Bazar de asombros


Papitas, cristiadas, merolicos y misterios

Al observar a las multitudes piadosas que gesticulaban su fe y agitaban su esperanza al paso de una ráfaga blanca que, desentrañada por una televisión gárrula y pícara, consistía en un estrambótico vehículo ocupado por el anciano Papa de Roma revitalizado por la multitudinaria adhesión, por el apabullante triunfo de su programa comunicológico, el bazarista revivió una vieja pesadilla brotada de su errático paso por la rectoría de la Universidad Autónoma de Querétaro. La componían los siguientes elementos: el patio barroco de los Colegios de San Francisco Javier, reivindicado para que cumpliera los designios de los educadores que lo fundaron y la orden oficial, dictada por Gómez Farías y el Congreso y sistemáticamente ignorada por los obispos y los gobernadores que no querían entrar en conflicto con la Santa Madre que perdona muchas cosas, menos que le quiten sus santas propiedades. Esa orden entregaba a la pobre y pequeña universidad un inmueble histórico que necesitaba con urgencia para dar cabida a los nuevos estudiantes. Otros aspectos eran el de la protesta encabezada subrepticiamente por un obispo que algo tenía de personaje de Gabriel Miró y abiertamente por los franciscanos seguidores de Pedro el Ermitaño; el asalto a la universidad defendida por un puñado de maestros y estudiantes y por un rector que aguantó los embates de la santa cruzada más por engarrotamiento súbito que por valor chinaco y, sobre todo, la pavorosa gritería: ``Viva Cristo rey... abajo los comunistas'', ``Cristianismo sí, comunismo no'', el ruido de los machetes y las piedras, los gritos de los heridos, la fractura de vidrios y puertas, la destrucción de laboratorios y aulas, la quema inquisitorial de una modesta reproducción del Mural de Guernica de Picasso, que presidía la oficina rectoral... y, más tarde, el gas lacrimógeno y la dispersión de los últimos cristeros gracias a la intervención de la policía y de un destacamento del ejército pedido por los sitiados, en nombre de una autonomía a punto de convertirse en bruja (de Salem o de Huimilpan que para el caso es lo mismo) rostizada para ejemplo de heresiarcas y saqueadores de los bienes eclesiásticos.

Esa misma noche crecieron los rumores de un nuevo asalto y los estudiantes de Morelia llegaron a la ciudad para apoyar a sus hermanos en peligro. Su líder se comunicó con el acorralado rector que en esos momentos se curaba los arañazos que le habían propinado unas viejecitas beatas como de película de Cacoyannis (en el vértigo del araño, el hereje ladrón de patios, creyó reconocer a una beligerante anciana que, con motivo de un seminario sobre Freud, fue enviada por los franciscanos para que protestara en la acera de la universidad con una pancarta que hubiera hecho las delicias de Luis Buñuel: ``Abajo el pansexualismo''), al llegar a las goteras de la ciudad. El diálogo que, junto con el ataque de las casi islámicas ancianas, han impedido al perplejo rector acceder al heroismo en serio, fue el siguiente: ``Ya llegamos, rector. Los esperamos en la plaza en donde haremos un mitin para informar al pueblo de lo sucedido.'' La respuesta rectoral, meditada para no ofender a los luchadores morelianos, fue la siguiente: ``Compañero, me parece por lo menos ocioso, por no decir suicida, el ejercicio que nos propone, pues debo informarle que fue el pueblo el que nos asaltó y estuvo a punto de mandarnos a calacas.'' Se hizo un silencio, tanto físico como ideológico, y, a pesar de la movida de tapete -léase breviario de materialismo dialéctico-, a los pocos minutos los brigadistas llegaron a la universidad y se unieron a los sitiados.

Estos antecedentes impiden al resentido masonazo hacer análisis serios sobre el pragmatismo publicitario del Episcopado, unido en esta ocasión, a las papitas, fritos, nachos y otros crunches; más bancos, computadoras, ``pecsis'', transnacionales y otros heraldos de ese consumismo que el Papa lamenta y critica. Le impiden, además, denunciar la inundación de melcocha y de histeria perpetrada por los merolicos (el buhonero francés, Merolicoq, que dio su nombre a ese oficio tan popular en nuestras ferias y mercados, aseguraba que el secreto de su éxito consistía en hablar constantemente para no romper el desarrollo frenético de la tensión y la ansiedad) de los medios masivos y de sus socios del sector sacerdotal que rivalizaron con ellos en materia de insensateces, vulgaridades y exaltación de esa milagrería que la Iglesia, siempre cautelosa en estas materias, ha visto con recelo y tratado con prudencia.

Difícil le resulta al incapacitado emocional en cuestiones religiosas, asomarse al discurso del jefe de Gobierno de la Ciudad en el cual se hizo un serio análisis de la presencia de la cultura católica en la formación del ``ser nacional''; a algunos aspectos del mensaje del Cardenal Arzobispo de México; a los ataques del locuaz, y casi siempre, desafortunado en sus declaraciones, Cardenal Arzobispo de Guadalajara, a las organizaciones defensoras de los derechos humanos (saludamos a Guadalupe Morfín, poeta y ``ombdusgirl'' tapatía y le enviamos todo nuestro apoyo), en franca oposición a lo declarado en muchas ocasiones por el Papa y, por último, a las referencias a los derechos de los indígenas y al perfeccionamiento de la democracia hechas por el Pontífice en varias intervenciones. Lo demás fue gritería y vulgaridades de los medios electrónicos que, en su afán mercachifle, todo lo trivializan (es claro que hablamos de los medios puestos al servicio del consumo y su cadena interminable. Otra cosa muy distinta son los dedicados a la difusión de la cultura y al análisis sociopolítico). Se detiene el bazarista y se queda callado frente a la imagen congelada de una mujer del pueblo, con tres hijos aferrados a sus faldas, que levanta una imagen de la Virgen para que se la bendiga la ráfaga blanca. Su miseria material y la angustia con que manifiesta su fe y su esperanza, lo obligan a quedarse callado (cosa rara, pues podría teorizar hasta el cansancio sobre enajenación, opios y otros temas) y bajar la cabeza para mostrar su respeto ante lo insondable.

HGV

ANTESALA

La imaginería del comic. ¿Qué haría usted, fan lector(a) de los monitos, tebeos o comics (como quiera llamarles), si encuentra sobre su mesa de trabajo un regalo envuelto en papel que semeja un fino encaje pero salpicado de manchas de sangre, y cuando lo destripa asiosamente se encuentra con una camisita de fuerza que abraza con un fuerte nudo un libro que resulta un extraordinario comic a todo color (con esto quiero decir una atmósfera gótica de colores fríos que surgen de fondos tenebrosos) llamado: Asilo Arkham. Una casa seria sobre una tierra seria? Si usted, como nuestra Redacción y como el mismo Batman, logran conservar la cordura, debe aprestarse a leerlo y recomendarlo: este comic, que, fallecido Bob Kane, continúa la saga de Batman y sobre todo de Ciudad Gótica y su colección de ``individuos deformes, monstruosos y locos'', encabezados por Jocker (El Acertijo). No queremos reventarles la trama sino recomendarles que lo compren en donde lo encuentren. El Grupo Editorial Vid adquirió los derechos en español de esta producción de AC Comics y ha editado este verdadero comic de colección, escrito por Grant Morrison, famoso hipocondriaco, e ilustrado por Dave McKeanm, también jazzista. Salió a la venta este mes de marzo y cuesta 50 deslizantes, pero los vale página por página.

Libros, libros, libros... Ya tenemos encima (sin albur) la XX Feria Internacional del Libro, presentada en el Palacio de Minería (Tacuba 5, Centro Histórico) y auspiciada por la Coordinación de Humanidades de la UNAM. Como el espacio es corto y largo el perdón, mencionaremos aquí sólo algunas presentaciones que se llevarán a cabo esta semana que hoy empieza. Este domingo puede ir a recopilar datos y ligar historias en torno a la desaparición de la escritora de Cartucho. El libro es Nellie Campobello: eros y violencia, escrito por Blanca Rodríguez y presentado por María Rosa Palazón, Miguel G. Rodríguez Lozano, la autora y modera Leticia Algaba, en el Auditorio Academia de Ingeniería, a las 17 hrs. El lunes 15 puede usted asistir a la presentación del libro Crónicas desde el país vecino, del excelente narrador veracruzano Luis Arturo Ramos. Lo acompañan en la mesa Juan Domingo Argüelles, Hernán Lara Zavala, Vicente Francisco Torres y, como moderadora, Laura González Durán. La cita es en el Salón de Rectores, a las 19 hrs. Item más: el jueves 18, a las 19 hrs., nuestro amigo y colaborador Evodio Escalante presenta, en el Auditorio Uno, su libro La espuma del cazador, junto con Adriana Sandoval, Alberto Paredes y, como moderador, Alejandro Toledo.

Aldus en la Feria. Por su parte, la Editorial Aldus también prodiga presentaciones: el martes 16, y junto con la Embajada de Francia en México, invitan a la introducción de Benjamin Péret y México de Fabienne Bradu, a quien acompañan nuestro amigo Philippe Ollé-Laprune, Conrado Tostado -flamante director del recién bendecido Museo de la Ciudad de México-, y, como moderadora, Victoire Bidegain. Vaya usted al Salón del Bicentenario, a las 19 hrs. El miércoles 17, nuestra amiga y colaboradora Ana Rosa González Matute presenta Un caracol en la Estigia (Antología de cuento norteamericano contemporáneo). La acompañan Luz Emilia Aguilar Zinzer, HGV (¿dónde ha visto usted estas siglas?), Sergio González Rodríguez y modera Gabriel Bernal Granados. Busque el Auditorio Dos a las 19 hrs. Por último, el viernes 19 arrímese a la presentación multitudinaria y esdrújula de Prístina y última piedra (Antología de poesía hispanoamericana presente) de los poetas, colaboradores y queridos amigos (al menos de esta Antesala) Eduardo Milán y Ernesto Lumbreras. Perorarán en cascada Francisco Hernández (si está de vena), David Huerta (¡saludos, Davo!), Coral Bracho (vestida de ámbar), Gloria Gervitz, Eduardo Langagne, Myriam Moscona (hi, baby!), Vicente Quirarte, Jorge Esquinca, Víctor Hugo Piña Williams, Javier Barreiro y los mismísimos autores. ¡Uf!, aire por favor. Vaya directo, a las 19 hrs., al Auditorio Academia de Ingeniería. Allá nos vemos.

Encuentro México / Río de la Plata. Dedicado a la narrativa rioplatense, este encuentro se llevará a cabo del 17 al 19, en el Auditorio de El Colegio de México (Camino al Ajusco 20, Pedregal de Sta. Teresa), Sala Alfonso Reyes. Como se nos acabó el espacio, sólo le decimos que viene y asiste gente muy importante de las academias de México, Argentina y Uruguay. Sin embargo, lo más interesante (para nosotros) es la presencia del superescritor César Aira y la gran escritora Teresa Porzecanski, quienes participan en la primera mesa (12 a 14 hrs.) del miércoles 17. Después vendrá la comida y a otra cosa, mariposa. Informes: 5449 2922, o al 5449 3000, ext. 3114.

CG-T


CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Ciudad

Tenemos afición por adivinar el futuro, no podemos, claro, pero tratamos siempre de profetizar. El porvenir de las ciudades enormes se abre al cielo de la utopía y al infierno de Mad Max, y mientras llegan, vivimos en el purgatorio a donde nos han conducido nuestros muchos pecados. Los signos actuales son ominosos, la desigualdad social cada día más acentuada, y la violencia que conlleva, han hecho ardua y calamitosa la vida citadina. No sólo en la ciudad de México, sino en toda gran ciudad de la Tierra, bien que en unas más que en otras.

Reflexionemos sobre esto a partir de un solo ejemplo. El asesinato más célebre cometido en Gran Bretaña durante la segunda guerra, comentado durante meses en la prensa inglesa, fue el de un taxista. Lo perpetraron una mesera de 18 años, miss Jones y un desertor del ejército americano, de apellido Hulten, apodado Cleft Chin, es decir, Barba Partida. La tarde en que se conocieron, casualmente en una casa de té, salieron a pasear en un camión robado del ejército. Él fingió ante ella ser gángster en Chicago; ella dijo ser artista stiptease, ambas cosas eran falsas, pero, dándose cuerda con sus imposturas, se soltaron haciendo atrocidades que remataron con el estúpido asesinato del taxista, al que robaron 8 libras, que gastaron en las carreras de perros.

Estos son los hechos. Ahora, la reflexión. Lo insólito del hecho, que provocó incansables comentarios, fue su nunca vista gratuidad. ``No señor, no se mata a un desconocido por robarle 8 libras'', decía la gente poniendo el grito en el cielo. George Orwell escribió sobre el asunto un ensayo titulado ``La decadencia del asesinato inglés'', que es una obra maestra.

La inquietud del público no fue el asesinato, ningún pueblo ha amado tanto el asesinato ni ha escrito tan bien sobre él como el inglés, de Shakespeare para abajo. Pero el asesinato es cosa seria. Los asesinatos que han producido mayor placer al público inglés, escribe Orwell, son de gente de clase media, tipo dentista reconcentrado y tímido que vive una vida respetable y que después de mucho meditar y de terribles luchas con su conciencia, decide despachar a su mujer al otro mundo. ``Una vez decidido el asesinato, debe planearlo con extrema astucia y sólo equivocarse en algún detalle pequeño e impredecible. Así el asesinato puede tener cualidades dramáticas, y aun trágicas, que lo harán inolvidable y provoquen piedad, no sólo hacia la víctima, sino hacia el asesino mismo.'' En más de la mitad de los casos el motivo es el dinero, en otros el sexo o el temor a perder estatus social por un escándalo. ``Casi siempre el asesinato sale a la luz con lentitud y como resultado de una cuidadosa investigación (estilo Holmes) que comenzó con la sospecha de un vecino o un familiar.''

Pero el asesinato cometido por Barba Partida no era así, clásico, sino por entero diferente. No había motivo ni lucha de conciencia, ni siquiera astucia, ergo, fue cosa bárbara, salvaje. En suma, el arte de asesinar había caído en su nivel más bajo, banal e incivilizado.

¿Qué habría pensado Orwell si se hubiera dado una vuelta por la ciudad actual? Hasta hace poco el oficio de taxista era uno de los más peligrosos que se podían tener en Estados Unidos. Así pues, ¿qué le pasó a la ciudad moderna?, ¿por qué derivó hacia formas tan protervas de violencia y criminalidad?, ¿qué pasó y por qué? Nadie ha podido responder, hasta ahora, estas preguntas. Pero no hay que desesperar. Este es el infierno, pero también hay un cielo. Demos un rodeo y volvamos a empezar.

Hace poco menos de 2,000 años, por el año 100 de nuestra era, Décimo Junio Juvenal escribió un poema quejándose de las calamidades y molestias de una gran ciudad. Es una obra maestra de la mala leche, la indignación y la burla. Leído ahora, sorprende la actualidad tanto del tema como de su tratamiento. Y, dicho en plata, ¿qué podemos pensar de que el poema sea aplicable a cualquier gran ciudad del siglo XXI?

Pongamos atención porque hay conclusiones que podemos admitir, pero hay otras que debemos cuidarnos de rechazar. Podemos admitir que muchos humanos juntos han sido, son y serán siempre una lata y un peligro; así es el animalito humano. Pero no podemos admitir, de ningún modo, que nada ha cambiado desde los tiempos de Juvenal. Por ejemplo, en nuestros tiempos no hay ya ni gladiadores ni circo ni, tampoco, mercado de esclavos. Dado que estas instituciones, mencionadas por Juvenal, eran francamente atroces y han desaparecido, admitamos que ha habido cierto progreso moral colectivo, al menos en estos capítulos.

La posibilidad de progreso moral está en el corazón de nuestro tema, a saber, el futuro previsible de la ciudad de México. Si aceptamos que ha habido y puede seguir dándose el progreso moral, entonces, el destino de las megalópolis puede ser, a la larga, esperanzador; si negamos esta posibilidad, ese destino se anuncia tenebroso y espantable. Pero negar la posibilidad de progreso moral, de cierta perfectibilidad humana, es no sólo paralizador (pues anula las razones generosas para actuar), sino políticamente horrendo, ya que conduce a un fascismo larvado. Ya definía Malraux al fascista como un pesimista activo.

Así pues, en la sociedad se advierte cierto progreso moral, pero es muy lento, incompleto y disparejo. ¿Qué habría dicho la Comisión de Derechos Humanos de los sacrificios aztecas en lo alto de la pirámide?, ¿o de los interrogatorios y quemazones de la Inquisición en la plaza de Santo Domingo? Si ya no hay esto, podría suceder que, con el tiempo, y no sin luchar, se pueda ir remediando la asfixiante injusticia social y económica en que vivimos, ¿por qué no?