José Steinsleger
De las muñecas a los hijos

Atenazadas por los medios de comunicación que las inmortalizan como modelos de seducción, desorientadas por padres ignorantes y un entorno social tan prejuiciado como desinformado, y embrutecidas por una Iglesia anclada en el medioevo, gran parte de las niñas ignoran qué hacer cuando llegan a la pubertad.

Hasta hace poco, la edad de iniciación sexual rondaba entre los 17 y 18 años. Pero los tiempos cambian y factores como la urbanización, los crecientes logros educativos y una mayor exposición a los medios de información han modificado los patrones y pautas de conducta sexual. Actualmente la primera relación de las niñas se registra entre los 14 y 16 años. Así, bastará un solo instante de amor para luego saber que serán mamás y saber que podían gozar del amor sin riesgo de su vida.

Sin embargo, el problema de la maternidad precoz es mucho más complejo y va más allá del hecho que los jóvenes tengan o no relaciones sexuales o la de utilización de algún método anticonceptivo. La problemática de las madres adolescentes involucra familia, entorno social, valores, conocimientos, oportunidades, expectativas y frustraciones de las niñas.

Muchas sociedades que viven en la pobreza y en la ignorancia creen que la mujer alcanza su edad reproductiva cuando empieza a menstruar. No obstante, aunque sólo sea por motivos de desarrollo físico y psicológico los especialistas coinciden en que ninguna jovencita debería quedar embarazada antes de los 18 años.

Anualmente, las niñas mamás de América Latina dan a luz dos millones de bebés. Y si la tasa de maternidad entre las adolescentes va en franco declive, los cambios parecen no haber alterado la situación de 23 millones de jóvenes entre 15 y 19 años que en la región representan la cuarta parte de las mujeres en edad reproductiva.

Muchas niñas mamás siguen muriendo a causa de abortos rudimentarios y desastrosas condiciones de asepsia. Pero si sobreviven, hay más probabilidades de que sus hijos nazcan prematuramente, o con un peso demasiado bajo, y de morir antes de cumplir el primer año de vida. Las tasas de mortalidad infantil entre las niñas mamás son un 33 por ciento más altas que para las mujeres mayores una vez que el embarazo temprano produce alteraciones nutricionales y funcionales en jovencitas que aún no han completado su propio crecimiento.

En el caso de las niñas de 12 años por ejemplo, el útero aún no tiene el desarrollo necesario. Y si bien los médicos consideran que la edad no determina la buena o mala capacidad de reproducción de la madre, también saben que, en comparación con las jóvenes mayores de 19 años, las niñas de 13 a 18 años tienen el doble riesgo de morir en el parto.

Estudios de UNICEF revelan que las niñas se casan antes que los niños. A los 15 años, el ocho por ciento de las niñas latinoamericanas ya están casadas. Y esta maternidad precoz, a más de disminuir y condicionar brutalmente sus expectativas de vida, redunda negativa- mente en su salud, nutrición, educación y oportunidades de empleo.

De generación en generación se reproduce la historia, y los hijos heredan las mismas adversidades de sus madres adolescentes: riesgo elevado de enfermedad y muerte, de abandono y pobreza. En México, las mujeres sin educación tienen una fecundidad superior a los cuatro hijos: con primaria completa menos de tres y con secundaria menos de dos hijos promedio.

En 1990, cuatro de cada mil mujeres mexicanas habían tenido un hijo entre los 12 y 14 años. En lo que va del decenio hubo 450 mil nacimientos anuales de madres de 15 a 20 años, equivalentes a poco más del 15 por ciento del total de alumbramientos (Comisión de Atención a Grupos Vulnerables de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, 1998).

Entre las niñas indígenas, 28 por ciento de las menores de 20 años han tenido un hijo.

En la población en general la proporción se reduce a menos de la mitad. Chiapas encabeza la lista de estados con mayor número de niñas mamás. Allí, 13.4 por ciento de las niñas han parido tres hijos antes de cumplir 15 años.

Los prejuicios culturales y la inexistencia de programas de prevención, información y atención a los jóvenes con temas sobre anticonceptivos, enfermeda- des venéreas, planificación familiar y relaciones sexuales, inciden de un modo preocupante en el desarrollo integral de las niñas mamás.

Hay personas ``cultas'' que hacen sentir vergüenza a las niñas al identificar la menstruación con lo sucio y lo pecaminoso. Otras las obligan a contraer matrimonio con alguien al que ni siquiera conocen, y como madre de una niña puede verse culpada y golpeada por el sexo de su bebé, obligándole el marido a quedar de nuevo embarazada antes de que su organismo se haya recuperado.