Nacido en 1904 en la ciudad de México, Miguel Covarrubias fue uno de esos seres polifacéticos, llenos de talento, creatividad y audacia que dejan su huella en muchos campos. Desde muy joven recorría los cafés nocturnos, teatros y bares tomando apuntes que más tarde desarrollaba en simpáticas caricaturas, que publicaba en diarios y revistas. En 1923 se trasladó a Nueva York, en donde sus dibujos tuvieron gran éxito, convirtiéndose en caricaturista oficial de la revista Vanity Fair, una de las más importantes de Estados Unidos, además de colaborar en la prestigiada publicación Fortune.
Su talento fue reconocido por la Fundación Guggenheim, que le otorgó una beca para viajar a Asia, Africa y Europa. En esos lugares realizó dibujos formidables y filmó varias películas documentales, recientemente difundidas por el canal 22, que sorprenden por su buena factura.
La Enciclopedia Británica lo incluyó en su lista de ''Maravillas del lápiz''. Fue también aficionado a la arqueología, logrando conjuntar una importante colección. Pleno de creatividad, incursionó en el diseño de joyería, junto con su querido amigo Víctor Fosado, quien ''descubrió'' y difundió la maravillosa orfebrería oaxaqueña y muchas otras artesanías más, además de realizar creaciones propias. Estas aún se venden en Madero 8-10, en la tienda que conserva su hija Pilar, con el mismo amor y cuidado de su padre, por lo que solo se encuentran mercancías de alta calidad, entre otras un collar de Covarrubias en que aparece una diminuta trajinera de plata con su remero y la novia, verdaderamente delicioso.
Autor e ilustrador de muchos libros, enseñó etnografía en la Escuela Nacional de Antropología y fue director de la Escuela de Danza del INBA. En la ciudad de México pintó varios murales importantes, entre los que sobresalían los del Hotel del Prado, derruido a raíz del terremoto de 1985; en la antigua iglesia de Corpus Christi, cuando fue sede del Museo de Artes e Industrias Populares, y en el hotel Ritz de la avenida Madero.
Este hotel fue uno de los mejores en su época, de gran moda entre la aristocracia local y la nobleza europea que emigró a la capital de México huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Su bar era punto esencial de reunión, distinguiéndose por tener buena música, copas, la presencia de las mujeres más guapas y sofisticadas y destacadamente por el maravilloso mural que pintó Miguel Covarrubias en 1937. Utilizando como tema un paseo en trajinera en Xochimilco, nos muestra varios tipos populares, magistralmente caracterizados, en su estilo tan propio siempre cercano a la caricatura.
Con enorme tristeza nos percatamos de que el afamado hotel Ritz es desde hace unos días una cafetería šVips! y como cualquier adorno más aparece el extraordinario mural de Covarrubias, bastante dañado, sin ninguna protección, ni siquiera una placa que indique el nombre del autor y la obra y rodeado de ese ambiente plástico norteamericanizado. Un llamado de auxilio al Instituto Nacional de Bellas Artes para que rescate esa obra de arte, la restaure y la coloque en el Museo Nacional de Arte (Munal) o lugar semejante, para que con dignidad pueda ser disfrutada por todo mundo.
Hablando de rescates, el Munal muestra a la entrada un vasto mural de Revueltas, que salvó y restauró recientemente y que es un gozo disfrutar, mientras se le otorga un lugar definitivo. Por cierto, la tienda del museo cada día tiene más objetos bellos y nuestros, como las botellas, botellitas, floreros y demás monerías del cristal llamado de pepita, y también de vivos colores traslúcidos. No faltan libros, rebozos y una que otra artesanía.
A la salida del museo, en la soberbia plaza Manuel Tolsá, se encuentra el restaurante Los Girasoles, que nuevamente tiene mesitas al aire libre para disfrutar la belleza del Caballito y de los majestuosos edificios que lo rodean. El defecto del restaurante es el color amarillo girasol con el que pintaron la sobria fachada decimonónica y unos escandalosos banderines azules. Los platillos de comida mexicana moderna, campechaneados con tradicionales, varían periódicamente, según la inspiración de las chefs que los diseñan, todas ellas expertas en la materia. No hay que olvidar que para presupuestos modestos, junto a Los Girasoles, hay una sabrosa taquería que también tiene servicio en la plaza.