UN CALLADO PERO FUERTE VIRAJE EUROPEO
La renuncia de Oscar Lafontaine, presidente del Partido Socialdemócrata germano y principal miembro de la izquierda en el gabinete del primer ministro Gerhard Schröder, sin duda tendrá grandes consecuencias políticas, no sólo en el ámbito alemán y europeo sino, probablemente, en el mundial.
En el plano interno, el canciller Schröder, partidario de lo que se ha denominado un nuevo centro liberal y de una coalición con los liberales y un ala democristiana, ahora piensa sumar a su cargo gubernamental el de presidente de su partido, como hizo Helmuth Schmidt en el pasado. De este modo, el eje del gobierno pasa de la izquierda a centro-derecha y la alianza rojiverde corre el riesgo de ser sustituida por una futura "gran coalición", ya que los verdes nada han hecho para resistir la expulsión de Lafontaine del gabinete y se encuentran, ahora, ante la decisión de sumarse a una política opuesta a sus objetivos (con el consiguiente desgaste y desprestigio) o de renunciar a ser parte del gobierno y ser reemplazados por los liberales.
Mientras, los sindicatos han manifestado que seguirán exigiendo el cumplimiento de lo pactado con Lafontaine y los jóvenes socialdemócratas señalan que el partido no puede ser dirigido desde la Cancillería, esbozando así una resistencia social y política a las medidas de Schröder. La Asociación de Empresarios exige, en cambio, la anulación del impuesto ecológico y de la reforma fiscal ųque favorecía a los más pobresų y en su empeño ha recibido un firme apoyo por parte de las empresas aseguradoras, automotrices y eléctricas. Como signo de los nuevos aires que soplan, el ministro de Economía, quien fue asesor de la industria nuclear, podría reemplazar a Lafontaine quien planteaba, con los verdes, reducir drásticamente las actividades de ese sector de la industria energética.
En este estado de cosas, tal parece que los socialdemócratas alemanes aplicarán ahora una política liberal y no preocupada por las consecuencias sociales de las medidas que adopten, mucho más cercana a la de Tony Blair y el Partido Laborista británico que a la de los socialistas franceses dirigidos por Jospin. Debe señalarse que Blair, antes de llegar al gobierno, había modificado su partido y construido un equipo liberal políticamente homogéneo, situación que no sucede en Alemania, donde resultan previsibles fuertes resistencias partidarias y sociales a este cambio de rumbo hacia la derecha. El boom en la bolsa de Francfort y el reforzamiento del euro frente al dólar reflejan --así sea indirectamente-- la satisfacción de los empresarios ante la renuncia de Lafontaine, mientras las belicosas declaraciones sindicales, por el contrario, muestran la insatisfacción de los trabajadores.
En el campo internacional, el viraje político germano podría tener importantes repercusiones, máxime si se considera que Alemania es la principal economía de la Unión Europea y uno de sus principales conductores. Por otro lado, con el cambio en el gabinete alemán se debilita la idea que pretendía unir el mercado y el liberalismo con la protección social de los más desfavorecidos, ese "liberalismo con rostro humano" que comenzaba a prefigurarse en las políticas y colaboraciones del dúo Lafontaine-Jospin.
Por consiguiente, se debilitan también los socialistas franceses y la euroizquierda y, por lo tanto, la oposición sorda europea a Estados Unidos. De este modo, con una Europa que pasa del rosa al gris oscuro no sólo podrían aumentar las tensiones sociales en el Viejo Continente sino que, probablemente, podrían reforzarse las tendencias a la homogeneización y la americanización de la política internacional, con graves consecuencias para los demás países del mundo.