Durante la emisión del noticiero matutino radiofónico Para empezar hay en cada corte de estación una curiosa intervención (a veces pagada y otras no) de una voz femenina que me recuerda mucho al Libro gordo de Petete (y supongo que sólo los de mi generación sabrán de lo que estoy hablando) que porporciona datos, cifras o consejos acerca de los temas más dispares.
A veces dedican todo un día a hablar del estado de Sinaloa, por ejemplo, diciendo entre otras cosas cuál es su rango en la escala nacional en cuanto a la producción de jitomates se refiere, u otro día en aclararnos la duda de cuantos manatíes hay en la República mexicana, o a ponderar las enormes propiedades curativas del amaranto.
Este ejercicio enciclopédico, al que me veo enfrentado todos los días, me ha hecho saber cuántas tiendas Sony hay en México, cuál es el estado de mayor producción de huevo en la República, e incluso los movimientos (por temporada) de los cardúmenes de atún en nuestras costas.
Y no me parece mal. Aprendo cosas que a veces me sirven y otras que a veces tardo años en poder borrar de mi disco duro, ya saturado de por sí de conocimientos inútiles.
Pero el martes fui sorprendido. Por medio de la agradable voz de la señorita de la radio me recomendaron, a mí y a todos los que escuchaban, que en caso de ser asaltado y llevado a un cajero automático, marcara mal mi número de tarjeta, y daban como lógica conclusión la siguiente: ``Siempre la podrá reponer''.
Francamente me aterroricé. Me imaginé en un cajero con dos güeyes malencarados apuntándome con sendas pistolas y yo, muy inteligente, marcando la fecha de la conquista de América en vez de mi número confidencial...
El consejo peligroso de la señorita de la radio me dejó pensando.
Y aquí me atrevo a dar el consejo contrario, sin agradable voz femenina, pero poniendo por encima de los valores económicos el valor más grande con el que cuento: ``Si es usted asaltado y llevado a un cajero automático, entregue sin chistar todo el dinero que tenga. Ese lo podrá reponer posteriormente, lo que jamás podrá reponer es la vida''.
La semana que acaba de pasar fue de luto. Tres importantes personajes de nuestro siglo, cada uno en su territorio, nos han dejado sin su presencia y el esplendor de sus maravillas.
Y juro que voy a extrañar muchísimo a Stanley Kubrick y sus brillantes especulaciones cinematográficas que llenaban de magia la oscuridad de la sala hasta hacernos caer en un trance cómplice y apasionado. Porque estoy seguro de que se puede decir cualquier cosa de su cine, pero ignorarlo, nunca.
Y juro que voy a extrañar muchísimo la sutileza de Bioy Casares y sus tejidos y entretejidos fantásticos, que le dieron a la literatura de nuestro continente una nueva fórmula para entender que la realidad es lo imposible.
Y juro que voy a extrañar muchísimo el dominio del diamante de Joe DiMaggio y sus apasionadas diatribas y sus maravillosos batazos y sus robos de base, que aunque nunca fueron presenciados por mí en un estadio, están allí, más vivos que nunca, en memoria de ese tiempo silvestre que sin duda vale mucho más que esta época en que el marketing crea héroes deportivos todos los días.
Pero juro que lo que voy a extrañar muchísimo más son las flores que Joe mandaba, puntualmente, cada tercer día, desde finales de los sesenta y hasta hoy, a la tumba de Marilyn, porque creo que el absoluto amor con su muerte se muere también un poco.
El lunes pasado se celebró el Día Internacional de la Mujer y hubo fiesta en casi todo el mundo (no estoy seguro que en los países islámicos haya mucho que celebrar). Negar a estas alturas la importante labor de la mujer en cualquier contexto -social, político, económico o cultural- es negar el presente y cerrar de golpe las puertas al futuro.
A partir de la premisa de que somos iguales y nuestras diferencias son lo que nos hace ser todavía más iguales, una noticia aparecida el miércoles me dejó completamente estupefacto.
Se crea, con bombo y platillo, el Instituto de la Mujer en Yucatán. Buena noticia. Los que lo presiden son hombres. Mala noticia.
Volver a los tiempos en que las mejores decisiones para las mujeres las tomaban los hombres es volver a los tiempos de la barbarie.
Creo que es una enorme metida de pata de Víctor Cervera el nombrar en la presidencia del organismo (según nota de La Jornada) al Secretario General de Gobierno (hombre), al encargado de Hacienda y Planeación (hombre), el de Salud (hombre), Desarrollo Industrial (hombre) y de Contraloría (hombre), y a la secretaria de Educación del estado (una mujer, ¡menos mal!).
¡Ah!, pero eso sí, el Instituto será dirigido por otra mujer (para equilibrar, creo). Buena noticia.
Ella podrá escuchar y opinar, pero no tendrá voto. Mala noticia.
Me encantaría saber qué está pasando por la cabeza del gobernador yucateco en estos momentos y qué opinarán la ex gobernadora del estado y la ex presidenta municipal de Mérida acerca de tan curiosas designaciones.
Yo estoy completamente seguro de que todos estos hombres tendrán buena voluntad, pero ¿sabrán qué es lo mejor para las mujeres?
La competencia por decidir quién es el Ayatola de la radio sigue en curso.
A la delantera, pero sólo por una nariz, José Gutiérrez Vivó avanza, seguido muy de cerca por Pedro Ferriz de Con, Eduardo Ruiz Healy, Eduardo Pasquel y Flor Berenguer.
Sigan enviando sus votos a [email protected] y dentro de quince días, sin falta, tendremos resultados finales, sin caídas de sistema ni rellenos de urnas al estilo guerrerense.