VENTANAS Ť Eduardo Galeano
Maternidad
Elena, la madre del Coco Cano, yacía en una cama de hospital, y no iba a salir viva de allí. Sentado a su lado, el hijo le estaba acompañando, en silencio, las últimas horas. Hacía medio siglo que se conocían, se sabían todas las manías y las mañas, y no era fácil decir adiós.
Entró una enfermera, formulario en mano. La enfermera venía a cumplir con una obligación burocrática:
En caso de que... Ƒdesea la señora donar sus órganos?
Elena se rió:
ƑA mis años?
Pero pensó un ratito:
Todos los órganos, no dijo. Voy a donar dos.
ƑCuáles?
Los ojos.
Y al pie del formulario, con mano tembleque, firmó.
Entonces clavó sobre su hijo los bellos ojos celestes que iban a sobrevivirla, y le advirtió:
Para que no andes haciendo bandideces por ahí.
Pero, después, pensó el asunto: con dejar los ojos no resolvía la desconfianza. Así que se levantó de la cama y, contra todo pronóstico, se quedó en el mundo viva y coleando.