La Jornada viernes 26 de febrero de 1999

Astillero Ť Julio Hernández López

El neoliberalismo y el nacionalismo revolucionario han entrado en México en un campo de batalla altamente peligroso.

Cuando menos en tres distintos escenarios, se pelea en busca de definir en uno u otro sentido el rumbo de la nación: por un lado, se discute si la riqueza del país puede seguir siendo entregada a particulares; por otro, si la educación superior debe regirse con criterios de mercado, y por otro más, si el partido hasta ahora dominante debe impulsar a la Presidencia de la República a personajes sin experiencia previa en la representación pública.

No es intrascendente la discusión. En el fondo de todo está el agotamiento del modelo político que le dio a México una discutible pero real estabilidad durante décadas. Son, por lo demás, los debates de hoy, los primeros calores y arrebatos de los intensos y ardientes meses que faltan antes de que el país entero decida, en las urnas, en el 2000, la permanencia del priísmo o la alternancia en el poder.

¡Duro contra la manta!

Ayer mismo comenzó el presidente Zedillo, y su equipo de trabajo cercano, guardias incluidos, a recibir las primeras muestras de militante inconformidad contra su polémica iniciativa que busca abrir el sector eléctrico a capitales privados.

No hubo, por desgracia, una actitud civilizada, moderna, tolerante, para recibir la opinión clara y directa de una docena de miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas que colgaron una manta cerca de Los Pinos.

Salinas y los malos gobernantes

Por el contrario, elementos de un escuadrón de asalto de las Guardias Presidenciales retiraron (literalmente por sus puras pistolas) el rectángulo de tela instalado en el puente de Chivatito y Alencastre, en el que se leía: ``Señor presidente Ernesto Zedillo, los 250 mil millones de pesos que requiere para la generación de energía eléctrica pídaselos a la familia Salinas de Gortari o a los malos gobernantes''.

En la maniobra de retiro de la manta fueron jaloneados los testigos incómodos que resultaban varios reporteros, en particular los de Radio Red y de Televisa.

Pero no fue esa la única muestra de rechazo a la postura presidencial en materia eléctrica pues, siempre según las puntuales notas de David Aponte y Rosa Elvira Vargas, reporteros de La Jornada, en Cuautitlán, por donde se desarrollaba una gira del doctor Zedillo, apareció un camión con una manta que decía: ``No a la privatización''.

No son tales las formas de debate que sobre su iniciativa desea el Presidente de la República (y por ello se dieron las reacciones conocidas, como el retiro de la manta del puente cercano a Los Pinos).

Por el contrario, el doctor Zedillo desearía que la discusión sobre el asunto se alejara de las posturas sencillas y adjetivadas y se instalara en los terrenos científicos, en donde los especialistas pudiesen analizar el tema con menos ruido populachero y con más precisión técnica.

Una caravana que lo dice todo

O bien, si de multitudes y expresiones superficiales se tratase, que fuesen escenarios y personajes como los reunidos el miércoles pasado en el auditorio Fernando Amilpa de la CTM, donde el Presidente pronunció un discurso en el que repitió las promesas que en otros procesos de sustracción de la riqueza nacional se han hecho y no se han cumplido: se respetarán los derechos de los trabajadores, no habrá despidos, se crearán empleos.

Bastaría recordar lo dicho cuando iniciaba la entrega de las líneas ferroviarias nacionales a particulares (nacionales y extranjeros) para confirmar que en estos casos las palabras son meros analgésicos previos al inicio de la drástica realidad.

(Por cierto, la fotografía de José Antonio López, publicada ayer en La Jornada, es uno más de los logros periodísticos de José Antonio, siempre recordado por la gráfica tomada a Humberto Roque cuando celebraba con gran expresividad corporal el aumento del IVA en años pasados. Ahora, en la toma de José Antonio, se ve al presidente Zedillo agradeciendo con amplitud de gestos, con brazos bien extendidos, con una caravana de profundo agradecimiento, la ovación que le prodigaban los cetemistas cautivos y la cúpula sindical decrépita que durante décadas ha explotado a los obreros mexicanos.)

Pero, por más foros de cetemistas o de tecnócratas que se pudiesen organizar en apoyo de la iniciativa presidencial en materia eléctrica, el tema ha tocado una fibra sensible para la nación como es la vuelta a la política salinista de la depredación de la riqueza del país. Y frente a ese hecho, se han levantado, y seguirán, las manifestaciones de rechazo.

UNAM: interés social o lógica de mercado

El otro tema en el que se vive un debate intenso es en el de la UNAM, donde ha vuelto a ponerse en la mesa de discusión la posibilidad de incrementar las cuotas de los estudiantes para mejorar las finanzas de dicha institución.

La discusión va al fondo del asunto, pues se trata de esclarecer si las universidades públicas deben regirse con criterios de mercado, sujetando su función a la capacidad de pago de los destinatarios de esos servicios educativos o si, por el contrario, el Estado debe entregar recursos suficientes para que los jóvenes mexicanos tengan oportunidad de realizar estudios universitarios.

Un rector zedillista

En ese contexto, las visiones del país que se quiere construir están también fuertemente enfrentadas. El rector de la UNAM, Francisco Barnés de Castro, es una derivación de la corriente neoliberal privatizadora que hoy tiene el poder en el país.

Barnés de Castro ha llegado a su cargo en la lógica del poder zedillista. Es el representante y el ejecutor de las ideas del grupo que le colocó en la silla de rector. Tanto es su sentido de equipo que ha pedido a Cuauhtémoc Cárdenas que se abstenga de incidir en el rechazo estudiantil al alza de cuotas. Con ello se ha construido la coartada política ideal para el año político en curso: lo que pasa en CU es responsabilidad del perverso cardenismo que busca ganar votos para el 2000.

Como en el caso de los electricistas, los estudiantes universitarios podrían colgar una, mil mantas, en las que se reprodujese la idea arrancada de su escaparate por los guardias presidenciales. Recompuesta, la frase diría: ``Señor Francisco Barnés de Castro: los miles de millones de pesos que requiere para la educación universitaria pública, pídaselos a la familia Salinas de Gortari o a los malos gobernantes''.

Y es que, en lo eléctrico como en lo universitario, se están viviendo las consecuencias de décadas de saqueo de la riqueza nacional que, ahora, están siendo cobradas a los millones de mexicanos mediante miseria, desempleo, insalubridad y el recorte gravísimo de las expectativas mínimas de desarrollo social.

Industria eléctrica convertida en votos

Hoy se pretende vender la riqueza nacional heredada para contar con efectivo suficiente para enfrentar los retos del futuro inmediato, es decir, del futuro electoral. La industria eléctrica nacional será rematada, una vez más, entre los empresarios favoritos, entre los socios y cómplices, para así contar con dinero que permita reactivar programas electoreros de obras y servicios, es decir, para aceitar la maquinaria priísta que reproduzca a nivel nacional los casos extremos de defraudación electoral vividos en Guerrero, para citar un ejemplo clarísimo.

Hoy, por lo demás, se pretende condenar a la marginación declarada a los jóvenes que no cuenten con el dinero suficiente para pagar por sí mismos lo que debería ser una obligación indeclinable del Estado mexicano. Derroches, corrupción y politiquerías han mermado siempre el presupuesto universitario, y hoy, una vez más, simplemente se pretende ahorrar y corregir finanzas mediante el método simple de tirar por la borda a los pasajeros más pobres de la barca universitaria en problemas.

Con este golpe a la principal universidad pública del país, por lo demás, se va consolidando la tendencia de concentrar el desarrollo de la inteligencia, el acceso a la educación superior, las opciones de superación, en las instancias privadas nacionales y extranjeras.

Todos los debates en curso desembocan inevitablemente en el terreno político y en el escenario natural de resolución de los conflictos trascendentes que son las elecciones.

En ese ámbito también se vive la lucha cada vez menos oculta de las facciones integrantes del priísmo. De un lado, los defensores de la corriente en el poder, la de los tecnócratas, neoliberales y extranjerizantes, y de otro la de los priístas educados en esa figura difusa pero defendible del nacionalismo revolucionario.

En ese enfrentamiento está, también, buena parte de la resolución del futuro nacional. Los candados no son simples caprichos o materia distractoraÉ

Pero seguiremos con este tema el próximo lunes, pues por hoy se ha terminado el espacio de esta columnaÉ

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