n En el DF es constante una masificación de la singularidad, dice Monsiváis


La ciudad moderna, más que un telón, una protagonista: Fuentes

La sobrevivencia, compulsiva

Renato Ravelo n En la ciudad de México se vive con lentitud provinciana a nombre de la rapidez, porque si la vida es más agitada es igualmente circular, sostuvo Carlos Monsiváis al conferenciar sobre la capital en la que "ciertamente el ritmo es más intenso y cada quien es único, pero las maneras de ser único se parecen demasiado entre sí, en una suerte de masificación de la singularidad".

Conferencia enmarcada en el gran temaApocalispsis y Utopía, como parte de las actividades del 15 Festival del Centro Histórico, abarcó lo mismo la explicación histórica ("el Estado todavía en los setenta no pone obstáculos a la población y la capital es el sitio de los ambiciosos"), que la perspectiva futura ("en la ciudad de fin de siglo el automóvil y el video ocupan un sitio perferencial. La ciudad virtual exige crecientemente sus derechos y en diversos sentidos el video también sustituye a la calle").

Ciudad que es la destopía, del turismo del apocalipsis, calificó Monsiváis, y citó datos de un trabajo de Juan Vélez: "Un millón de personas vive en pobreza extrema, 4 millones ganan menos de dos salarios mínimos, 5 millones padecen pobreza moderada, se consumen 18 millones de litros de gasolina y cinco de diesel al día, 316 mil empresas y 4 millones de automotores arrojan al aire 2 millones 400 mil toneladas de contaminantes anualmente."

Y en continuación con su imagen de la importancia del automóvil, agregó: "Para el año 2010 se calcula que circularán 7 millones de vehículos o habrá el más grande embotellamiento de la historia. La calidad del aire en México es satisfactoria sólo 15 días al año, la contaminación del aire rebasa la norma de calidad en la zona centro 290 días al años, 91 mil policías combaten a más de 5 mil bandas de delincuentes, se cometen más de 650 delitos diarios y más de 14 o 20 millones de seres, tan no toman en serio estas advertencias que siguen considerando las señales del génesis y aquí se quedan."

Ciudad que se ha hecho indiferente, señaló el autor de Los rituales del caos: "En un día de 1993 se efecturaon 100 marchas de protesta, el tráfico se desquició, pero a la mañana siguiente los periódicos apenas si consignaron el hecho. En la megalópolis el desempleo y el empleo son movilizaciones constantes presentes al menor descuido. A las pretensiones de la gran ciudad las disipa cada media hora la realidad performancera de la economía informal, del subemepleo, del comercio ambulante.

"En las esquinas más concurridas, al acecho de la luz roja, la nueva luz del comercio, dos o cinco o doce personas asedian los sentimientos o los caprichos del automovilista al que le ofrecen chicles o dulces, juguetes o kleenex, o navajas suizas o bazucas. Mientras el cliente se decide los esquineros tragan fuego o practican la acrobacia. Incluso y para matizar el espectáculo asaltan con revólveres y puñales. La desesperación de la sobrevivencia cubre la ciudad con espectáculos compulsivos."

Esos performanceros son también los danzantes de la Basílica a quienes Monsiváis ha visto con máscaras de Batman, son las señoras que llaman a la televisión para avisar de la visita de la virgen de Guadalupe en su cocina, son los policías que se crucifican para protestar o los empleados de limpieza que se desnudan frente a la Cámara de Diputados.

Ese traslado de lo privado a lo público, agregó Monsiváis, "permite el fin de lo inconcebible y la ciudad de México se colma de performances con propósitos no artísticos, pero de efectos seductores. Elefantes y contorsionistas han presidido marchas de protesta de deudores bancarios. Hemos visto una misa de día de muertos con prostitutas portando máscaras de esqueleto, asistí a un concurso de trasvestis escenificando el cuadro de Las dos Fridas. La lista es interminable y denota propósitos escénicos, exigencias dramáticas, ganas de vivificar a la ciudad y un punto paroxístico a la combinación de simbología y sátira".

En la fragmentación, señaló, "en las explosiones del video aquietamos la nostalgia por el ejercicio de la calle, y la tecnología nos globaliza mas allá de los tratados de libre comercio, y el sitio principal de diálogo con la ciudad es el automóvil, que resulta entre otras cosas sala de concierto, mesa redonda sobre política y economía, oficina burocrática, vehículo de guerra. El automóvil vestigio del porvenir, nave espacial frustrada, rueda de la fortuna, rompecabezas infinito al que domestica la falta de espacio."

Concluyó: "las realidades urbanas no son inferiores o superiores a los hechos artísticos, desde luego, pero así como el arte y la cultura se benefician de la intensidad citadina, también a la descripción de las ciudades se añaden atmósferas y descargas creativas del arte nuevo. De La sombra del caudillo a La región más transparente, de The West Land a los poemas de Efraín Huerta. Un proverbio koan, hace años de moda se pregunta Ƒcuál es el sonido de una sola mano aplaudiendo? La pregunta actual sería Ƒcómo salir del embotellamiento causado por un automóvil solitario?"