n Ugo Pipitone n

Derecha/izquierda

Reconozcamos, entonces, los perfiles más gruesos de la situación actual. La política económica está dominada por corrientes conservadoras que hasta ahora han dado sobradas pruebas de la incapacidad para definir estrategias de largo alcance de salida del subdesarrollo. Si quitamos la política monetaria y de comercio exterior, es muy poco lo que queda en términos de política económica. Pero, si miramos al otro extremo del espectro político, las cosas no están mejor. La izquierda, en sus múltiples facetas, no solamente no ha generado ideas económicas nuevas en los últimos 20 o 30 años, sino que parecería dominada por viejos ideologismos que no le permiten leer los datos originales del actual ciclo histórico.

El gasto público deficitario, las nacionalizaciones y el proteccionismo siguen siendo en gran parte de la izquierda latinoamericana componentes fundamentales de un bagaje de cultura económica dramáticamente envejecido. Es suficiente escuchar las declaraciones que provienen del universo progresista latinoamericano para percibir el persistente apego a estas estrategias, cuyas derrotas históricas son olímpicamente ignoradas. La URSS desapareció del escenario mundial, entre otras cosas, por el fracaso económico de políticas basadas en nacionalizaciones y dirigismo burocrático, y pocos parecen estar dispuestos a sacar de ello las necesarias enseñanzas. Por décadas, economías como las de India, Argelia y gran parte de las latinoamericanas se centraron en grandes empresas públicas subsidiadas y protegidas de la competencia internacional y los resultados están a la vista. Y, otra vez, casi nadie en el frente progresista siente la obligación de sacar las conclusiones. La historia parecería ser un fantasma incómodo que apenas molesta el sueño profundo de una ideología inoxidable.

La ausencia de propuestas originales en el frente progresista es uno de los datos más graves de la realidad latinoamericana contemporánea. Un dato que condena a la izquierda a una eterna e impotente lamentación, mientras deja el campo libre a una derecha ultraliberal (sólo en economía, por desgracia) para definir estrategias de empalme con la economía mundial.

Y, sin embargo, debería ser evidente ųobservando la historia contemporánea en distintas partes del mundoų que nacionalización o privatización no siempre son claves universales para definir el carácter progresista, o menos, de una determinada política económica. Cuando la globalización estrecha los márgenes de políticas de gasto público deficitario o de políticas de protección del mercado nacional, no queda sino buscar estrategias nuevas de corte estructural que suponen cambios profundos en la organización del Estado, en las formas de propiedad de la tierra y de explotación agraria, en la educación, en el desarrollo regional, en la trabazón entre pequeñas y medianas empresas y mercados locales o internacionales, etcétera. Y sin embargo, sobre estos temas el silencio de la izquierda es casi absoluto. Mientras el debate sobre privatizaciones, subsidios y demás ocupa el centro de la atención, produciendo en el observador la inquietante impresión de estar viendo una película de 40 o 50 años atrás.

En la historia de la edad moderna ha habido derechas políticas capaces de producir procesos exitosos de desarrollo, desde la Alemania bismarkiana hasta Corea del sur o Taiwán en las últimas décadas. Sin embargo, esto nunca ha ocurrido en América Latina, donde la derecha o ha sido supinamente imitativa de las corrientes internacionales de moda o ha sido paranoicamente conservadora. Y nada parece indicar que las cosas puedan cambiar en un futuro cercano. Estamos condenados a esperar que la izquierda asuma sus responsabilidades y produzca estrategias viables de desarrollo con integración social. Sin embargo, hasta ahora, de la izquierda no han venido mucho más que lamentaciones, retórica y formas disfrazadas de nostalgia hacia diferentes modalidades de dirigismo económico autoritario. Estamos en la olla, si es que alguien todavía no se había enterado. ƑQué se espera para abrir un gran debate latinoamericano sobre las perspectivas de una política económica centrada en el desarrollo y en mayores espacios de bienestar social?