La Jornada lunes 1 de marzo de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Con la propuesta que hizo para que partidos y organizaciones de oposición elijan en comicios primarios a un candidato presidencial único, Cuauhtémoc Cárdenas puso aún más en evidencia la orfandad política del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Mientras los opositores virtualmente asumen que sus aspirantes presidenciales ya están totalmente definidos (Cárdenas, en el PRD y Fox en el PAN), en el PRI todavía están en la prehistoria: su discusión central se refiere a las posibilidades de realización de una manoseada asamblea cuyo presunto debate principal, el referente a la anulación de los famosos candados, ya ha sido resuelto con toda anticipación (y anunciado con increíble descuido) por el doctor Zedillo mediante algunos de sus secretarios.

Y, además, mientras los virtuales candidatos opositores van varios pasos adelante, al grado de que la discusión ahora es sobre la posibilidad de las citadas elecciones primarias, en el PRI no sólo no tienen un firme prospecto presidencial, sino que, en cierta medida, carecen de una alternativa que encarne el elemental pero firme rechazo de una buena parte de los priístas a las políticas neoliberales.

El asunto no es menor. Sucede que mientras los adversarios están discutiendo con la vista puesta en una victoria que consideran inevitable, los priístas están encerrados en un precario abanico de prospectos presidenciales, de los cuales ninguno aparece en este momento dotado de un proyecto atractivo ni para la sociedad en general y ni siquiera para la mayoría de los propios priístas.

Los riesgos de la ruptura

Y es que, enzarzados en la discusión artificial y distractora de los tales candados, los priístas parecen reparar poco acerca de la grave contradicción rupturista que hay entre las bases del tricolor (que son crecientemente adversas al neoliberalismo), y la inequívoca realidad de no contar con ningún candidato o proyecto político capaz de ganar la partida a la tecnocracia.

Tal contradicción rupturista tiene nombres y apellidos: de los presuntos precandidatos presidenciales, no hay ninguno, con viabilidad verdadera, que pudiese dar el giro a la política económica que las bases priístas reclaman. Quienes se mencionan hoy, desde el flanco oficialista del tricolor, son personajes plenamente comprometidos con las políticas desarrolladas por Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.

Dos grupos distintos, un solo proyecto verdadero

En ese esquema, el actual depositario de la estafeta neoliberal, el doctor Zedillo, ha jugado públicamente con dos grupos de presuntos aspirantes: uno, el de quienes tienen formación política y antecedentes de elección popular, es decir, de quienes no necesitan ninguna apertura de candados; otro, el de los funcionarios que nunca han sido representantes populares y/o no tienen antecedentes de militancia priísta.

Pero la discusión real no está en ese punto engañoso de los citados candados. Francisco Labastida Ochoa y Esteban Moctezuma Barragán, que son los integrantes del primer grupo, están plenamente comprometidos con el proyecto político y económico que actualmente desarrolla el presidente Zedillo. Con los naturales matices que cada personaje impone a su propio tiempo, pero ninguno de esos dos aspirantes podría proponer ni garantizar cambios sustanciales al rumbo que hoy lleva la nación.

Los integrantes del segundo grupo (José Angel Gurría, Guillermo Ortiz, Juan Ramón de la Fuente y Carlos Ruiz Sacristán) no pueden ofrecer tampoco algo sustancialmente distinto a lo que hoy realiza su jefe y promotor, el doctor Zedillo.

Por todo ello, en el PRI se viven hoy convulsiones internas que desembocarán en escisiones que serán aprovechadas sobre todo por el PRD.

Los dos falsos adversarios internos

Los impugnadores internos del proyecto neoliberalista-zedillista rumbo al 2000 tienen puntos altamente débiles: mientras Manuel Bartlett no pueda ir a Disneylandia (o adonde él quiera, aunque se ha usado aquí el punto geográfico de referencia que el propio ex gobernador poblano suele utilizar), no podrá aspirar seriamente a ser candidato presidencial mexicano.

Por más que lucha contra su pasado, el ex secretario de Gobernación no puede evadirlo. Ni la sombra de la caída del sistema ni la sospecha de su vinculación con asuntos turbios. En lo electoral jamás se podrá probar nada (y mucho menos después de la quema de las boletas del 88, que se realizó gracias a la votación parlamentaria conjunta de PAN y PRI), pero en lo referente a vínculos con el narcotráfico ningún alegato podrá servir mientras Bartlett no ponga un pie en territorio estadunidense.

Roberto Madrazo Pintado, que es el otro héroe de la falsa resistencia contraria al neoliberalismo zedillista, tampoco tiene verdadera viabilidad. Le persigue el escándalo de los excesivos y sospechosos fondos usados en su campaña electoral en busca de la gubernatura que hoy ejerce.

Pero su historia negativa no ha quedado ahí: ya en el poder ha actuado de una manera contraria a los mínimos requerimientos de los tiempos políticos modernos: autoritarismo, control cerrado de los medios de comunicación, trampas y tretas de toda laya contra sus opositores.

Nomás de una sopa

De tal manera que, desde hoy, la única sopa que se está cocinando en Los Pinos para los priístas está formada con elementos garantes de la sobrevivencia del proyecto neoliberal. Pero entonces, cuando se pretenda hacer tomar a los párvulos del tricolor el único menjurge disponible, será cuando se produzcan los rompimientos que acaso hagan la diferencia sustancial en el 2000 entre la votación del candidato priísta y la de los aspirantes opositores o el aspirante único, en caso que prosperara la iniciativa hoy a debate.

Y es justamente en ese escenario en el que cobra especial relevancia la propuesta del jefe del gobierno de la capital del país. Mientras los priístas vagan en espera de que un rayo milagroso les ilumine, los opositores refuerzan sus estrategias de triunfo y juegan de cara a la opinión pública con una carta de dificilísima realización (la de las elecciones primarias), pero de importantísimo posicionamiento victorioso.

En la orfandad política, en espera de que les resuelvan la fecha de una asamblea cuyos resultados principales ya fueron tomados por El Dedo Resurrecto, sin precandidatos que generen expectativas de cambio, el PRI se queda tan sólo con una carta, la de la violencia institucional para conservar el poder. Y allí, en ese escenario, es en el que residen las máximas preocupaciones: en el de la desesperación extrema de las densas redes de complicidades que se ven en riesgo de derrota.

Astillas: Priístas y perredistas demostraron ayer apoyo a quienes los representaron en las pasadas elecciones de gobernador. En Chilpancingo, los del tricolor denunciaron, por voz de Mariano Palacios, el que el PRD hubiese llevado los aires de la violencia a Guerrero en los comicios recientes. En Acapulco, el partido del sol azteca, con su plana mayor, aseguró que mantendrá apoyo al triunfo de Félix Salgado MacedonioÉ La sede panista de Gómez Palacio, Durango, fue embargada por un adeudo a una compañía radiodifusora a la que no se le pagó propaganda de una campaña electoral anterior. Rosario Castro, que fue candidata a gobernador de la entidad, también había sido presidenta municipal de Ciudad Lerdo.

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