Ugo Pipitone

ƑEstados Unidos, hacia el final del auge?

Recapitulemos los datos esenciales del nuevo conflicto comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea, aquello que los periodistas han bautizado como la batalla del plátano. Estados Unidos se considera objeto de un trato discriminatorio de parte de Europa en lo que concierne a las exportaciones de plátanos de sus multinacionales operantes en América Latina. Las autoridades europeas, en efecto, otorgan un trato preferencial a las exportaciones de plátanos de varios países del Caribe y del Pacífico que en algún momento fueron colonias británicas o francesas. Y ahora, el gobierno de Clinton amenaza con introducir sanciones comerciales que duplicarían los aranceles estadunidenses a la importación de varios productos europeos para compensar las pérdidas, evaluadas en 520 millones de dólares, sufridas por empresas como Dole, Chiquita y otras.

La pregunta es inevitable: Ƒpor qué tanto escándalo acerca de un rubro comercial que, evidentemente, no tiene un peso estratégico? El desequilibrio comercial estadunidense es probablemente el mayor problema de una economía que desde hace ocho años experimenta un asombroso crecimiento económico con disminución del desempleo, estabilidad de los precios, dinamismo de las inversiones, incremento del ahorro interno, euforia continua del mercado accionario y saneamiento de las finanzas públicas. Todo va bien, aparentemente, menos la cuenta corriente de la balanza de pagos.

En el curso de gran parte de los años noventa, Estados Unidos ha tenido que enfrentarse a dos circunstancias adversas para su comercio internacional. En primer lugar, al escaso crecimiento europeo debido a las severas condiciones de equilibrio fiscal para el ingreso a la moneda única y el continuado estancamiento japonés agravado en los últimos dos años y medio por la crisis financiera de las economías más dinámicas de Asia oriental. En segundo lugar, la valorización del dólar respecto a las monedas de sus principales competidores, lo que ha restado fuerza competitiva al made in USA en los mercados internacionales. Resultado neto es que la cuenta corriente de la balanza de pagos estadunidense ha pasado de 135 mil millones de dólares en 1996 a bastante más de 200 mil millones en 1998. Dicho de otra manera, el porcentaje del saldo negativo de la cuenta corriente respecto al PIB que, entre 1994 y 1997 giró alrededor de 1.8 por ciento de ese indicador, saltó a 2.7 por ciento en 1998.

Resulta entonces comprensible que las autoridades de ese país se hayan vuelto hipersensibles a un tema, las cuentas externas, en que el boom económico de los últimos años no solamente no ha mejorado el escenario sino que lo ha deteriorado de manera significativa.

El boom estadunidense de los años 90 tiene dos focos rojos que podrían convertirse en factores críticos de una brusca inversión cíclica en un futuro cercano. El primero es el desequilibrio externo mencionado, que podría volverse principio activador de un nuevo ciclo de inestabilidad del dólar, con la consiguiente interrupción del prolongado periodo de estabilidad de los precios. El segundo foco, independiente de las cuentas externas, está asociado con un auge bursátil que ha llevado el índice Dow Jones a un máximo histórico apenas inferior a 10 mil puntos. Tan grave es la situación potencialmente asociada al auge especulativo, que el propio Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, en su último testimonio frente al Congreso de su país, hace dos semanas atrás, no tenía empacho en reconocer la posibilidad de una sobrevaluación de las acciones en el mercado de capital de Nueva York.

Resultan, así, tentadoras las analogías históricas. Primera analogía: la crisis bursátil de Tokio en 1989 fue el factor desencadenante de una depresión económica que lleva ya una década en aquel país. Segunda analogía: el boom prolongado de los años veinte en la economía de Estados Unidos, terminó en 1929 con un crack bursátil que produjo la peor depresión económica del país y que también duró una década. Y entonces, como hoy, las ganancias especulativas terminaron por crecer a desmesura respecto a un crecimiento económico real que, si bien dinámico, no podía llenar la brecha creciente entre entusiasmo especulativo y demanda efectiva. No queda sino esperar que Alan Greenspan se decida pronto a aumentar las tasas de interés para desinflar progresivamente una burbuja especulativa que, conjuntamente con el déficit comercial, podría ser factor de una traumática inversión cíclica. Y considerando que la economía de ese país es la única dotada de dinamismo en la actualidad económica mundial, una abrupta caída hacia la recesión en ese país tendría efectos internacionales difíciles de calcular, pero seguramente graves.