La Jornada lunes 8 de marzo de 1999

Héctor Aguilar Camín
Acertijos

Si la forma es fondo, el fondo de las elecciones primarias del PRI sigue siendo un misterio, salvo en un aspecto: el Presidente intervendrá a fondo en el proceso.

Hasta donde puede colegirse, el discurso presidencial ante los priístas el día de su aniversario propuso unas elecciones primarias abiertas y universales para elegir delegados a una asamblea que es la que escogerá al candidato. A esa asamblea concurrirán también delegados de las estructuras territoriales y de los distintos sectores del partido. ¿Serán elegidos estos últimos también en votación abierta y universal? ¿Serán designados por sus actuales líderes, por la actual dirigencia del partido, por el primer priísta del país? No se sabe.

El Presidente no ha ofrecido a los priístas una fórmula clara sino un acertijo del que sólo él tiene la clave. Es posible que haya en esa indefinición más maña que imprevisión. No definir las reglas abre un compás de espera, mantiene en ascuas y un tanto descolocados a los precandidatos que están ya en campo abierto, reserva una zona de negociación crucial para la dirigencia del PRI y el propio Presidente.

Como se ha probado en toda esta temporada de silencio presidencial respecto del PRI, de las bases priístas ni de sus movimientos surgen propuestas sólidas de cómo hacer las cosas, cómo democratizar a su partido y cómo elegir a su candidato. El Presidente ha empezado a decir cómo reservándose los detalles.

Se dirá que estamos de regreso en el dedazo. Es posible. Pero un dedazo que tiene que pasar por una elección dentro del PRI, de cara a los ciudadanos, es un dedazo distinto al de la simple denominación presidencial de antaño. Y un dedazo que no garantiza la Presidencia, como lo garantizaba antes, tampoco es ya un dedazo de verdad. La pregunta es si el PRI aguantará sin dividirse incluso este dedazo light. O si el intento presidencial de conducir el proceso romperá las débiles amarras de la unidad partidaria.

El problema central sigue vivo: ¿quién organizará realmente las elecciones internas del PRI y quién puede, por tanto, trampearlas? La respuesta es: los gobernadores priístas. La ``sana distancia'' presidencial de la vida interna del PRI puso en manos de los gobernadores el manejo real del partido. Son ellos quienes organizarán las elecciones primarias anunciadas por el Presidente porque son ellos quienes sostienen al PRI en los estados. ¿Quién controlará a los gobernadores para garantizar unas elecciones equitativas? ¿Cómo? Preguntas clave sin respuesta.

No deja de ser una ironía de la historia que el más monolítico de los partidos políticos del país presente hoy el mayor grado de incertidumbre en su proceso de elección interna de candidato presidencial. El PAN y el PRD parecen haber decidido su candidatura por mayoría anticipada y abrumadora, con una falta de competencia interna y unos aires de unanimidad que eran antes privativos del PRI.

Las indefiniciones de fondo en que se mantiene el PRI al no definir la forma de su elección interna, mantiene en el horizonte la sombra de la división del partido. Si alguna conclusión puede obtenerse de la experiencia reciente del PRI es que ha ganado con facilidad donde no se divide y ha perdido sistemáticamente donde se divide.

Para los reflejos naturales de los priístas, el discurso del Presidente es una advertencia de que tiene candidato y lo apoyará con toda su fuerza. No fue eso lo que dijo el Presidente. Lo que dijo es que actuará con toda su autoridad moral y política para garantizar un proceso democrático en la elección de candidato. Pero lo que importa no es lo que dijo él, sino lo que oyeron los priístas. Y lo que oyeron probablemente es que el Presidente conducirá el proceso e inclinará la balanza por su preferido. Esa percepción anticipa un desencuentro del Presidente con su partido o, al menos, con algunos de sus precandidatos.

Pero éstas son conjeturas. Lo cierto es que los priístas fueron a su conmemoración por definiciones y salieron con acertijos.