Astillero Ť Julio Hernández López
El panorama va quedando suficientemente claro: el presidente Zedillo ha obtenido el control del proceso tricolor de la candidatura sucesoria; el secretario de Gobernación, Francisco Labastida Ochoa, es el beneficiario de todas las maniobras de Palacio; Roberto Madrazo tiene frente a sí (como se dijo aquí meses atrás) o la ansiada postulación o la desgracia política; a Manuel Bartlett le están preparando la caída del sistema priísta; Esteban Moctezuma está listo para ser el coordinador de campaña de su ex jefe Labastida, y del lado opositor no hay nadie más aparte de Cárdenas y Fox.
En este esclarecimiento han tenido un papel esencial tres hechos: la reunión priísta de aniversario, la elección panista de nuevo presidente nacional y la convocatoria cardenista a elegir candidato opositor único.
El banderazo de salida
Con el discurso del pasado jueves, y las correspondientes órdenes que en él se incluyeron, el presidente Zedillo dio el primer paso de su estrategia sucesoria.
Para empezar, despejó dudas respecto al papel que jugará en este proceso. Dijo, sin decirlo, cual corresponde a los verdaderos discursos trascendentes, que se hará cargo de la elección de candidato presidencial.
Para ello diseñó un mecanismo que le garantiza pleno control del proceso, con la ayuda de los gobernadores a los que previamente ha puesto de su lado dejándoles manos libres en los manejos de sus entidades y, en los momentos correspondientes, capacidad de dejar heredero (salvo en casos como los de Quintana Roo y de Oaxaca, por ejemplo).
Junto con esos juegos de artificio democratizador, se ha iniciado un trabajo de acorralamiento de los adversarios internos que, en la especie, son fundamentalmente Roberto Madrazo y Manuel Bartlett, en ese orden.
Ambos políticos son el único riesgo real que enfrenta el favorito de Palacio, que es Labastida. En derredor del sinaloense se han ido conjuntando piezas e intereses claramente advertidos de que la voluntad superior se inclina por tal personaje para buscar la Presidencia.
Candados a perpetuidad
Madrazo y Bartlett, en ese esquema, son los únicos opositores a Labastida Ochoa con cierta capacidad de pelea. Los otros presuntos presidenciables, como José Angel Gurría, Guillermo Ortiz, Juan Ramón de la Fuente y hasta Carlos Ruiz Sacristán, han quedado de lado debido a que su tabla de salvación, que hubiese sido el abatimiento de los famosos candados estatutarios, ni siquiera se mencionó en el acto priísta de aniversario.
La suerte de tales funcionarios difícilmente podrá cambiar. Ni aun suponiendo que se abrieran los citados candados, pues el tiempo político es implacable, y han sido hechos a un lado de manera incruenta, casi imperceptible, de la que no podrán recuperarse meses más delante, cuando la dinámica del 2000 estará definida plenamente, sin lugar para recién llegados (por cierto, el aparente descarte de los aspirantes afectados por los candados se dio sin contratiempo alguno, lo que da una idea de que su peso real es poco).
Viejas cuentas por cobrar
Madrazo cuenta desde años atrás con el desafecto presidencial, a pesar de que la debilidad zedillista le llevó en su momento a proclamar en público que ambos mandatarios gobernarían en sus ámbitos hasta el 2000.
El tabasqueño fue el culpable de la caída de Esteban Moctezuma, quien a la fecha asume su dimisión de la Secretaría de Gobernación como el pago que tuvo que hacer el equipo zedillista, y él como pieza inmediata, por la apertura democrática del arranque de gobierno, por el forcejeo contra grupos de malosos.
Madrazo se rebeló contra la pretensión zedillista de hacerlo secretario de Educación Pública para sacarlo del gobierno de Tabasco y llegar a un arreglo con el perredismo de Andrés Manuel López Obrador.
Los arreglos de Bucareli fueron incumplidos y el secretario Moctezuma Barragán quedó en evidencia política inadmisible para el poder que necesita un ocupante del Palacio de Covián. Madrazo se levantó en armas políticas contra la intención centralista de derrocarlo. Con el apoyo político y económico del profesor Hank, capeó el temporal e instaló en aquella entidad un feudo propio, desde el que hoy ha retado más de una vez el poder presidencial.
Las debilidades de don Manuel
Bartlett, por su parte, tiene de su lado una mejor elaboración discursiva y el atenuante de que sus graves culpas son añejas, contra las muy actuales de Madrazo.
Sin embargo, don Manuel es muchísimo menos peligroso, o como dijera un personaje de las alturas, es más arreglable. La insubordinación de Bartlett puede ser conjurada de una manera más rápida y directa, pues los turbios nexos que se le suelen adjudicar en asuntos de narcotráfico, y el recuerdo de la caída del sistema, le hacen altamente vulnerable ante una campaña gubernamental inducida para arrinconarle.
El adversario difícil, en ese entorno, es Madrazo, por su condición de gobernador en funciones, por los apoyos (o más bien, el apoyo) del hankismo, y por los riesgos de rupturas violentas que podrían desatarse en un enfrentamiento con ese conglomerado de intereses.
Sin embargo, Madrazo está siendo investigado por la Comisión de Vigilancia de la Cuenta Pública de la Cámara de Diputados y por autoridades hacendarias federales.
En el PRI nacional, por su parte, se ha advertido que un tropiezo judicial haría a Madrazo inadmisible para participar en el proceso de elección de candidato presidencial.
No se hagan bolas
Así es que, no se hagan bolas: el bueno es Labastida, y junto a él, Esteban Moctezuma, quien ha asumido ya la alta probabilidad de ser el próximo coordinador de campaña del sinaloense.
Esa tarea ya es conocida para el joven Esteban, pues participó en esas tareas cuando don Francisco fue candidato a gobernador de Sinaloa y, años después, también fue coordinador de campaña de Ernesto Zedillo.
El propio Moctezuma platica a sus allegados que pocas personas hay en México con su capacidad y conocimiento para coordinar campañas. Además, dice que él es parte de un equipo y que si en esa condición le toca coordinar la campaña de otro compañero, lo hará con gusto.
El PAN, Bravo Mena y Fox
En el PAN, mientras tanto, la llegada de Luis Felipe Bravo Mena a la presidencia nacional allana, por si hiciese falta, el camino a Vicente Fox.
Sin embargo, el nuevo líder blanquiazul ha mostrado un talante positivo respecto a la propuesta cardenista de explorar la posible alianza entre los dos principales partidos de oposición para postular un candidato presidencial de unidad que tenga mejores posibilidades de derrotar al priísta.
La exhortación hecha por Cuauhtémoc Cárdenas tuvo la virtud de bajar de su nube a Fox, cuyo protagonismo desmesurado y sus veleidades ideológicas tienen preocupados a importantes panistas que temen que Fox avasalle al partido y acabe convirtiéndolo en un mero instrumento de sus propuestas personales.
Diego Fernández de Cevallos, por su parte, aprovechó el momento para lanzar otra iniciativa dañina también para el inflado ego foxista. Postular a un candidato neutro, que no sea ni panista (Fox) ni perredista (Cárdenas), ha propuesto don Diego, y con ello se ha ganado el elegante y altamente respetuoso revire de Fox: es otra jalada de Diego, dijo el siempre profundo ex presidente de la Coca Cola en América Latina. Horas después, cuando se dio cuenta de que su descontrol bucal había afectado a la figura de un santón del panismo, don Vicente recompuso y se retrajo, como ya va siendo costumbre en el zigzagueante guanajuatense.
En el PRD, mientras tanto, todo sigue su marcha normal: el único candidato posible es Cárdenas, así es que la única duda es la de cuándo aceptará formalmente su condición de candidato y cuándo dejará el Gobierno del Distrito Federal para hacer campaña.
Lo dicho: todo va quedando claro en el campo de batalla. (Bueno, no sólo en lo político, sino inclusive en lo futbolístico, pues ayer las Chivas le ganaron al América, uno a cero, con otro gol de Del Angel, quien ya en el anterior clásico le había anotado a las Aguilas. Buena forma de callarles la boca a petulantes como Cuauhtémoc Blanco.)
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