Manuel Vázquez Montalbán
¡Indígenas del mundo, uníos!
El subcomandante Marcos tuvo el rasgo, a la vez de humor y gentileza, de regalarme la condición de Indiana Jones facilitándome su propio caballo para llegar hasta él, en el último tramo de un largo recorrido, iniciado con unas cartas cruzadas a fines de 1997. Aparentemente los zapatistas están sitiados por el Ejército Mexicano y por los periodistas e intelectuales del PRI que han desencadenado una campaña de desprestigio contra las máscaras más importantes de la revuelta indígena, no sólo en México, sino en toda América Latina. Como si el llamado sujeto étnico de cambio fuera tan peligroso como en el pasado lo fue el proletariado para la burguesía o la burguesía para el feudalismo. El indígena como sujeto de emancipación y como metáfora, porque Marcos ve en el emigrante del Sur hacia el Norte, allí donde se dé, la misma razón de supervivencia y de cambio que en México polarizan los zapatistas.
Mediante la convocatoria de una consulta a todos los mexicanos a celebrar a fines de marzo, el zapatismo piensa recuperar la atención y la solidaridad de la sociedad civil, un sujeto histórico que Marcos reivindica como el único que puede apostar por una nueva idea de progreso sin salir de las reglas del juego democrático. Los ciudadanos de un mundo donde la sociedad se ha reducido a una aldea global de consumidores, desde esa condición de consumidores de política están en el derecho de reclamar una plena participación en el producto que consumen. Marcos parte de la evidencia de que el sistema actual desdibuja la pertenencia de clases en cuanto a transformación histórica y surge el ciudadano o eso que llamamos la sociedad civil. Es un actor social que no tiene una militancia política definida y sería el actor de cambio más importante si se inclina hacía el progresismo, porque lo haría desde la fuerza del convencimiento y la razón. Cuando le opuse como argumento que así como Rousseau o los anarquistas creían en el buen salvaje, me daba la impresión de que él creía en la buena sociedad civil y en el cercado de la sociedad civil cohabita diverso ganado, incluso ganado reaccionario, Marcos demostró un optimismo histórico que yo quisiera fuera simple lucidez. Según su criterio, la sociedad civil reaccionará contra el anquilosamiento progresivo del juego político, contra la doble verdad, el doble lenguaje, la doble moral de la política en uso, comprometida con las grandes transnacionales y no con las necesidades objetivas del ciudadano: Nosotros decimos: si hay una propuesta equilibrada de acceso a los medios, de contactos con la gente, nosotros apostamos a que las propuestas más humanas, más racionales, más justas, más libres y más democráticas son las que van a triunfar sobre las otras. No se trata de aniquilarlas sino de que entren en ese espacio y ahí se decida. Que no decida la fuerza sino que decida la razón.
A él que le gusta tanto la metáfora carrolliana del espejo, le propongo el espejo que devuelve una sociedad mexicana, mundial, en la que el poder se sustenta sobre el sector que pacta con él, porque recibe los beneficios más inmediatos, más luego una red de clientelismo a todos los niveles sociales, la defensiva ante cualquier sociedad civil crítica. Le recuerdo que un diputado católico español durante la Segunda República, previa a la guerra civil, se indignó porque otro diputado católico proponía una reforma agraria basándose en las encíclicas papales: Como su señoría nos quiera quitar las tierras con las encíclicas en la mano, nos vamos a hacer ateos. ¿No reaccionará así el sector emergente de la sociedad civil cuando compruebe que el simple cumplimiento de la Constitución, no es otro el objetivo zapatista, lleva a normas distributivas que afectan a su estatus? Marcos tiene respuesta: ¿Hasta cuándo puede sostener eso? ¿Hasta cuándo pueden sostener que la amenaza a la clase media en México son los indígenas y no el gran poder transnacional? No se puede y en ese sentido, los medios de comunicación, en todo caso, en México, la televisión es muy avasallada, no lo pueden ocultar todo y siempre. También hay un desgaste de la mentira. Ya no se puede vender el fantasma de la guerra fría. ¿Hasta qué punto pueden decir que el oro de Moscú está detrás de todas las desestabilizaciones que hay si es evidente que la estabilidad financiera y política de un país no está en manos de los gobiernos, tampoco en las montañas donde estamos nosotros, está en las bolsas de valores que los gobiernos no pueden controlar. Ese es el enemigo. El gobierno mexicano no tiene el respaldo para aniquilar al movimiento zapatista. No logran convencer a la gente de que somos el enemigo, porque la gente está viendo que el enemigo está en otro lado.
Indígenas del mundo, uníos. Sociedades civiles de la tierra, no desaprovecheis la penúltima oportunidad de servir para algo más que pedir el final de la violencia en las series de televisión o que no salgan tan desnudas en la tele las muchachas en flor o sin flor.