Desde hace 50 años, cada hora se derriban en Tabasco 2 hectáreas de selva. Es una destrucción ininterrumpida. Según la reportera Lucero Aquino, una de las consecuencias es que ahora los jaguares (en peligro de extinción) invaden las zonas de pastizales en donde devoran ganado. Tabasco dejó hace tiempo de ser un edén: apenas le quedan menos de 40 mil hectáreas de selva, cuando a mediados de siglo contaba con cerca de un millón.
La tala forestal clandestina es ``un ecocidio que todos sufrimos desde ahora, al repercutir en sequías, inundaciones, muerte progresiva de la vida en la nación y el planeta'', sostuvo en la ciudad de Durango Fernando Castellanos, secretario de la Comisión de Bosques y Selvas de la Cámara de Diputados.
Agregó que esa tala clandestina significa unos 8 millones de metros cúbicos de madera cada año, con valor de 4 mil millones de pesos. Dijo el legislador que es necesario denunciar ante las autoridades correspondientes a los taladores porque si no la corrupción seguirá adelante y ``desquiciará al país''. Uno de los estados donde hay un uso menos racional de los bosques es precisamente Durango.
También los taladores clandestinos han hecho de las suyas en el oriente del estado de México. Se calcula que más de 5 mil hectáreas de bosques fueron devastadas los dos últimos años, incluyendo algunas del Parque Nacional Zoquiapan. El año pasado, los comuneros de Río Frío, Vicente Romero y José María Sánchez, denunciaron que en la región tiene mayor protección un contrabandista de madera que un lugareño empeñado en conservar la riqueza forestal. Y que mientras los primeros poseen potentes motosierras, armas de alto poder y la protección de policías y autoridades, los campesinos no pueden cargar ni un alfiler porque de inmediato los detienen por portación de armas prohibidas.
En Oaxaca, hoy son páramos 3 millones de hectáreas que antes fueron bosques y tierras fértiles. Un estudio del Sistema de Desarrollo Forestal de la entidad apunta que tratar de rescatar lo devastado cuesta 10 mil pesos por hectárea, y el doble en zonas muy dañadas, como la Mixteca. Otro estudio de las investigadoras Rosalía Cuevas y María del Pilar de la Garza asienta que el proceso de deterioro del suelo en Oaxaca coloca a dicho estado entre los de más alta perturbación de áreas silvícolas del país. Una buena parte de lo que ocurre se debe a la pobreza rural, por lo que sus habitantes abren tierras al cultivo para obtener sus cosechas de subsistencia. Por haber hecho en el pasado grandes desmontes para la agricultura, hoy más de 200 mil hectáreas del norte de Tamaulipas sufren erosión eólica.
Sus efectos no solamente se dejan sentir en el rendimiento de los cultivos, sino en la población de los municipios de San Fernando, Valle Hermoso, Reynosa y Río Bravo, pues las ``lluvias de arena'' aumentan el índice de enfermedades respiratorias.
La tala de bosques y selvas se combina con la erosión en la mayor parte del país. No debe sorprender entonces que el subsecretario de Recursos Forestales de la Secretaría del Medio Ambiente, Víctor Manuel Villalobos, sostenga que es crítica la situación de los suelos en México, pues hemos perdido la cubierta vegetal en regiones que debían ser forestales. Además, por ello se acaba el agua y otros recursos.
Como fruto, hoy 80 por ciento del territorio nacional tiene graves daños por erosión, creando pobreza, afectando la producción agrícola y el ambiente en general. El funcionario reveló una nueva cifra de lo que el fuego de los incendios forestales destruyó el año pasado: 800 mil hectáreas.
Ante tan desolador panorama, cabe preguntar si, conociendo tan bien lo que sucede y la forma de evitar más pérdida de riqueza natural, nuestras autoridades llevan a cabo programas que frenen el problema y reviertan la situación imperante.
Se dice con frecuencia que faltan recursos. Pero si a conservación y recuperación de bosques, selvas, suelo y agua se dedicara uno por ciento de lo que el gobierno, junto con el PAN y el PRI, aprobaron para salvar a los banqueros, otra sería la situación.
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