n Carlos Marichal n
Comienzan a darse cuenta
Este fin de semana, el Grupo de los Siete Países más Industrializados (G-7) se reúne para discutir una agenda de reformas, para fortalecer los sistemas financieros en el mundo y, particularmente, aquellos de los países en vías de desarrollo. Sus propuestas, sin embargo, se limitarán a una serie bastante modesta de modificaciones a las estructuras de regulación y supervisión bancaria a nivel internacional. Evidentemente, ello no puede modificar la situación económica de países claves como Brasil, México, Corea, Tailandia, Indonesia o Rusia, que han sufrido grandes crisis financieras en los últimos años.
Sin embargo, existen señales de que comienzan a darse cuenta algunos sectores de las élites políticas, empresariales y académicas de Estados Unidos, Europa y Japón de que la aplicación del neoliberalismo financiero a ultranza en decenas de países se llevó demasiado lejos y está trayendo un sinnúmero de gravísimos problemas para la economía mundial. Un testimonio importante lo proporciona el New York Times ųquizás el más influyente periódico de los Estados Unidosų, que acaba de publicar una serie de cuatro larguísimos artículos sobre los orígenes de la crisis financiera global, que arrancó con la devaluación en México en 1995, pero que llegó a su culminación más recientemente, con el derrumbe financiero en Tailandia y Corea en 1997, en Rusia e Indonesia en 1998, y en Brasil, en 1999. Las notas fueron preparadas por un grupo de diez corresponsales que trabajaron en seis países durante un período de cinco meses entrevistando desde las máximas autoridades financieras de la administración Clinton, hasta a empresarios en Brasil y Tailandia y gente humilde que ha sufrido las consecuencias del colapso de los mercados en varias naciones.*
Los autores analizan tres temas centrales: 1) el origen de la simultánea liberalización y globalización de los mercados financieros en los últimos tiempos; 2) cómo los dirigentes de la administración Clinton presionaron para que los países en vías de desarrollo aceptaran la apertura casi sin límites; 3) la forma en que se fueron entrelazando las economías financieras de los países que han sufrido las peores consecuencias de la crisis mundial. La conclusión más clara es que tanto Clinton, como Robert Rubin, su secretario del Tesoro y Larry Summers, el subsecretario del Tesoro de los Estados Unidos, abogaron sistemáticamente por la liquidación de todas las barreras nacionales a los movimientos del capital internacional. Y tampoco se preocuparon por proponer ningún tipo de precaución a los banqueros e inversores internacionales, ni ninguna propuesta regulatoria a los países deudores para prevenir un desenlace catastrófico. Pues, como es ahora bien sabido, inyectar miles de millones de dólares en una economía tiene gravísimos riesgos, si los dueños de estos capitales (sean inversores locales o extranjeros) deciden retirarlos súbitamente.
Que las autoridades en Washington, incluido el Fondo Monetario Internacional, no hayan propuesto medidas regulatorias de los flujos de billones de dólares, ni de las operaciones de cambios de moneda y de las llamadas operaciones de ''derivados financieros por trillones de dólares'', refleja la lógica dominante de la banca privada internacional que buscaba las ganancias colosales que obtuvo hasta 1997. Hoy, el cuadro es menos rosado, debido a las noticias de fuertes pérdidas en los ''mercados emergentes'', e inclusive, está salpicado con la sangre de las vidas de millones de seres humanos en tantos países que están sufriendo las consecuencias del delirio financiero impulsado desde Wall Street. Inclusive , comienza a comentarse en Nueva York que la crisis podría afectar al corazón financiero de los países más desarrollados. Todo ello suena como si la época dorada del neoliberalismo estuviera aproximándose a su fin.
* Estas extensas
notas del NY Times pueden consultarse en internet en la
dirección: