n Exportadora de Sal pretende expandir actividades hasta la laguna de San Ignacio
La extracción salina, principal amenaza para santuarios de la ballena gris en BCS
n Rechazado el proyecto en 1995, será rexaminado este año, a petición de la Secofi
Matilde Pérez U., enviada /I, laguna de San Ignacio, Mulegé, BCS n De las aguas saladas verdeazules, delimitadas por las dunas desérticas y agrestes llanuras ųentre pelícanos, patos y alguna que otra gaviotaų emerge una enorme figura grisácea semicilíndrica, que provoca el brillo de la mirada de expertos pescadores y la vibración corporal de quienes ven al mito viviente.
Asoma menos de la mitad de su largo y pesado cuerpo y, en los segundos que tarda mostrando su piel brillante, en la superficie marítima se escucha el agudo resoplido de otros de sus acompañantes que, como si fuera una fuente, lanzan casi al unísono un chorro de agua que con la luz del sol forma, sobre cada una de las porciones que muestran de sus cuerpos, un arco iris.
El profundo silencio de esta prístina laguna sólo es alterado por los motores de la docena y media de lanchas y de los murmullos de sus tripulantes, seis en cada una, quienes con las manos golpetean el agua para tratar de atraer la atención de alguno de los cientos de estos mamíferos marinos que cada año dejan el mar frío de Alaska y, en tres meses, recorren 12 mil kilómetros hasta llegar a las tibias aguas de los mares mexicanos para reproducirse.
Pocos recuerdan que esas ballenas grises, que cada año llegan a la laguna de San Ignacio en busca de tranquilidad, fueron prácticamente exterminadas hasta principios de este siglo por los balleneros estadunidenses, noruegos e ingleses, quienes al ver que en el complejo lagunar de Bahía Magdalena disminuía su número y, por supuesto, las ganancias económicas, siguieron a algunas y descubrieron que llegaban a las lagunas San Ignacio y Ojo de Liebre a reproducirse.
En San Ignacio se instaló el campamento adonde los balleneros de las compañías extranjeras llevaban a los cetáceos muertos para "freirlos" y sacarles el aceite, acción que se mantuvo hasta 1934. Por eso existe lo que hoy se conoce como La Fridera, narra el viejo pescador Francisco Mayoral González.
Este hombre, de 58 años, en 1961 llegó a esta laguna y evitó cualquier contacto con la ballena, porque en las pláticas con otros pescadores la identificó como un "pez diablo". Once años después, dice, tuvo un contacto accidental con el misticeto.
Desde entonces a cada extranjero o mexicano que llega hasta este apartado sitio de Baja California Sur, con orgullo le habla sobre su primer contacto con el "pez diablo", nombrada así por los balleneros por la ferocidad con que las madres defendían a sus crías.
"Mi panga estaba anclada, pescaba con viola y de repente una ballena sacó la cabeza en uno de los costados de la pequeña embarcación. Sí, me atemorice y me temblaron las rodillas, pero me ganó la curiosidad y me atreví a tocarla: su piel es como acolchonada y suave; como una esponja, húmeda y fresca; tiene, también, algunas partes blanquiscas y rasposas, como conchas (los balanos que caracterizan a las ballenas maduras). Es una impresión que queda para siempre".
Seis décadas después de esa matanza de ballenas grises en mares mexicanos, advierte, sobre el cetáceo ųcuya migración y reproducción son considerados hoy uno de los espectáculos silvestres más importantes del mundoų se cierne una nueva amenaza: la producción masiva de sal, por tiempo indefinido, en 54 mil hectáreas de la superficie que bordea la laguna de San Ignacio, por la empresa mexicano-japonesa Exportadora de Sal.
Para eso, la empresa succionará 1.5 millones de metros cúbicos anuales de ese cuerpo de agua, que llevará para su evaporación a extensas superficies planas hipersalinas, en donde se cristalizarán 6 millones de toneladas anuales de sal. La superficie escogida se localiza a sólo dos kilómetros de la laguna de San Ignacio, que se conserva prácticamente inalterada por actividades humanas y que en 1993 fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad, junto con la laguna Ojo de Liebre. Ambas son parte de los 2 millones 546 mil 790 hectáreas de la reserva de la biosfera El Vizcaíno, decretada en 1988.
El proyecto de la salinera fue presentado en 1994 por la empresa Exportadora de Sal (ESSA) ųen ella la empresa japonesa Mitsubishi tiene 49 por ciento de las acciones y el gobierno de México el restanteų y rechazado en 1995 por el Instituto Nacional de Ecología ųdependiente de la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap)ų, porque no era compatible con los objetivos de conservación de la zona y el uso de suelo. Entonces, el gobierno estimó que no había razones que justificaran la pérdida del ambiente natural dentro de la reserva.
Cuatro años después, la propuesta de ESSA sigue vigente, ya que, a petición de la Secretaría de Comercio (Secofi), la Semarnap creó un comité asesor científico internacional para definir los términos de referencia, que la paraestatal debe considerar en la elaboración de su manifestación de impacto ambiental, documento que en mayo de 1999 entregará ESSA al Instituto Nacional de Ecología (INE).
ESSA pretende ampliar sus actividades, que desde 1954 realiza en la laguna Ojo de Liebre, en Guerrero Negro, a la laguna de San Ignacio, en donde ocuparía enormes superficies, divididas por diques, que podrían desviar los escasos escurrimientos de agua dulce de la zona; la extracción de grandes volúmenes de agua, según expertos, cambiaría la actividad hidroceánica lagunar, alteraría la distribución de las especies, la temperatura del agua y pondría en alto riesgo los pastos marinos más productivos.
El muelle de dos kilómetros de largo que ESSA pretende construir sobre la costa del Pacífico estaría en una zona de reproducción de langosta y abulón, y a 25 kilómetros de la boca de la laguna, sitio de acceso y salida de las ballenas. La intención de la industria salinera es también "regular" el acceso a la laguna.
A cambio, ESSA ofrece: creación de 200 empleos directos, desarrollo de infraestructura y servicios para, primero, sus trabajadores y, después, para los habitantes de Punta Abreojos, de los ejidos Zapata II y Luis Echeverría, poblado de San Ignacio ųrodeado por palmares datileros-- y las comunidades de la laguna. Pero en Guerrero Negro ųen donde ha operado desde hace 40 añosų no ha terminado con la introducción de drenaje ni con la construcción del malecón; tampoco con la pavimentación de su zona habitacional que, sin embargo, contrasta con las viejas casas de madera del resto de la población.
La mirada deja de brillar, los surcos que el viento del mar y del desierto han dejado en su cara se acentúan y la voz del pescador Francisco Mayoral enronquece al atreverse a augurar que el misticeto dejará de llegar a San Ignacio si el proyecto de la salinera es aprobado. Desde 1976 ųaño en que inició su trabajo con las ballenas, y fundador de la empresa ejidal Kuyima Servicios Ecoturísticosų hasta la fecha, dice, se ha reducido la presencia de las ballenas. "Si la salinera llega aquí, en 10 años esta laguna ya no será la misma", y por eso se atreve a sentenciar: "Quien haga ese proyecto, mejor que me regale una cruz",
Estamos a la orilla de la laguna, en el campamento montado por la compañía Baja Expeditions ųuno de los cinco que en esta temporada se instalaron en esta zona. Hasta aquí, ųluego de recorrer un camino de brecha abierto entre los garambullos y cardones del desierto del Vizcaíno y entre los cerros de miles de conchas de almeja catarina, molusco que fue prácticamente exterminado en menos de dos años por empresas pesqueras de Sonora y Sinaloaų llegó un grupo de cuatro miembros del Parlamento Europeo; cuatro legisladores del Congreso de la Unión; los representantes de cinco organizaciones ambientalistas nacionales y extranjeras ųFondo Internacional para el Bienestar de los Animales y Consejo para la Defensa de los Recursos Naturales (IFAW y NRDC por sus siglas en inglés, respectivamente); Grupo de los Cien, Unión de Grupos Ambientalistas y Pro Esterosų; los embajadores Andrés Rozental y Alberto Székely, un experto del Instituto del Mar y Limnología y otro del Instituto de Ecología, ambos de la UNAM.
Su interés: conocer la opinión de los pescadores y ejidatarios respecto del proyecto de ESSA y observar las actuales condiciones de este cuerpo de agua, el tercero más importante en esta región bajacaliforniana para el ciclo de reproducción de la ballena gris.
Manuel Gardea y Eduardo Cedano, del ejido Luis Echeverría, y los pescadores y prestadores de servicios ecoturísticos Romualdo Mayoral y José de Jesús Murillo, resumen las necesidades de las 100 familias de esta zona de la reserva del Vizcaíno: fuentes de empleo, agua potable, escuelas y otros servicios elementales.
Pero consideran que la salinera "no es la manera más adecuada para el desarrollo". Para ellos, el ecoturismo y la reactivación de las pesquerías son la mejor alternativa de progreso. Comentan que la Asociación Regional de Sociedades Cooperativas de Baja California Sur ya alertó que la intempestiva succión de agua propuesta por ESSA podría afectar la pesca local; mil personas dejarían de recibir 400 mil dólares sólo por la pesca de abulón.
Sus ingresos como prestadores de servicios ecoturísticos son 3 por ciento de los 30 dólares que cada visitante paga al embarcarse para avistar ballenas. Esos recursos los suman al escaso dinero que obtienen por la venta de sus reducidas capturas de pescado, y apenas les alcanzan, comentan, para sostener los estudios de primaria de sus hijos, ya que por la lejanía de las escuelas tienen que pagar una pensión o interinato.
A 70 años de que varios países del mundo firmaron la Convención Ballenera Internacional y del Mar, para detener las matanzas de este fósil viviente, hoy su mayor amenaza, como señala el investigador del Departamento de Biología Marina de la Universidad Autónoma de Baja California Sur, Jorge Urban Ramírez, son las actividades humanas y la degradación de su hábitat.
La congregación de estos mamíferos marinos en las lagunas bajacalifornianas, que al nacer miden cinco metros y pesan 700 kilogramos y de adultos llegan a medir 15 metros y pesar entre 20 y 40 toneladas, es una oportunidad para observar este espectáculo, pero no deja de hablar del impacto ambiental que esto y cualquier actividad pueden generar en las lagunas, que son relativamente pequeñas, someras, de canales estrechos y limitadas.
No deja de destacar que, para el gobierno de México, la ballena gris tiene un valor político, pues la protección del cetáceo le ha permitido utilizarlo como símbolo de los esfuerzos nacionales para la protección del medio ambiente, y cualquier proyecto a desarrollar en las lagunas generará controversia nacional e internacional.