n Carlos Martínez García n

Juan Pablo II y las sectas

En su idea de recuperar para la Iglesia católica las conciencias de los millones que han cambiado su militancia religiosa a favor de algún otro credo distinto al romano, Juan Pablo II ha sido muy consecuente en la manera de referirse a los grupos que le disputan la administración simbólica de los bienes de salvación.

Los llama sectas, con plena conciencia de que el término ha sido aplicado históricamente por Roma en su acepción más negativa. No hay en el Papa la distinción que el término tiene en la sociología de la religión, disciplina en la que el vocablo se refiere a los grupos de creyentes que han pasado por un proceso de conversión, afiliación voluntaria al credo, un fuerte compromiso en la difusión de las nuevas creencias y una distinción muy marcada entre el mundo y la agrupación de los conversos.

Si bien es cierto que Juan Pablo II ha continuado en cierta manera con el ecumenismo inaugurado por Juan XXIII (quien se refirió a los protestantes como "hermanos separados"), también es verdad que su acercamiento se ha limitado a dialogar con las confesiones que no representan peligros proselitistas para el Vaticano.

Karol Wojtyla ha sido muy claro en su conceptualización de los movimientos religiosos que crecen exponencialmente en las zonas que la Iglesia católica considera de su propiedad. Esto se comprueba cuando media un análisis de distintos documentos papales en los que se ocupa de la amenaza de las sectas para la catolicidad.

Juan Pablo II ha tocado el tema árticularmente en sus viajes a América Latina, reserva mundial del catolicismo y región en la que se juega en gran parte el futuro de esta religión. En ocasión del llamado por el Vaticano Quinto Centenario de la Evangelización de América (1992), el Papa instó a los obispos del continente a defender el rebaño que les había sido confiado de los ataques de los "lobos rapaces". Identificó a estos depredadores con las "sectas y movimientos seudoespirituales" causantes de "división y discordia en las comunidades eclesiales" católicas. En la misma ocasión Juan Pablo II hizo eco a la acusación de que las campañas proselitistas de las sectas son subvencionadas desde afuera de América Latina con objeto de "debilitar los vínculos (católicos) que unen a los países de América Latina".

Para no dejar duda sobre a quiénes se estaba refiriendo endilgándoles el peyorativo término, Juan Pablo II, en el mismo documento de Santo Domingo, subrayó que las "sectas fundamentalistas" son un problema que ha "adquirido proporciones dramáticas y ha llegado a ser verdaderamente preocupante (para la Iglesia católica), sobre todo por el creciente proselitismo".

Sería largo reproducir la caracterización que el Papa hace de las sectas fundamentalistas. Sólo menciono que la misma es un retrato hablado de las asociaciones evangélicas de corte pentecostal, que son las que más crecen por toda América Latina.

Por eso no es casual que sea en estos círculos donde se toman con mucha cautela y recelo los intentos que algún sector del protestantismo, sobre todo europeo, realizan para profundizar el diálogo ecuménico con Roma. Esta es una de las razones por las que, en términos generales, los evangélicos latinoamericanos han mantenido considerable distancia del Consejo Mundial de Iglesias (organismo protestante), cuya sede se localiza en Suiza.

En la reciente exhortación de Juan Pablo II a la jerarquía y laicos católicos de nuestro continente, Ecclesia in America, el jerarca católico alerta a su grey para que sepa diferenciar bien entre auténticos "hermanos en el Señor" con los que es posible establecer relaciones ecuménicas, "de las sectas, cultos y otros movimientos seudorreligiosos". En el apartado 73, titulado El desafío de las sectas, Karol Wojtyla es tajante al establecer la superioridad de la Iglesia católica con respecto a otras comunidades cristianas --pero no católicas-- que se han desarrollado en "determinadas regiones" del mundo.

De acuerdo con Juan Pablo II, ante la expansión de los grupos que rechazan la noción católica de que el Papa es el Vicario de Cristo, es urgente enarbolar la "convicción de que sólo en la Iglesia católica se encuentra la plenitud de los medios de salvación establecidos por Jesucristo".

La soteriología del Vaticano, expresada nítidamente por Juan Pablo II, pone el debate acerca del tópico en los mismos términos que llevaron a la escisión luterana (después ampliada por el calvinismo y los anabaptistas) en el siglo XVI. Mientras por un lado la Iglesia católica ha ido reconociendo ciertos excesos cometidos en su larga historia, por la otra refuerza posturas que fueron el origen de intolerancias contra quienes se atrevieron a pensar por sí mismos en todos los órdenes.

Por más que desde Roma siga la estigmatización contra las sectas, éstas parecen lejos de haber agotado su ciclo de crecimiento entre los latinoamericanos, quienes simplemente no hacen caso a las sentencias papales.