n La revaloración de la cultura n
n Alejandro Aura n
El viernes pasado se firmó un documento de colaboración entre representantes del área cultural de tres entidades federativas (Distrito federal, Alejandro Aura; Jalisco, Guillermo
Schmidhuber, y Colima, Luis Ignacio Villagracia). Uno más,
si no fuera porque en torno al tema de la cultura coincidieron
gobiernos de las tres filiaciones políticas de mayor peso en el
país. El texto del director del Instituto de Cultura del Distrito
Federal se consideró pertinente para la reflexión.
Urge una nueva valoración de la cultura. La perversa noción de que la cultura es el entretenimiento y el barniz de las clases más favorecidas por el proyecto económico que nuestro país ha seguido en los últimos lustros, ya no puede satisfacer a nadie y mucho menos al sentido común.
Cada vez más las grandes mayorías por todo el país demandan algo, que aunque no puedan definir con claridad, saben que les pertenece y les ha sido escamoteado. La palabra cultura parpadea en el tablero de la intuición colectiva como la clave para acceder al territorio de una vida mejor, de una vida no sólo con cantidad, cada vez más disminuida en todo para los más, sino con calidad.
El haber renunciado desde hace décadas en el proyecto de educación pública a la formación humanista y artística, con la pretensión de formar seres aptos para el trabajo y la producción, ha creado una noción generalizada de sin sentido e inutilidad de la vida que nos ha ido regresando a los más peligrosos rumbos de la barbarie.
Confundir a la cultura con algunas de sus más altas manifestaciones, como son las bellas artes, ha sido erróneo e injusto.
La música, las artes plásticas, la literatura, el teatro y la danza son, en efecto, los más exquisitos frutos de la cultura, pero no son la totalidad del concepto que nos ocupa.
El habla de los conjuntos humanos: los idiomas y los modos peculiares de usarlos; la explicación que cada grupo se da para comprender todos y cada uno de los fenómenos de la vida; el ánimo con que celebra el establecimiento de sus símbolos: las fiesta públicas y privadas, los rituales y la consagración de la memoria, son elementos fundamentales de la cultura; desvirtuarlos, ignorarlos, restarles oportunidad de servir en la búsqueda del sentido de la vida, en aras de una modernidad globalizada, de una fantasía técnica que pretende sustituir las particularidades de cada grupo humano por una supuesta identidad universal nueva, basada en la información general que se distribuye para todos, sirve sólo para alimentar el más pavoroso azoro que la especie humana ha vivido, más amarga de las destrucciones masivas que la parte negra de la historia ha inventado en contra de la civilización.
Es tiempo de darse cuenta de estas aberraciones y emprender una enérgica cruzada para revertirlas. No importa el signo político que representen los diversos gobiernos de nuestra república; ninguna ideología puede sustentarse si es contraria al bien público; ninguna ideología puede ignorar el valor de la cultura como única vía para el verdadero progreso, que no puede ser otro que la búsqueda colectiva de una vida mejor para todos.
En esto precisamente radica la importancia de la firma tripartita de este documento de colaboración entre gobiernos provenientes de tres partidos distintos para compartir experiencias, acciones y recursos en el otorgamiento urgente de servicios culturales para las entidades a las que tenemos obligación de atender y servir.
Para el Instituto de Cultura del Gobierno de la ciudad de México es especialmente trascendente este acto, pues es la primera vez que el Distrito Federal tiene un gobierno elegido por el voto popular y ha optado por crear, para la capital de la república, la más grande de nuestras ciudades, una entidad para la atención específica de la cultura, a partir de un ejercicio serio de consulta y reflexión del más alto nivel, acerca de las responsabilidades que el gobierno tiene no sólo con los capitales y sus productos financieros, sino ųy sobre todoų con la gente. Atender de manera horizontal y equitativa a todas las personas para que tengan a la mano las herramientas básicas para revalorar, recuperar y seguir creando los valores y los productos de la cultura, aunque no sea una tarea fácil, es la única tarea legítima que, a nuestro juicio, puede y debe asumir cualquier gobierno que diga que su misión es buscar la felicidad de sus gobernador.
Agradezco la hospitalidad y la buena fe de los gobiernos de Colima y Jalisco para el logro de este acto de buena voluntad política en beneficio de toda la gente de nuestras entidades.
Muchas gracias.