n Las diosas malvadas del cine n

n Raquel Peguero n

María FélixIsabela CoronaKaty JuradoMaricruz OlivierMeche Carreño
(Fotos tomadas de Rostros del cine mexicano, de Carlos Monsiváis)

De las madrastas de Blanca Nieves y Cenicienta hasta llegar a Perdita Durango, pasando por las gloriosas femme fatal, las mujeres "malas" en el cine han despertado no sólo la imaginación y la líbido, sino un sinfín de sentimientos que pocas veces tienen que ver con el odio y sí mucho con la admiración.

"ƑPor qué son 'malas' las mujeres?", se pregunta Fernando Savater a propósito de estas féminas de celuloide, y se responde: "Pues son malas porque sientan mal. ƑA quién? Al que las quiere. Para el que no las quiere, las mujeres malas son tan buenas, regulares o indiferentes como cualquier otra. Pero šay de quien las quiere! A éste se le indigestarán y hasta pueden llegar a resultarles fatales. Ellas no tienen la culpa, claro está: son inocentes y letales, como las setas venenosas que se ofrecen en los bosques del Señor. šNo tocar, no llevárselas a la boca, no besar, no acariciar!"

Esos "malvados amores que matan son los únicos que hacen de veras vivir", han dicho cantores, escritores, teatreros y cineastas que se regodean en la "maldad" femenina para ofertar un mundo tan inalcanzable como deseado. El mito de la mujer fatal surge hacia mediados del siglo pasado, ligado al creciente protagonismo alcanzado por la mujer en el trabajo y la vida pública. "Se desencadena una fuerte corriente misógina cargada de puritanismo burgués, especialmente sexófobo, donde la mujer aparece tratada según los argumentos de origen agustiniano: por un lado la figura de María, virgen mujer desexualizada, la 'no' mujer, y por el otro, Eva, expresión del mal diabólico, la mujer sexual que ha llevado al hombre a su perdición", asegura María de Jesús Piqueras Gómez en la revista Nosferatu (enero del 97) de la cual también se tomó la cita de Savater.

En esa dicotomía, las evas han tenido más éxito que las marías ųa menos que se apelliden Félixų, por lo menos en la cinematografía mundial. Las malas con glamour son más interesantes que las recias a lo Mimi Derba, quien es mala porque es madre, peor aún, abuela y además está pasada de años y kilos. Las glamorosas son más placenteras de recordar, pues aunque Isabela Corona también fue una "mala madre" de celuloide, su villanía se asocia a los cruentos combates que emprendió por el amor de un hombre.

La penetración en el ámbito mundial de la meca del cine ha dado la definición de mujer mala que ha permeado la pantalla: es mala porque es pecadora, su tendencia a alejarse de la senda de lo correcto, sin ganas de corregir el rumbo, le ha dejado esas cicatrices de dolor. šAh!, porque es doloroso ser mala se paga, no puede salir bien librada por muy buenota que esté en todo lo demás. Su vida es un pozo de sueños no realizados, pues su terquedad de hacer siempre su voluntad propicia su envío a la hoguera sin reservas. Su sensual sexualidad es su arma, aunque la inteligencia nunca está de más. No se puede ser perversa sin una mente controlada y despierta.

Perversas terroríficas

Sólo Walt Disney presenta a las malas como mujeres feas, y ahí esta Cruela Devil. De ahí pa'l real, los estereotipos no pueden salirse de la piel de Bette Davis, Joan Crawford, Lana Turner, Barbara Stanwyck, Greta Garbo, Marlene Dietrich, en el ideario hollywoodense, hasta las aportaciones europeas maravillosas ųdonde, por cierto, nacieron estas dos últimasų de Jeanne Moreau y, por qué no, Sara Montiel. Para algunos, las malas más malas son las de los thrillers, porque aunque todas son ambiciosas, la femme noir se pasa de veras: se excede en su sexualidad, como consecuencia "natural" de su libertad, y pone a temblar el ego masculino, y si no lo creen, ahí están las Gildas y las damas de Shanghai para comprobarlo.

Hay otras malas, las de "los grandes ojos fieros, los henchidos labios que tanto sabrían degustar murmullos sensuales como gritar la maldición profética, la perfecta nariz anhelosa, todo lo que debía servir de tierno acerico a las púas enormes de la máscara", las Barbara Steele, reina del sabbath, "la más erótica ofrenda" del cine de horror de los sesenta, que hizo escribir esas líneas a Savater en el libro Diablesas y diosas (14 perversas para 14 autores), que permitió el paso a las muy malas mujeres del género que despertaban sensualmente en ataúdes, que se embarraban en el cuerpo sus vestidos negros, las mujeres vampiros de sesgos siniestros que se alimentan de la sangre de los hombres jóvenes y que, como la Steele, "tienen un inexplicable look obseceno", que va muy bien con el cine terrorífico, apunta Savater, quien explica: ''obsceno etimológicamente, es lo que se representa fuera de la escena, lo que no debe mostrarse, lo que no queremos ver: la desnudez palpitante del coito y la putrefacción de la muerte, el esplendor de la carne y su licuefacción abominable".

En esa carretera caben desde Erica Gavin, irresistible presencia del cine prohibido de todos los tiempos, del que se sacó la impostura asesina de Rossie Pérez para la Perdita Durango de nuestros días, pasando por las Eve Meyer, protagonistas de las curiosidades hard core del maestro Russ Meyer, hasta nuestras Lorenas Velázquez luchando contra El Santo, como lo hizo Regina Torné antes de que Como agua para chocolate le quitara su sensual maldad.

Trepadores e incitantes

Porque las malas mexicanas son muy otras. Desde la que está inserta en el universo mundial, María Félix, nuestra indiscutible devoradora de hombres que, aunque casi nunca sucumbió al yugo del amor ųel único posible, dirán los entendidosų fue capaz de abofetear al recio Pedro Arméndariz, no sin pagar en sus otras películas el precio de su osadía: la soledad y la muerte a manos del pobrecito varón. Sólo se arrodilló ante un hombre para posar para una escultura, y por ello se le asocia a la mujer total que hizo decir a Diego Rivera que era un "ser monstruosamente completo, por su belleza, inteligencia y sensibilidad (...) Seres como ella fueron quienes en la antigüedad hicieron que nacieran las diosas".

Olvidó decir que diosas malvadas, corroídas por el deseo del poder, del dinero, del placer sexual. A partir de ahí la secuela se despliega por la curvatura de los muslos, las pechugas al aire, las miradas cautivadoras. Andrea Palma es mala porque recuerda a la Dietrich de El ángel azul; Lilia Prado por incitante, Katy Jurado por prostituta, Meche Carreño por facilona, Isela Vega por andrógina. Pero ni Maricruz Olivier se escapa de la lasciva, aunque quedó apresada en Teresa, la hija que abomina a los padres por pobres, y que remonta su status social gracias a su belleza, como lo hizo Fany Cano en Rubí. Ambas son trepadoras, abusan de la generosidad de su carne. Ambas reciben su merecido. Las rumberas la libran porque son pecadoras, no por vocación sino por ser víctimas del engaño amoroso. No son malas porque quieren, sino porque no se dejan querer.

Visto de esta manera sumaria, en el cine las mujeres son más que malas. Y ahí sí, que cada quien escoja la suya.

Marlene DietrichBette Davisla bruja de
Blanca Nieves
Sara MontielJeanne Moreau
(Fotos tomadas de la revista Nosferatu)