La Jornada martes 23 de febrero de 1999

LA CRISIS DE KOSOVO

La gestión diplomático-militar de la Unión Europea y Estados Unidos ante la crisis kosovar ha colocado a los protagonistas en una circunstancia angustiosa y explosiva. En las primeras horas de hoy vence el plazo para que las partes ųel gobierno serbio y los independentistas albanesesų acepten un tratado de paz. Si tal acuerdo no se logra en Rambouillet, y si la alianza occidental determina que fue por culpa de Belgrado, la OTAN tiene previsto lanzar ataques aéreos contra posiciones serbias en las primeras horas del día de hoy.

Sin afán de minimizar las atrocidades cometidas por el gobierno de Milan Milutinovic ųrespaldado por el de Slobodan Milosevicų en contra de los albaneses étnicos de Kosovo, es claro que los gobiernos occidentales han cometido una grave contravención a la legalidad internacional al tratar el asunto al margen de la ONU y han debilitado, con ello, las posibilidades de finalizar, en forma pacífica, la más reciente crisis en los Balcanes.

En este contexto, Rusia ha introducido un factor de sensatez, al proponer su respaldo al programa pacificador a condición de que las tropas multinacionales que se pretende enviar a Yugoslavia representen un mandato de Naciones Unidas y que el gobierno de Belgrado acepte su presencia. Sería, esta, una manera plausible de concretar las gestiones de paz sin recurrir a una coacción militar internacional que suscita el rechazo nacionalista serbio y obstruye, en consecuencia, el camino a la concordia en Kosovo.

En términos generales, la circunstancia presente pone de manifiesto una tendencia de la política internacional que se caracteriza por la debilidad de instancias de autoridad política y el riesgo de que proliferen los arbitrajes armados en conflictos nacionales. Es inevitable concluir que las nuevas realidades internacionales demandan la construcción de mecanismos de mediación internacional para tales conflictos que dejen los apremios de fuerza como recursos verdaderamente excepcionales y de última instancia.

Finalmente, las actitudes de los gobiernos occidentales ante Kosovo evidencian, una vez más, su doble moral y su falta de voluntad para dar respuestas similares a situaciones semejantes; los crímenes serbios contra la población civil kosovar de origen albanés no son menos ofensivos para la conciencia mundial que la sistemática matanza de kurdos que realiza desde hace muchos años el gobierno turco, y tanto los kurdos como los albaneses kosovares tienen derecho a la autodeterminación nacional. Sin embargo, nadie, en Washington, París o Londres, se ha planteado la necesidad de ejercer sobre Ankara una presión política, diplomática y económica ųmucho menos militarų para que detenga sus acciones de tierra arrasada en el Kurdistán.