La Jornada sábado 27 de febrero de 1999

Paco Ignacio Taibo II
Sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?

Marché hace un par de días con los estudiantes universitarios en la necia defensa del espíritu de la Constitución. No sólo estoy en contra del aumento de cuotas, estoy a favor de la abolición de las cuotas, la venta de libros de texto a precio de costo a través de las redes universitarias de librerías, la reinstauración de los comedores universitarios y la existencia de un bono estudiantil de transporte.

Por tanto exijo que los federales dejen de gastar en mantener un Ejército tecnificado de 60 mil hombres en Chiapas en guerra contra las comunidades indígenas y recanalicen el gasto público destinando a la educación lo que debería tener.

Ante los fieros recortes presupuestarios de los federales y sus lógicas de volver el mundo rentable (¿rentable para quién?), Barnés tenía dos opciones: haber apelado a la comunidad estudiantil y sus periferias, haber llamado a la movilización, haber diseñado planes de emergencia para generar recursos de apoyo (aportaciones económicas de ex alumnos, cuotas a repetidores, proyectos productivos universitarios de carácter comunitario, cobro de asesorías, disminución del salario de los altos funcionarios, y si nos ponemos a pensar en colectivo pueden surgir decenas) o seguir la lógica de los que lo colocaron en el cargo y ejecutar su política. Eligió lo segundo, eligió obedecer a los federales.

(N. pie de Pág., en medio del texto. Cada vez me gusta más llamar ``federales'' a los federales, tiene justas reminiscencias del huertismo, de los hombres de Reyes combatiendo a Madero en la Ciudadela, de los ministros científicos de Porfirio).

Marcho en medio de la jolgoriosa plebe, trato de descubrir en rostros y manera de vestir los famosos perfiles socioeconómicos del personal. Resulta difícil encontrarlo.

Me conmueve un cartel plumoneado a mano que lleva una ceceachera: ``Sin la raza, ¿cómo va a hablar el espíritu?'' Maravilloso retortijón al lema vasconceliano y a sus delirios del mestizaje astral.

Son muchos, hago estadística fácil: Las muchachas más mal habladas las de Filosofía (me lleno de orgullo), el contingente más grande el de Ciencias, el más festivo el del CCH Naucalpan, el más sorprendente por lo informal el de Derecho.

Noto la ausencia de profesores, honrosas excepciones los señalan aquí y allá. Supongo que se irán incorporando al movimiento, que sin duda crecerá en los próximos días, y evitarán las trampas demagógicas del múltiple mensaje oficial. Un mensaje, el de los federales, que anuncia los primeros pasos de la desaparición de la Universidad pública. Sabemos después de estos últimos años que su inercia privatizadora hay que pararla, que si no se detiene es un vendaval que todo lo arrasa con más precisión que las fuerzas de Atila.

Estoy en contra del aumento de cuotas y marcho. Estoy en cambio a favor de que los estudiantes paguen por su educación gratuita, devuelvan a la sociedad lo que la sociedad les entregó, y que el servicio social sea obligatorio, a pedido comunitario y real.

Mientras el lenguaje del coro manifestante se desata, me pregunto donde están muchos de mis colegas, ¿por qué no han acudido a este espacio donde se encuentra la Justicia sabiamente combinada con las fuerzas de la nostalgia juvenil, único territorio seguro y múltiplemente compartido?

Un contingente desfila al grito de ``Barnés, culero, mejor vete a la Ibero''.

Me despegó del contingente y camino hacia la explanada de Rectoría donde se ha iniciado un premitin. Observo en el atardecer la torre. ¿Dónde está Barnés? Y no era una pregunta retórica. No me interesaba su ubicación en el espectro político nacional. Era un problema de ubicación física del personaje. ¿Estaba en la torre de rectoría cercado por los miles de manifestantes. ¿Estaba en la azotea con un telescopio chirris viendo avanzar la serpentina de las antorchas por el circuito universitario? ¿Se había ido a su casa por miedo a que lo fueran a dejar dentro de la torre de rectoría para siempre condenado a beber pepsis light y comer gansitos marinela? ¿Observaba la marcha desde algún lugar secreto e inaccesible? ¿Fue a trabajar a su oficina? ¿Siguen los rectores trabajando en la torre de rectoría?

(N. de pie 2. Al día siguiente La Jornada había de registrar en su crónica que se me había visto, que caminé ``un rato con los manifestantes''. Me siento ofendido. ¿Cómo que un rato? No sólo arranqué del Monumento a Obregón y llegue al circuito, sino que después del reencuentro con la torre de rectoría regresé para marchar otra vez con los últimos contingentes. Aclarado este punto que para mi honra de manifestante es esencial).

Cuando me fui de CU caminaba en la oscuridad frente a los prados que separan rectoría de Insurgentes y había un fuerte olor a eucalipto. Me quedé pensando en que uno registra los elementos más absurdos, y que de qué me serviría si alguna vez iba a contar esta historia el penetrante olor. Probablemente de nada.