CLASE POLITICA Ť Miguel Angel Rivera

El mes que hoy se inicia será uno de los más decisivos en la historia de México. De lo que suceda en los próximos días dependerá la sucesión presidencial del 2000, y con ello la historia futura de nuestro país.

Cada vez se escuchan más voces de analistas y estudiosos que consideran que el actual partido en el gobierno, el PRI, está a punto de ceder el paso a nuevas fuerzas políticas, luego de haber mantenido un poder casi absoluto durante siete décadas.

Pero ese cambio no es algo automático. Primero tiene que darse una serie de condiciones, pues aunque sus enemigos traten de minimizarlo, el heredero del PNR y PRM es todavía la principal fuerza política del país, o tal vez, para mejor decirlo, todavía ninguna de las fuerzas de oposición tiene por sí sola la capacidad para destronar al PRI.

Por eso desde hace tiempo, pero con mayor intensidad en los últimos días, las principales figuras de la oposición sostienen la conveniencia de organizar una alianza para poner fin al largo periodo de dominio priísta.

Pero una cosa son los deseos y otra es convertirlos en realidad.

Por ejemplo, el presidente del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, es uno de los que se han manifestado en pro de la unidad opositora, pero su mandato está prácticamente concluido. El próximo fin de semana habrá nuevo dirigente nacional panista y todavía no se sabe si el elegido estará a favor de esa unidad o buscará el triunfo sólo para su partido.

Silencio cómplice

En la vida del PAN hay antecedentes de que los principios van antes que el pragmatismo. Por ejemplo, en 1975, ante el riesgo de entregar la representación a un grupo de entonces ``neopanistas'' encabezados por el ahora tan extrañado José Angel Conchello y Pablo Emilio Madero -quien abandonaría posteriormente las filas del blanquiazul-, las corrientes tradicionales del partido prefirieron no postular candidato a la Presidencia, y así el priísta José López Portillo hizo campaña sin opositor al frente, pues el PCM lanzó candidato, pero no tenía registro oficial para participar en las elecciones.

En la actualidad el pragmatismo del que ya ha hecho gala Vicente Fox Quesada -el casi seguro abanderado presidencial del PAN- podría llevar a Acción Nacional a la alianza con otras fuerzas para derrotar al enemigo común. La decisión final dependerá en gran medida de quien sea el nuevo presidente de ese partido. Los dos candidatos registrados son Luis Felipe Bravo Mena y Ricardo García Cervantes.

Antes de que el PAN defina su camino, se tendrá que conocer el proyecto a futuro de la principal fuerza política nacional, el PRI. De lo que suceda en su interior dependerá lo que sobrevenga en el 2000. Así de importante es la presencia y el peso del Revolucionario Institucional en la vida del país.

El proyecto priísta se deberá conocer a más tardar el próximo jueves 4, cuando se celebre el 70 aniversario del PNR-PRM-PRI.

Pero inclusive si no se produjera ningún anuncio, la inacción o inmovilidad también serían indicadores muy significativos, pues dentro del partido oficial hay fuertes corrientes que desean que nada se mueva y que todo sea como siempre: que a fines de año el presidente Ernesto Zedillo apunte con su dedo quién será el próximo candidato.

Será, pues, muy importante lo que se diga, pero el silencio también tendrá un gran valor.

También en este mes se decidirá el futuro de la restante de las tres principales fuerzas políticas nacionales, el PRD. La sucesión en ese partido merece un espacio más grande del que le podríamos dedicar hoy.

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