n Hay que sacrificar la conversación, dice el autor de Los años con Laura Díaz


El escritor debe vivir en la soledad soberana y esclavizante: Fuentes

n Uno de los placeres de escribir novelas está entre la corrección y la aparición del libro, comenta n Considera a Lázaro Cárdenas no sólo el mejor presidente del siglo XX, también su imán

César Güemes /II n La verdad es que Carlos Fuentes escribe caminando. Algo impensable en él o en cualquier otro prosista, es sin embargo muy natural. A fin de evitarse la angustia de la página en blanco, sale todas las tardes a realizar prolongadas caminatas por las calles de Londres y es ahí, en un par de horas, donde encuentra muchas de las palabras que escribirá, ya sobre el papel, la mañana siguiente. De hechos como este, desde luego propios de su taller personal, habla el autor de Los años con Laura Díaz (Alfaguara), que se declara cardenista ferviente, sólo que cardenista de los de don Lázaro.

ųDesde que empieza a publicar, en 1954, hasta Los años con Laura Díaz no se ha tomado una pausa. ƑQué tanto de esa constancia se la podemos atribuir a la disciplina?

ųUn escritor debe adquirir muy pronto la disciplina, eso desde luego, o no produce. Vivimos en un país de promesas que se quedan en eso; de seres platónicos que le tienen horror a la página escrita, que creen desarrollar su inteligencia por medio de la charla, de los encuentros de café o las desveladas o la conversación a veces inteligentísima. Recuerdo un caso maravilloso, uno de los hombres más inteligentes que he conocido en México, Jorge Portilla, un joven filósofo del grupo Hyperión, que murió cuando tenía apenas poco más de 40 años. No he conocido una mente filosófica más brillante que la de él. Pero Jorge era incapaz de sentarse a escribir una cuartilla, le provocaba un trauma espantoso, era de la escuela platónica, era un peripatético aristotélico, fue un platonista convencido de que cederle el verbo a la letra escrita era una especie de traición al diálogo.

''Y hay mucha gente del mejor de los niveles que piensa, y también hay muchos tarambanas, muchos desordenados que no alcanzan esos estratos. El caso es que Portilla sí creía que el diálogo se daba peripatéticamente. En cambio, creo que un escritor no tiene más remedio que sacrificar un poco del logocentrismo platónico que anida en todos nosotros, pues nos gusta conversar, y sentarse en la soledad soberana y al mismo tiempo esclavizante para hacer sus libros. La obra escrita se hace en la soledad más grande, por eso el escritor necesita ciertas compensaciones, porque la literatura es un acto de soledad terrible. Hay que entender ese estado de soledad y convertirlo en una virtud y en un goce. Cuando uno alcanza el placer de escribir, solo y su alma, es cuando ha ganado la batalla de la literatura''.

ųPero no siempre escribir ha de ser placentero. Una de cada cincuenta veces que se sitúa frente a sus papeles quizá no se siente bien, ya sea por el ánimo o porque el texto no avanza hacia donde usted quería.

ųLo que sí aprende uno con el tiempo es sentarse a escribir luego de que ya se pensó la noche anterior aquello que se va a trabajar. Cuando era joven recuerdo que sentía mucha energía y me sentaba a escribir con la página en blanco, como si estuviera en un ring de box, la página y yo nos dábamos de cates, a ver quién noqueaba a quién. Pero ese era un desgarramiento de tal magnitud que me produjo una úlcera gástrica. En cambio, con el tiempo he aprendido a caminar la tarde o la noche anterior, pensando en lo que voy a hacer al otro día, dejarlo en el subconsciente, soñarlo incluso, lo cual es muy misterioso, y tener a la mañana siguiente una preparación anímica que es enriquecida por la intervención de lo que podemos llamar impensado. De todo lo que sale de la pluma de una manera casi mágica, hay muchas ideas, situaciones y palabras que nunca había pensado que aparecieran en el texto. Ese es una especie de trance, se asombra uno de los rumbos que ha tomado la escritura, porque hay cosas que uno no había preparado. Pero gracias a lo que sí se preparó, gracias a la carpintería previa que se hace, se encuentra uno predispuesto para la actividad de escribir a la que casi me atrevería a calificar de onírica. Se da una entrega a la escritura que lo lleva a uno por caminos insospechados.

ųHa habido escritores, muy pocos por cierto, que se sientan ante la página en blanco sin ningún plan previo y aun así consiguen escribir una novela. El caso de Los años con Laura Díaz debió ser completamente opuesto.

ųNo hubo mucha investigación, no fue necesaria, porque ya tenía un equipaje en la memoria muy grande para escribir la novela. Casi no tuve que consultar libros, salvo casos muy excepcionales. Por ejemplo para recordar todo aquello que se refiere al movimiento obrero en los años veinte, la historia de los batallones rojos, la acción de la CROM, en fin, consulté el extraordinario libro de Arnaldo Córdova sobre el callismo. Hice también algunas otras lecturas necesarias, como las que se refieren a la guerra de España. Pero básicamente todo viene de la memoria que yo venía cargando, que estaba dentro de mí.

''La parte de la estructura no me llevó ningún tiempo, porque decidí hacer una novela supuestamente cronológica. El cuerpo de la historia comienza en 1905 y termina en 1972, pero esto se encuentra entre dos paréntesis que son el año ų1999 y el 2000ų, de manera que me era muy fácil seguir un orden cronológico y tener presente que al final las claves de la novela estaban en esas dos fechas ų1999 y 2000ų que corresponden a los momentos en que el bisnieto de Laura Díaz puede sentarse con su compañera a platicar la historia de su bisabuela. De manera que la novela está contada en Detroit y Los Angeles. Y aquí hay un punto que no quiero perder: es una historia que se inicia con Veracruz, la entrada tradicional a México, en este caso con inmigrantes que vienen de Alemania, y termina con el éxodo hacia Estados Unidos. Arranca con la inmigración atlántica y del Golfo y cierra en el Pacífico, en California, en Los Angeles. Creo que esa es también una trayectoria secreta de la vida mexicana, del México que miraba hacia Europa, al que mira hacia Estados Unidos''.

ųEl libro tiene una prosa muy cuidada, muy limpia. ƑAsí nació la novela, o el lenguaje es producto de un proceso de corrección?

ųTodos tenemos que corregir.

ųƑIncluso Carlos Fuentes?

ųIncluso William Shakespeare o Proust o Balzac. Ver las páginas de corrección de pruebas de Balzac es algo fascinante, prácticamente a veces rehace la novela, hay garabatos por todos lados. Joyce corregía muchísimo. Todos lo hacemos. Uno de los grandes placeres de escribir novelas está entre el periodo de corrección y la aparición del libro, ya sean correcciones cotidianas o en el momento de las pruebas.

 

El jalón de México fue muy grande

 

ųLa última página del libro está fechada en Londres, de modo que fue allá donde lo hizo.

ųBásicamente sí, por la naturaleza de mi vida en Inglaterra.

ųAdemás de la tranquilidad que le da Inglaterra para trabajar, Ƒle sirvió de algo la distancia con México, pues iba a hablar precisamente del país?

ųMe sirvió, y es algo a lo que estoy acostumbrado por mi vida de hijo de diplomático, lo cual me hizo desde siempre ver a México con una perspectiva, lo que tenía ventajas y desventajas. Me acostumbré a adaptarme a donde iba, Estados Unidos, Chile, Argentina, Suiza, y al mismo tiempo a no perder la perspectiva mexicana. Hay momentos de mi vida en que veo hacia atrás y me digo que pude haber sido chileno o argentino, me pude haber quedado en Santiago o en Buenos Aires y formar parte de esas literaturas, pero siempre el jalón de México fue muy grande y eso se lo debo sobre todo a mi padre. El era diplomático, quiero recordarlo ahora, en la época de Cárdenas, y tenía la obligación de representar ciertos valores mexicanos, que son los mejores que hemos creado en el siglo XX: los del cardenismo. De manera que esto también significaba para mí una lección diaria en mi casa. Soy un cardenista ferviente en ese sentido, porque para mí Lázaro Cárdenas significó no sólo la más grande presidencia en México en el siglo XX, sino que era mi imán, el latido del corazón mexicano encarnado en un gran político.

ųOtro elemento constante de su equipaje, así como lo es el cardenismo, ha de ser su máquina de escribir, don Carlos. Acaso un procesador de palabras.

ųNi siquiera eso, todo lo escribo a mano. Sólo paso a máquina cuando empiezo a corregir. Todos mis trabajos comienzan por ser manuscritos, en unos cuadernos rayados, muy buenos.

ųƑNo le da tentación la computadora?

ųPara nada, la detesto. No me gusta esa distancia que se genera cuando se hace literatura en una pantalla, no quiero ponerle un condón a mi dedo.