PAN: HORA DE DEFINICIONES
La nueva dirigencia del Partido Acción Nacional, encabezada por Luis Felipe Bravo Mena, que ayer, en el marco del Consejo Nacional de ese partido, quedó definida, enfrenta desafíos de gran magnitud y una coyuntura sin precedente en las seis décadas de vida de esa organización.
Por principio de cuentas, el Comité Ejecutivo Nacional que preside Bravo Mena tiene ante sí, de cara a las elecciones federales del año 2000, la misión de superar el estancamiento electoral y la indefinición política en que la dirigencia de Felipe Calderón Hinojosa dejó sumido al panismo.
La indefinición referida tiene un inocultable aspecto doctrinario y de contenidos, en la medida en que el PAN ha ido perdiendo su perfil socialcristiano y civilista, así como su tradicional raigambre ética, y ha experimentado un corrimiento hacia posturas proempresariales, neoliberales y pragmáticas.
En la esfera política, tales ambigüedades se han traducido en una pronunciada erosión de la tradicional identidad opositora de Acción Nacional, hasta el punto en que, hoy en día, no es fácil determinar si esta formación aún puede ser incluida en el espectro de las oposiciones o si, por el contrario, forma parte de una coalición de gobierno tácita, aunque vergonzante para sus dos miembros.
Bravo Mena y sus colaboradores, aunque lo quisieran, no podrán mantener por mucho tiempo el conflicto entre un discurso antigobiernista y una acción parlamentaria sometida al oficialismo y que ha resultado decisiva en la postergación de la plena democratización nacional y en el mantenimiento de la supeditación tradicional del Congreso al Ejecutivo.
Hay, en el horizonte político inmediato del país, un tema que coloca al PAN ante la evidencia de su propia encrucijada: la iniciativa presidencial de privatización parcial de la industria eléctrica. Si los legisladores blanquiazules otorgan su respaldo a la primera --y repiten, así, el acto de sumisión que fue su aprobación del Foba- proa--, enviarán a los electores y a su propia militancia el mensaje inequívoco de que Acción Nacional se refrenda como parte de lo que ha sido, en los hechos, una mayoría presidencial. Si, por el contrario, se deslinda, en el terreno legislativo, del gobierno y su partido, se colocará en posición de recuperar su perfil opositor tradicional y, con éste, su crecimiento como opción real de poder.
No puede omitirse, finalmente, otro aspecto delicado de la actual circunstancia panista: la virtual autoproclamación de Vicente Fox como precandidato único y la difícilmente reversible imposición de su candidatura, al margen de los mecanismos legales del partido para la selección de aspirantes. En este sentido, Bravo Mena y sus colaboradores independientemente de si son partidarios o no del guanajuatense tendrán que hacer frente a lo que parece ser un hecho consumado que mina la autoridad de la nueva dirigencia y la credibilidad y la imagen de Acción Nacional en su conjunto en tanto que organismo institucional, colegiado y estatutario.