n Expondrá desde el jueves 4 en el Rufino Tamayo
El propósito de mis sueños es cumplirlos: González Gortázar
Merry Mac Masters n ƑQuién no ha visto la escultura monumental La gran espiga (1973) en el cruce de Calzada de Tlalpan y Miguel Angel de Quevedo? Pero, Ƒcuántas personas saben que su creador es Fernando González Gortázar (1942, ciudad de México)? Para el arquitecto y escultor lo importante de la obra urbana es que nadie sepa de dónde provino, ''y que lo vean como algo que ha estado allí, como los cerros, como los árboles".
El artista cuenta una anécdota: "Hace unos días leí en un periódico de Guadalajara (ciudad donde creció y se educó) algo que realmente me alegró: Resulta que en torno a una obra de arte urbano que tengo allá, La torre de los cubos (1972), están construyendo una red de pasos a desnivel para peatones y automóviles.
''Con ese motivo la persona que hizo el texto preguntó a muchos transeúntes y funcionarios gubernamentales quién era el autor de esa torre que mide 30 metros de alto y que no puede pasar desapercibida. Según esa persona nadie le pudo contestar.
''Para mí es un prodigio que la gente se haya acostumbrado a una imagen que forma parte de su vida cotidiana y que es un elemento anónimo más de su barrio o ciudad. Creo que es a lo más que se puede aspirar en este sentido.
''No, no siento que mis obras hayan sido incomprendidas. No es fácil hacer ese tipo de obras en ningún lugar del mundo. Con muy pocas excepciones aquellas obras que han recibido un fuerte rechazo inicial, han acabado por ser no sólo aceptadas, sino defendidas por los ciudadanos para los que estuvieron hechas".
Un soñador
González Gortázar se considera un soñador con una salvedad: "No son sueños que hayan sido soñados para quedarse así, sino para materializarse y para modificar las realidades de los demás".
Esa condición quimérica ha dado nombre a su exposición Fernando González Gortázar. Años de sueños (1965-1999), el cual se inaugurará el jueves 4 en el Museo Rufino Tamayo, así como la publicación de un libro homónimo.
ųƑDesde cuándo te consideras soñador?
ųMe considero soñador desde que tuve la necesidad de entender un mundo que me resultaba absolutamente incoherente, en el que nada correspondía con nada, lo que me decían no correspondía con lo que yo veía, y lo que me hacían creer no coincidía con lo que creían otros. La necesidad de ir poniendo un poco de luz en esta confusión fue uno de los motores del sueño, pero hubo otro. Cuando vi la película King Kong, la primera versión, y posteriormente Las minas del rey Salomón, fueron para mí como definiciones vocacionales. Había allí unos mundos fantásticos, maravillosos, había una incitación a explorar, a aventurarse, y después ųen mi casoų de intentar crear realidades distintas. Creo que de estas vertientes, y de otras, nació el sueño.
"Recuerdo muy bien, por increíble que suene, la primera vez en mi vida que escuché el mito del paraíso terrenal, a Adán y Eva viviendo en el edén, así como mi desesperación ante el desenlace de la historia. No sólo porque los seres humanos teníamos que morir a partir de entonces, sino que habíamos sido literalmente expulsados del paraíso y había que recuperarlo.
"Y el contraste entre ese paraíso perdido y la realidad que vivimos es tan brutal que el sueño de volver a la plenitud, por parcial que esto sea, pues tiene un motor poderosísimo. Tal vez si la realidad fuera menos brutal habría menos urgencia del sueño.
''Por otro lado, toda empresa y toda realización que valga la pena empieza como un sueño. Una de nuestras mayores urgencias es la de volver a soñar sueños posibles y luego luchar para que se realicen. Este ha sido mi caso".
Las obras de González Gortázar, sea la Fuente de la hermana agua, en Guadalajara; el Paseo de los Duendes, en San Pedro Garza García, Nuevo León, o la Fuente de las escaleras, en el área conurbada de Madrid, España, pueden considerarse "pequeños intentos de acercarse a la felicidad", compartidos, claro, con los demás.
Retoma: "El dejar que todo esto fluya sin programarlo ha sido mi gran sueño personal. En la medida que haya sido capaz de transmitir a los demás este sueño, mis obras habrán triunfado o habrán fracasado".
Reconoce, no obstante: "Es evidente que nadie te propone hacer un monumento de 30 metros de altura. La gente te dice 'quisiera algo para esta plaza'. Esperan que tú les lleves la propuesta de una maceta con rosales, pero tú les llegas con una fuente de 25 metros de altura. En 90 por ciento de los casos la gente se asusta y te rechaza la propuesta, y no te lo paga obviamente. Pero gracias a los poquitos casos en que la gente se entusiasmó con aquello que le llevas porque no se les había ocurrido, he podido hacer lo poco que he hecho".
Tanto la exposición como el libro recogen también aquellos proyectos que se han quedado en el tintero ųque no han sido pocosų, entre ellos, algunos de los más "propositivos". Pero González Gortázar considera que la jerarquía del acto creativo es la misma en lo que se construye y en lo que no.
Acota: "la realidad es que lo nuevo suele inspirar mucho miedo. Para poder hacer una obra que realmente proponga no se necesita sólo un creador, sino también un cliente capaz de compartir esa fe, capaz de dar la batalla, capaz de correr el riesgo de fracasar que siempre está presente, de saber que en los primeros momentos van a llover las críticas. En pocas palabras se necesita un cliente que no abunda, ni en los ámbitos públicos ni en los privados.
"Por otra parte, la totalidad de mi vida profesional se ha desarrollado en esta interminable crisis de la economía mexicana. Por si todo lo anterior no bastara, sé que mis aptitudes promotoras no son muy grandes. Es muy excepcional que alguien le encargue una obra a un arquitecto porque éste es bueno. Generalmente se encargan las obras porque es mi amigo, porque es mi pariente, porque está de moda, porque puede ayudarme a conseguir financiamiento con el banco. O ha sido por décadas un repugnante lugar común principalmente, aunque no en exclusiva, en el caso de los trabajos públicos, porque es mi cómplice.
"Se trata de juegos que nunca me han interesado jugar, y esto desde luego también ha delimitado mis posibilidades de trabajo. Además, de que mis ideas acerca de la vida pública, mis colaboraciones, primero en el periódico Unomásuno y luego en La Jornada, con frecuencia incomodaban a personas que potencialmente podrían darme trabajo. No fueron muchas, pero se dio la ocasión que un texto concreto provocó la cancelación de una obra concreta. Tal vez lo que más trabajo me cuesta de la arquitectura es conseguir trabajo. Nunca he logrado darle continuidad a mi actividad profesional. Siempre se han alternado periodos de actividad con otros de desempleo. Esto ha tenido beneficios de otra índole, porque me ha permitido hacer cosas que me importan muchísimo también. Lo que no se ha interrumpido nunca ha sido el sueño".
Respecto a su interés por desarrollar la escultura paralelamente a la arquitectura, el entrevistado apunta: "Para mí fue siempre parte de una misma visión de las cosas, de un mismo deseo de hacer cosas".
Agrega, no obstante, que ha sido hasta muy reciente, a raíz de que comenzó a trabajar más en escultura pequeña, cuando "empecé a sentirme escultor. Antes yo era un arquitecto que hacía cosas de muy diversos géneros, entre ellas monumentos y fuentes, pero hasta me incomodaba que me llamaran escultor. Ahora, no sólo no me incomoda, sino que me alegra mucho".
(Fernando González Gortázar. Años de sueños ų1965-1999ų, exposición que reúne 60 esculturas de mediano y pequeño formatos trabajadas en piedra, bronce y cerámica; trece gráficas; 30 dibujos y 51 proyectos arquitectónicos, de los cuales los correspondientes a las obras monumentales no realizadas se podrán apreciar por medio de grabaciones en video y animaciones computarizadas, será inaugurada el jueves 4, a las 19:30, en el Museo Rufino Tamayo. Al mismo tiempo será presentado el libro homónimo con la participación de Manuel Larrosa ųautor del textoų, Vicente Rojo y Carlos Monsiváis.)