La Jornada domingo 28 de febrero de 1999

ƑUNA CANDIDATURA OPOSITORA UNICA?

El jefe del Gobierno del Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas, en su carácter de probable candidato a la Presidencia de la República por el Partido de la Revolución Democrática, sin abdicar ni de sus diferencias con los demás partidos ni de las líneas fundamentales de su programa, ha propuesto a las fuerzas políticas democráticas del país la realización de elecciones primarias para postular un candidato opositor único y reunir el empuje electoral necesario para derrotar al PRI en los comicios federales del año 2000.

La base de la propuesta --cuyo destinatario principal sería el PAN-- consiste en que cada partido presente su candidato (con sus ideas propias y su plataforma) junto con el compromiso de cada instituto político de apoyar al candidato vencedor en las elecciones primarias. De esa manera, la alianza opositora sería capaz de superar la resistencia que, en importantes sectores del aparato oficial, persiste en contra de la alternancia en el poder y la normalización democrática de México.

El mecanismo sería similar, en cierta forma, al adoptado recientemente en Argentina por el Frente País Solidario (Frepaso), partido de centro-izquierda de origen peronista, y la Unión Cívica Radical, viejo partido liberal antiperonista. En ese caso, ambas organizaciones eligieron a sus candidatos y --aunque mantienen sus diferencias-- los sometieron a una votación en la que ganó el radical De la Rúa, ahora aspirante común de la alianza opositora a la presidencia de la república.

En Argentina, nación políticamente muy distinta a México, todavía no se realizan las elecciones y aunque la oposición ha construido una alianza, no está claro si la base del Frepaso aceptará votar por un liberal, en el caso de que se presente como candidato presidencial un militante justicialista que proponga una línea distinta a la de Menem.

En nuestro país, la propuesta del ingeniero Cárdenas de unir los votos de la oposición para derrotar al PRI, aunque resulta sugerente e interesante (y representa una toma de posición decidida para superar diferencias y abrir el camino hacia la alternancia en el Ejecutivo federal), podría suscitar resistencias y dificultades severas no sólo por parte del PAN, sino también del propio PRD.

Basta recordar que en el Congreso de la Unión no fue posible mantener el llamado bloque opositor (pese a que la oposición reunida tenía mayoría frente al PRI) y, sobre todo, que el voto del PAN en favor de la conversión en deuda pública de los pasivos del Fobaproa ahondó y exacerbó las diferencias ya existentes entre panistas y perredistas. Para muchos militantes de izquierda, el PAN se ha convertido en comparsa del PRI, mientras que en las filas panistas muchos se sienten agraviados por las fuertes recriminaciones recibidas, luego de la votación sobre el Fobaproa, de los perredistas. Además, las diferencias de tradición política y de posiciones de ambos partidos respecto al papel del Estado, a la economía, al igual que en relación con los movimientos sociales e indígenas, se han ahondado al calor de las últimas disputas parlamentarias.

Con todo, queda en pie la meritoria idea planteada por Cárdenas en el sentido de que las personas, organizaciones y partidos comprometidos con la democracia se reúnan para entablar una discusión a fondo sobre cuáles deberán ser las vías, las alternativas, los acuerdos necesarios y las dificultades para construir una posible alianza opositora con miras a los comicios del 2000.

En la medida en que el debate sobre ese asunto se desarrolle de manera abierta y de cara a la sociedad, será posible, por un lado, incentivar la comprensión y el acercamiento entre las diferentes fuerzas políticas de la oposición y, por el otro, propiciar, con o sin alianza, la ampliación de la conciencia democrática de los mexicanos y el mantenimiento del clima de civilidad que debe prevalecer entre partidos y candidatos.