n Sucedió lo que dijo Abreu Goméz: ella desapareció como lo hace la neblina
María Asúnsolo, un pétalo menos entre las rosas
Con una lucidez que no la abandonó un solo instante de su vida, María Asúnsolo preservó en la intimidad de su alcoba los secretos revelados en la forma y el color de la pintura de los más grandes artistas mexicanos del siglo XX. De entre ellos, el autorretrato de David Alfaro Siqueiros le acompañó en su lecho, como la memoria del político mexiquense Mario Colín, y un cuadro al óleo de su hijo, también ya fallecido, realizado por la pintora Teolinca Escobedo.
La memoria nunca la abandonó a pesar de que en su retiro, que no aislamiento, se mantuvo como una mujer de su tiempo. Atenta a los pormenores noticiosos de Chiapas y de los zapatistas, con los que siempre simpatizó, no sólo por el recuerdo de su padre, el general zapatista Manuel Dolores Asúnsolo ųquien entregó las llaves de Cuernavaca a Emiliano Zapata, tras la decisiva toma de la ciudad en la que participóų, sino por el amoroso apego a las causas más sentidas del pueblo, particularmente de los indios.
ųƑCómo está Marcos? ųpreguntaba con insistente preocupación y entusiasmo.
"Por favor dile que cuando pase por Cuernavaca aquí está su casa. Recibiremos a los zapatistas con arroz, pollo y mole".
ųƑCrees que cabrán? ųse preguntaba la mujer que inspiró a los y las más grandes artistas mexicanos del siglo XX.
Próxima a su alcoba, la imagen del subcomandante Marcos a caballo, seguida de una columna de zapatistas chiapanecos, obra de Heriberto Rodríguez, testificaba el paso de las últimas visitas a María. Proclive al pudor de las formas y la delicadeza en su trato, sólo otra fotografía acompañaba en el taburete a la anterior: la de un treintañero Fidel Castro Ruz de boina, barba y puro, y una dedicatoria a la musa mexicana de la revolución socialista de Cuba.
Lectora de Proceso y de La Jornada, cuando la vista vino a menos Rosi, su inseparable amiga, enfermera y confidente, leía párrafo tras párrafo hasta que María dormía. Fabienne Bradu, quien recogió en el libro Damas de Corazón la más fiel imagen de la Asúnsolo, recuerda parte de la lista de los autores a los que inspiró María y constituyen "una catálogo bastante completo de la pintura mexicana moderna": David Alfaro Siqueiros, Jesús Guerrero Galván, Juan Soriano, Diego Rivera, Jesús Escobedo, Carlos Orozco Romero, Nefero, Raúl Anguiano, Federico Cantú, María Izquierdo y el escultor Ignacio Asúnsolo.
Etérea y terrenal, María Asúnsolo conservó hasta el último de sus días el goce de recibir en su mesa a sus amigos, familiares e invitados, como cuando en el esplendor de su existencia visitaba a los presos de Lecumberri y a su paso dejaba en las almas sensitivas la huella de su belleza. Así, el célebre falsificador Enrico Sampietro hizo un grabado en 1951 tomado de una célebre fotografía de María tomada por Gisèle Freund.
Nunca se le escuchó un reproche, a pesar de las circunstancias sociales y personales que en no pocas ocasiones le fueron adversas. Fabienne Bradu recuerda que a pesar de los reiterados esfuerzos de María por recuperar este grabado al precio que fuera, "nunca logró convencer a su propietario de que ella era la legítima depositaria del copyright", para que pudiera exhibirse en la sala del Museo Nacional de Arte (Munal), donde se encuentran los cuadros que le hicieron los más grandes pintores mexicanos de este siglo.
María Asúnsolo ya no está en su casa rosa mexicano de Cuernavaca. En su jardín, en el viento resuenan las palabras de Emilio Abreu Gómez, quien fuera su eterno amigo: "María Asúnsolo es como el último ángel que asciende al cielo, o como el último que baja a la tierra. María Asúnsolo va por los caminos de la vida, libre de toda pesantez. La huella de su sombra ondula en la claridad del viento. Un día desaparecerá como desaparece la neblina en el caracol de la brisa; cuando esto suceda, habrá un lucero más en el cielo y un pétalo menos en todas las rosas".
Ya sucedió.
(Juan Antonio Zúñiga Mendoza)