Masiosare, domingo 28 de febrero de 1999


Manuel Vázquez Montalbán


México en la hora
de la verdad


Hermann Bellinghausen


El síntoma de una nueva modernidad crítica y estratégica para la izquierda en todo el mundo. Una simiente de futuro. El movimiento zapatista según el escritor y periodista Manuel Vázquez Montalbán, quien hace poco viajó a la selva para constatar que tras ``las farsas del supermercado de la modernización uniformadora o los restos del naufragio semántico del marxismo-leninismo... Marcos ha vuelto a poner nombre a las reinvidicaciones, porque ha partido de un sujeto de cambio histórico realmente existente''. El creador de Pepe Carvalho sentencia: ``Para México es una hora de la verdad, después de esa enorme construcción del simulacro priísta''

Según el escritor Manuel Vázquez Montalbán, el movimiento indígena de los zapatistas representa ``el síntoma de una nueva modernidad crítica y estratégica para la izquierda en todo el mundo. Eso me interesó desde el primer momento''. Ahora, después de visitar la Selva Lacandona y entrevistar al subcomandante Marcos, después de observar de cerca la militarización y la vida en resistencia en la ``zona de conflicto'', considera que para México ha llegado ``la hora de la verdad''.

Sin haber sucumbido al desencanto posterior al derrumbe del socialismo real, Vázquez Montalbán, comunista durante el franquismo que hasta la cárcel conoció, confiesa que el levantamiento indígena y su efecto revitalizador en los movimientos sociales y el pensamiento de la izquierda ``fueron totalmente inesperados''.

Durante una amplia charla en un hotel de San Cristóbal de las Casas, el escritor ``catalán y español'', uno de los novelistas más leídos de nuestra lengua, pero también un ensayista de amplio registro cultural y sostenida reticencia crítica, se entusiasma hasta decir: ``El zapatismo es una simiente de futuro''.

O sea que, después de que Dios entró en La Habana (como se titula su libro más reciente), aún hay hacia dónde voltear con razonable optimismo.

Nuevo lenguaje, nuevos caminos

Hombre de izquierda, comunista histórico, pero ante todo adscrito a un humanismo racional en la tradición de Machado y Juan de Mairena, Vázquez Montalbán trata de no entusiasmarse cuando reconoce cuánto lo estimuló la idea de que el levantamiento del EZLN ``ponía en estado de sitio a un gobierno tan especial como el mexicano, basado en una doble verdad revolucionaria al servicio de un estatus completamente clasista, y además utilizando el clientelismo a todos los niveles para crear una no-verdad''.

``El ejemplo de no-verdad política más claro es el PRIâ que ya se había ganado el ser una denominación universal. Para criticar las deformaciones de un partido, por ejemplo el PSOE de Felipe González, decíamos `esto es como el PRI'. Lo peor es que los socialistas españoles han hecho muy poco por demostrar lo contrario''.

``Lo de Chiapas'' le interesa como metáfora global. ``Me interesa mucho que aquí se conciban las reivindicaciones indígenas como posibilidad de un nuevo Estado y un poder plural. ``De que la democracia se profundice, como hecho a exportar, al plantearse como elemento de análisis autocrítico de lo que es la globalización''.

Vázquez Montalbán encuentra en el zapatismo mexicano un nuevo lenguaje, y ``la búsqueda de un nuevo sujeto histórico de cambio'', después de la quiebra de los paradigmas de transformación revolucionaria que se conocieron en el siglo XX.

Este nuevo lenguaje, dice, ``se personaliza en Marcos, pero lógicamente no es una creación individual, sino que tiene elementos colectivos y orgánicos, y por lo que apenas supe su resultado es interactivo. Ante el sustento crítico de un pensamiento tradicional, el lenguaje (también) tradicional de la izquierda de pronto se encuentra ante la obligación de un nuevo interlocutor, y plantea la necesidad de lo que en comunicación se llama feedback: mandas un mensaje, y a ver cómo lo recibe el interlocutor. Si el mensaje es real, funciona y se da la interacción''.

``Esta es la clave de la legitimidad de cualquier discurso político'', agrega. ``El nuevo lenguaje está tan interrelacionado con una manera de pensar que no se pueden separar. ``Una manera de entender la religión, las formas de hacer política, los mecanismos de poder, la distribución de bienes, y todo en clave de equidad. Ya no se plantea en los términos de socialismo científico. En mi opinión, es un discurso construido para la nueva situación''.

Victoria de los ``perdedores''

Ante esta admirable circunstancia, el autor de los textos críticos Panfleto desde el planeta de los simios, El escriba sentado y Manifiesto subnormal, prevé que ``los antagonistas dirán que el lenguaje zapatista es nostálgica posmarxista''. No obstante, hay muchos elementos que lo contradirán: ``Es imposible, ante la escritura del EZLN y de Marcos, acusarlos de sufrir nostalgia del marxismo. Y eso ya es una victoria''.

``El problema de Europa, aun de las izquierdas, es que contempla lo que sucede en esta parte del mundo lo mismo que un terremoto. Allá se tiene la idea de que los países que tienen huracanes y terremotos son los que tienen menos sedimentada la política''.

``Entre otras cosas -explica-, porque el desarrollo económico europeo hace las cosas menos destruibles. Hay una tendencia a contemplar América como el mundo inacabado donde todavía es posible la aventura. No condeno esta idea, pero es primaria''.

Como quiera, Vázquez Montalbán señala que en Europa quienes se han apoderado del zapatismo no son precisamente ``la casta intelectual dominante ni las formaciones políticas de izquierda, sino que lo ha hecho un sujeto diferente: el perdedor europeo''.

Y abunda: ``No el `marginado', según se entendía la vieja pobreza, sino el que se resiste a identificarse con el establishment y con el resultado de la globalización. La juventud que no encuentra trabajo, las izquierdas que han calentado un debate autocrítico y crítico muy fuerte, pues no están implicadas en la alianza entre el establishment y el sector emergente. Los sectores que han tomado el zapatismo, porque lo han visto como una premonición, o al menos como una ejemplificación de otra sensibilidad y otra manera de comprender el juego político.

En consecuencia, Vázquez Montalbán encuentra ``lógico'' que incluso partidos, como Refundación Comunista de Italia, tengan ``un código de oposición afín al zapatismo''. Pero se pregunta: ``Hasta qué punto la izquierda europea se encuentra en condiciones de vivir una doble conducta, que es la lucha por el mercado en el juego político en curso, y la lucha por el cambio ético''.

``El zapatismo ha servido para demostrar lo difícil que es mantener ese equilibrio. Y ante la complejidad de las integraciones social, política y económica de Europa no señalaría ninguna formación de la izquierda política capaz de lograr por ahora dicha integración. Eso, tarde o temprano, acabará por ser un problema crucial para quienes buscan el cambio. Pero falta que aumenten lo que, en terminología clásica, hubiésemos llamado las contradicciones internas''.

El fin y el recomienzo

Habrá que considerar estas reflexiones de Manuel Vázquez Montalbán como consecuencia directa de su reciente libro La literatura en la construcción de la ciudad democrática (Crítica, Barcelona, 1998), en el cual ajusta cuentas con el socialismo pervertido de la Unión Soviética (``la ciudad socialista'', la abolición estalinista de la utopía y, al final, de la más elemental justicia), y apunta a la reconstrucción, crítica y escarmentada, de una deseable ``ciudad democrática'', entendida en términos tanto culturales como políticos. Así, tenemos al crítico de (y de la) izquierda apoyando su horizonte conceptual en autores heterodoxos, como George Steiner, Morthrop Frye, y más atrás Walter Benjamin, en una epopeya cuyos nuevos héroes serían Ana Ajmatova, Ossip Mandelstam, Isaac Babel o Domiti Shastakovich, es decir, las víctimas culturales del ``socialismo científico''.

Y desde ahí concluye, de manera provisional, y luego de visitar la novela negra estadunidense y su propia saga del detective Pepe Carvalho, en las postrimerías de la ciudad franquista y el choque de la posmodernidad occidental, con las siguientes líneas:

``Mientras la ciudad democrática siga siendo una necesidad, que no una utopía, la literatura podrá contribuir a construirla, superadas las saturaciones del siglo XX, abiertos los escritores a la misma posibilidad de pureza con la que el subcomandante Marcos trató de hacer una revolución después de la revolución'' (Op.cit., p. 188).

En su flamante y vasto reportaje Y Dios entró en La Habana (El País-Aguilar, Madrid, 1998), Manuel Vázquez Montalbán creyó cerrar sus cuentas con la revolución cubana, y de paso con el asunto América Latina. ``Así, el abundante testimonio ``de una vida'' en torno a la experiencia revolucionaria cubana, con las excepcionales circunstancias de la visita papal a la isla, creyó cerrar el expediente con una entrevista a Rigoberta Menchú y un intercambio epistolar con el subcomandante Marcos.

Y allí concluye que tras ``las farsas del supermercado de la modernización uniformadora o los restos del naufragio semántico del marxismo-leninismo... Marcos ha vuelto a poner nombre a las reinvidicaciones, porque ha partido de un sujeto de cambio histórico realmente existente''.

Entonces encuentra que el zapatismo ``representa insurgencias esenciales''. El indígena ``como sujeto internacional, el mestizaje como lo deseable más que como lo inevitable''.

El autor de las populares aventuras detectivescas de Pepe Carvalho (21 novelas hasta la fecha) no termina de toparse con desafíos. El poeta de Memoria y deseo (título deliberadamente cernudiano) y Ciudad (Visor, Madrid, 1997) encuentra que, ``rojinegras damas de crespón/ las sibilas predicen/ no se puede no se debe no se sabe no se vuelve''.

Y sin embargo, ``sí se vuelve'', aunque los bárbaros hayan decidido prohibir ``cualquier paisaje que proclama ¡subversión!''

Entre los muchos ciclos del torrencial polígrafo, autor también de una Autobiografía del general Franco y otros títulos arriesgados, ahora se abre inexorablemente el ciclo zapatistas-Chiapas-México, pues no hay fin sin nuevo comienzo.

Los indios son personas

Son muchas las armas críticas de Manuel Vázquez Montalbán. Además de todo lo dicho, es también uno de los periodistas y articulistas más leídos en el ámbito de nuestra lengua (El País de España, Página 12 de Argentina, La Jornada de México, entre otros). Y considera: ``Para un sector de la inteligencia europea y española, México es un importante centro de atracción''.

``Me voy a poner ecléctico y posmoderno'', bromea. ``Allá interesan los corridos zapatistas y Chavela Vargas, Pancho Villa, Alfonso Reyes, Octavio Paz y Carlos Monsiváis. No es una moda''. Sin embargo, reconoce que en Europa hay ignorancia sobre América Latina. ``Estamos viviendo una situación de desencuentro. Pasada la edad de oro del boom, entre España y América Latina han quedado las figuras emergentes como pichachos de una gran cordillera, y no se ve lo que hay detrás''.

``En Europa hay un desarme de gurús. En otras ocasiones he dicho que se acabó Sartre, pero fue mal sustituido. El principal intelectual de Europa es el presidente del Bundesbank; el que crea pautas económicas, crea cultura''. Por eso el interés en el zapatismo: ``Ha generado una gran curiosidad por esta posibilidad de reconstruir en proceso de aproximación cultural''.

Entonces, el entrevistado se pone sentencioso y grave: ``Para México es una hora de la verdad, después de esa enorme construcción del simulacro priísta, un estuche revolucionario para un esquema de poder de clase, que marcó una diferencia inmensa entre el sector dominante y las capas menos favorecidas, los dobles perdedores sociales, que ya perdieron en el siglo XVI y han vuelto a perder después de la revolución industrial: los indígenas''.

Para el escritor, nacido en Barcelona en 1939, el que ``está reconsideración histórica'' provenga de los pueblos indígenas resultó ``completamente inesperado''.

``Sólo gente que vive de cerca la reconstrucción de ese mundo indígena, desde aquí adentro, pudo verlo venir''. Quizás ``algunos esfuerzos religiosos, o algún sector de antropólogos, podrían estar al tanto. Desde afuera no se ha visto que llegaría a esta situación''.

``En este sentido -agrega Vázquez Montalbán- lo de Chiapas ha sido muy revelador, hasta para el pensamiento católico''. Y se refiere a un artículo de Javier Sicilia, muy crítico del ensayo de Enrique Krauze sobre Samuel Ruiz en la revista Letras Libres (a la que considera ``totalmente de derecha''). Le llamó la atención que Sicilia hable de Munier y el personalismo filosófico. ``Ahí está la gran coartada de la Teología de la Liberación, el corpus ideológico que puede reivindicar el catolicismo de izquierda'', si bien reconoce que la izquierda mexicana es no católica, incluso anticlerical, ``y es casi sano que sea así''. Aunque no es lo mismo ``el religioso que lucha con el pueblo que el clérigo que vive en los cocteles del Vaticano para mantener la guerra fría''.

La revolución recuperada

``El zapatismo es una simiente de futuro'', afirma para su propia sorpresa. Si bien ``el nombre actúa a su favor y en su contra. Parece la segunda parte de la película de Elia Kazan, cuando el caballo blanco trota hacia las montañas y aquel dice: `algún día volverá'. Pero recupera la revolución frustrada. Las contradicciones del zapatismo significan la autenticidad revolucionaria, luego de que el juego de intereses del poder lo mermaron hasta cargárselo''.

Lo auténtico se estereotipa. ``Como el caso de Madero simboliza al demócrata bien intencionado a quien desborda la situación. Y luego se apodera de la revolución un sujeto histórico que, con sus circunstancias cambiantes, incluido Lázaro Cárdenas, termina construyendo un curioso monstruo, un montaje extraordinario de doble verdad, y eso ha llegado a un límite. Ahora la clase intelectual priísta está sitiada''.

No obstante, aclara que ``la capacidad de zarpazo del sistema puede ser terrible todavía''. El hecho histórico es ``evidenciador, como reivindicación indígena, y como metáfora del perdedor de la globalización''.

``La coincidencia entre el acuerdo comercial con Norteamérica y el estallido zapatista expresa la razón del globalizado frente a la del globalizador en los términos hace 30 años llamábamos con Franz Fanon los condenados de la tierra: y ahora con una carga histórica durísima, se opone al lenguaje piadoso de los técnicos, que hablan de globalizados, de centro y periferia, norte y sur, y que sólo balsamizan lo que antes se resolvía en el término imperialismo. Y ya que se ha inventado el lenguaje balsámico, ahora habrá de alcanzar el dramatismo que se merece la diferencia entre globalizador y globalizado''.

``Sospecho que sus enemigos buscan acabar con el zapatismo por cansancio. El PRI busca agotar a las comunidades y a la sociedad civil que se ha sentido convocada, movilizando efectivos de ataque militar y paramilitar, lo mismo que la presión intelectual y mediática''. A pesar de todo, Vázquez Montalbán encuentra que ``ya es indestructible esa teoría de Marcos del espejo. Un espejo que quizás ya no se puede atravesar, pero que tampoco podrán romper''.

``El zapatismo apunta una lectura crítica de ese final feliz de la historia, ejemplar para toda la globalización. Después de la caída del muro de Berlín, del mercado único, la verdad única, el ejército único, salta por encima de las ruinas''.

Al triunfo de la globalización, Vázquez Montalbán le encuentra dos puntos débiles: ``Primero, crea un sufrimiento social que puede convertirse es factor de inestabilidad, y segundo, no garantiza que su mecanismo productivo tenga los clientes suficientes''. Encuentra ``irrecuperable'' para el mercado buena parte de Africa, y el sureste asiático ``en crisis total''. Y en América Latina, ``a pesar de la operación de holocausto de la izquierda, la alianza entre militares y la Escuela de Chicago no dio los resultados esperados''.

De ahí las sorpresas: ``Si leemos a Rifkin, Vivianne Forrester o George Soros pidiendo un nuevo humanismo y una nueva ética, encontramos que los globalizadores se están asustando con los resultados. No pueden mantener en todos lados el encantamiento de la metrópoli''. Y se pregunta, ¿qué queda? ``Son tan ricos que puede meter a la cárcel o matar a todos los perdedores sociales, y para los demás crear puestos de policías privada para cárceles que también serán privadas. El sistema no tendrá otra manera de defenderse si no cambia''.

``Ante eso, queda el surgimiento de nuevas alternativas organizativas y éticas''. Y justifica su interés en la experiencia mexicana: ``El alzamiento de Chiapas ha sido uno de los esfuerzos más afortunados e interesantes'', en esta búsqueda de hacer mejor las cosas.

Le sorprenden varias cosas inesperadas: el hundimiento de Carlos Salinas, la disputa indígena por territorios lingüísticos que parecían perdidos, el desafío histórico que sale después del aplastamiento global, la trama alternativa mediática que él creyó concluida desde tiempos de Hans M. Enzensberger, ``y ese flanco de la influencia zapatista en los chicanos, que tiene un gran porvenir''.