pero de ninguna manera civilización. Esta palabra forma parte de una familia de vocablos que dicen todos habilidades, conocimientos y capacidades exclusivas de los humanos. Por ejemplo, ``ciudad'', ``civismo'', ``ciudadano'', ``civil'', ``cívico'' o el verbo ``civilizar''. Como se ve, la palabra remite a estado, gobierno, ley, y es palabra que indica organización política, social y económica (y no refiere a antropología o zoología). Civilización se opone, no a naturaleza, como en cierto modo cultura, sino a barbarie. Civilizar algo es someterlo a la racionalidad de la ley. ``Civil'' se opone a ``religioso'', como cuando se habla de matrimonio o panteón civil. ``Civilizaciones'', en plural, dice Raymond Williams, es de origen francés. Civilización Occidental es la forma de organización económica, política y social, y las formas de vida que comprenden que los europeos heredaron al mundo (se usa para contraponerlo a las civilizaciones orientales, por ejemplo). Ahora la distinción. Hay muchas culturas y pocas civilizaciones. Civilización es global e implica periodos largos. En cambio, la noción de cultura se ha ido atomizando. Ya casi a cualquier cosa se la llama ``cultura''. ``No queremos fomentar la cultura del no pago'', dice Hacienda con su habitual incultura y falta de gracia. Cuando antropólogos se refieren, con sentido, a ``la cultura del caballo'' se refieren al conjunto de habilidades, conocimientos, capacidades de la gente de campo, que incluye no sólo lo referente a la cría y uso del animal, sino la fabricación de sillas y demás arreos relativos, cierta indumentaria peculiar y hasta ciertos códigos de conducta. Así puede decirse, por ejemplo, ``la cultura del caballo del charro mexicano deriva claramente de la cultura del caballo de Salamanca, en España''. Es decir, hay una cultura del caballo como ciertamente no hay una cultura del no pago. Porque la primera consiste en tradiciones precisas, que se aprenden por transmisión de padres a hijos, y la segunda no tiene nada de eso. No pagar es habilidad, hasta costumbre, si quieres, pero no puede elevarse esa astucia a la dignidad de cultura. Porque entonces podríamos hablar de ``la cultura del asalto a bancos o a pasajeros de taxis'', lo que es absurdo. Así pues, mi querido César Verduga, la segunda pregunta se responde sola: puede decirse que distintas culturas caben en una misma civilización, es necesario debido a la diversidad de las actividades humanas. En cambio es ininteligible afirmar que diferentes civilizaciones conviven en una cultura. Civilización no es barbarie, y los humanos no conocemos otra manera de no barbarie que la ley escrita. Si una comunidad está regida, ya no digamos por muchos, por sólo dos códigos jurídicos diferentes, de seguro va a haber problemas de aplicación o cumplimiento de la ley (¿cuál de las dos rige cada caso?) En cambio es perfectamente posible, y aún, como digo, necesario, que en una comunidad convivan diferentes culturas. La cultura artesanal o la artística, por ejemplo, conviven con la industrial. Aquí lo dejo por hoy, el domingo próximo sigo y termino.
Lumbre de la letra (Ediciones El Santo Oficio, Perú, 1997, 70 págs.) de Miguel çngel Zapata (1955, Perú) es un libro inesperado. Además de que casi nada anunciaba un texto con algunos de los mejores recursos a la poesía del lenguaje (un contradictorio ritmo preciso entre prosa y poesía, aliteraciones de ráfaga y, en general, la sustantivación del lenguaje), pero sin caer en las fruslerías, no era fácil prever que Zapata pudiera producir, sacándolo quién sabe de dónde, un tono de una índole tan sorpresiva y con tanto sentido que la palabra frescura apenas si le hace justicia. Si releemos los volúmenes anteriores, Periplos del abandonado (1986) y Poemas para violín y orquesta, (1991), podemos comprobar que el discurso de Zapata, con algunos atisbos por aquí y por allá, no lograba despegar. Si acaso, en algunos momentos, prometía. Todo el tiempo nos tropezábamos con líneas inconsistentes y cláusulas innecesarias. Al terminar la lectura sentíamos la necesidad de sacar las tijeras y rescatar los vislumbres que revelaban una sensibilidad y un afán de verdad. Un tono de conversación desenfadada consigo mismo, un poco a la manera de algunos de los mejores poemas de Antonio Cisneros, podía llamarnos la atención, pero a final de cuentas los textos acababan disolviéndose en una tonada de una ligereza vaga o en un fraseo prosaico. Un sencillismo, ya no digamos sin lírica, sino con muy baja intensidad. En sus poemas era frecuente encontrar fragmentos como: ``Bicho raro de cualquier cielo como una alegre al sur/de California/en esta playa solitaria resguardada por bellos/cuerpos dorados sobre la arena esperando al/sol que no vendrá.'' El comienzo atrevido, pero muy discutible, de llamar bicho al cielo se viene abajo al prolongarse en imágenes de relleno que nada tienen que ver con la violencia inicial de proponernos formar una ecuación con el segmento ``una uva alegre al sur''. Por otro lado, salta a la vista un a descuidada construcción. Como podemos ver en el fragmento citado, hay demasiadas asonancias en eo que no funcionan, que no revelan una intención clara y que nos molestan. Asimismo, la diferencia de longitud en las frases, a veces como versos de arte menor y a veces como versículos y hasta prosa, no obedece a una necesidad interna donde el autor nos estuviera proponiendo crear efectos diferentes. Si realizamos un trueque en el formato de los poemas, el resultado no varía. Al sustituir una forma por otra, los textos no pierden; tampoco ganan. Todo cambia para bien en Lumbre de la letra. En este libro, Miguel çngel Zapata muestra casi de un modo inexplicable el dominio no sólo de una forma sino de un sentido de las palabras que es un sentido del mundo. El gusto más o menos indefinido por los pájaros que podíamos observar en los textos anteriores (por ejemplo cuando decía ``...y el canto/de nuestro canario/alegra todas las/paredes de la/casa'' con un eco en la consonante c y una imagen demasiado discreta como para dejar una huella), aquí se convierte en una visión poderosa que nos hace movernos en distintas direcciones. Esto lo podemos notar desde la primera composición de Lumbre de la letra, en donde también juega un papel decisivo la aliteración con la consonante c: ``Mi cuervo brilla con el sol y nadie puede verlo como un canario. Escribe con suplicio desde la soledad de la noche y tamborea su cántico ante la gruta del agua que le ve caer sin una letra. Mi cuervo es pájaro anacoreta, canario esculpido con carbón. El cuervo que se colaba por las alcobas es más vivo que loro verde repitiendo sílabas sin son. Mi cuervo brilla y brilla mejor que un cometa prendido en el cristal...'' Con agilidad y exactitud, Zapata inventa, entre el sentido y el sinsentido, la imagen de su cuervo; un cuervo que nos recuerda los otros conocidos de Edgar Allan Poe y Ted Hughes, pero que tiene la peculiaridad de producir una lucidez trastrabillante en el tropel de una carrera dentro de límites bien definidos de la estructura cerrada de una cadena de pequeños poemas en prosa. A través de violentas igualdades, como las que podemos encontrar en los poemas maravillosos de Marco Antonio Montes Oca, el cuervo de Zapata se transforma en canario, loro, carbón, cometa y cristal, pasando del sonido duro y sonoro de la consonante c sobre las vocales fuertes a la resonancia de la l, más alta y más volátil. Y en la suma vuelve a quedar el cuervo, es decir, las analogías y las aliteraciones que nos propone Zapata en vez de dispersar la imagen la concentran. El nonsense y la proliferación, el chisporroteo enfebrecido y oracular, no termina en el descubrimiento de una gran nada decepcionante sino en la presencia de los seres que mueven al hombre. De la misma manera que Edgar Allan Poe y Ted Hughes, pero sin el melodrama del primero y el pesimismo del segundo, Zapata nos hace pensar que el significado del lenguaje está en sí mismo sólo porque adquiere legitimidad en una correspondencia que transfigura la realidad en señales, en lengua o en el universo. Frotando las palabras y aproximando la prosa al verso más con las fricciones de sonidos que con el típico manejo preciosista de la creación de imágenes o de sentimientos puros, Zapata ha creado, en este libro, un lenguaje que no podemos soslayar, un lenguaje que está muchas veces cerca o en deuda con el fraseo tenso de Errar o Vida mantis de Eduardo Milán, pero que al mismo tiempo lleva más lejos las posibilidades de esa prosa que se dirige hacia la vibración del verso. Lumbre de la letra es un libro hermoso y original. Publicado hace más de un año, casi nadie lo conoce. Es una lástima.
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