Los papeles del investigador

Geolar Fetter

los papeles de un investigador En todo el mundo, el trabajo del investigador científico es arduo y requiere una buena formación académica, una gran capacidad intelectual, imaginación e iniciativa. En México, eso no es suficiente... šy en el Instituto Politécnico Nacional aún menos!

Soy ingeniero químico con maestría y doctorado en catálisis. Entré al IPN en febrero de 1996 como profesor investigador invitado en el Programa de Reforzamiento al Posgrado de la ESIQIE. Después de entregar ųpor triplicadoų los papeles de toda mi vida profesional a tres oficinas (RH, COFAA y EDD), cinco meses después recibí mi primer salario junto con las becas de docencia y exclusividad. Desde luego, el nombramiento estuvo condicionado: el contrato era temporal (interinato) y había que renovarlo cada seis meses. Comprendí lo que era la felicidad cuando, un año y medio después, aprobé el concurso por una plaza definitiva de profesor titular B: šNo más papeles cada seis meses!

Empecé a montar el laboratorio con mi colega gracias a nuestros proyectos de DEPI, de Conacyt, de FIES... šy sigue la sopa de letras! Nos tuvimos que convertir en arquitectos y diseñadores: proyectamos las líneas eléctricas, las tuberías de gases, las duchas, dibujamos las mesas del laboratorio, contamos los focos, los contactos, escogimos los mosaicos que después a nadie le gustaron... Nos pusimos después la cachucha de mensajeros: llevábamos y traíamos planos al y del POE, a la y de la COFAA porque siempre había algo que corregir o cambiar, como el color de los mosaicos... Por fin, durante tres años fuimos policías (supervisores de las obras). Así transcurrió la primera etapa. Estaba terminada la obra negra del laboratorio, šuuuf!

Ahora, para equiparlo, tomamos el papel de Cantinflas, resulta que el dinero de los proyectos sólo se puede invertir en equipos mayores, por lo tanto, Ƒquién paga las parrillas, los hornos, las estufas, los reguladores de presión, los baños María, los controladores de temperatura...? Así, después de dos inauguraciones con la presencia de invitados tejanos, el laboratorio era un cementerio de mamutes, contaba con tres equipos modernísimos de análisis y evaluación de materiales ųesos que no se podían preparar por ausencia de parrillasų controladores de temperatura, hornos... Es más, uno de los mamutes está congelado porque el IPN no ha liquidado la cuenta correspondiente desde hace dos años.

Por fortuna, Pemex aprobó un proyecto de nueve meses con el cual se pudo comprar y montar toda la infraestructura del laboratorio. Terminada la investigación, fui a entregarle al responsable de Pemex el informe:

ųƑCuáles son los comentarios en el Politécnico? ųme preguntó.

ųPerdón, ingeniero, Ƒhabla usted del proyecto?

ųNo, hablo de los resultados del proyecto.

Confieso que me tomó por sorpresa la pregunta y le puse cara de ídolo. En efecto, hablar de los resultados del proyecto hubiese sido hablar de las becas que se otorgaron, de las facilidades para llevar a cabo las tesis o para preparar los famosos materiales. Pero, hablar del proyecto, así a secas, era mencionar que en el IPN se hizo muy popular porque todos los días había que fotocopiar facturas, hacer requisiciones, conseguir sellos con flores de lis para comprar una cinta Scotch... Preferí callarme. Cumplí con mi papel de diplomático.

ųPerdón, perdón, si para eso me trae usted el informe. Es más, lo felicito, porque he seguido la investigación paso a paso.

Con el mejor de los humores nos despedimos. El ingeniero nunca supo que en el IPN yo era el que "nunca hacía las cartas y los oficios como Esperanza los requería", el que "intentaba brincarse el sistema administrativo", el que "se escapaba a los congresos" o el que "cobraba por llevar el proyecto"; me asignaban papeles que nunca fueron mi fuerte: de niño travieso, de Chapulín Colorado, de prófugo o financiero del Fobaproa.

Como en todo cuento moral, vino el inevitable castigo. Me quitaron una de las becas y la otra me la redujeron al mínimo. Asumí el papel de ánima del purgatorio durante un año hasta que se apiadó de mí un ángel de la dirección y abogó por mi caso. Resaltó que pertenezco al SNI, que trabajo de 10 a 10 y que para que la maestría permanezca en el patrón de excelencia del Conacyt necesita herejes como yo. Desde luego, la opinión de Modesta, que limpia los pasillos con especial esmero, tuvo su peso:

ųEs muy simpático, buena gente y guapito.

No cabe duda que después de haber vivido el papel de hereje salí ganando con el de Héctor Lechuga. Y para terminar este relato, asumo el papel de Mónica Lewinski declarando que "lo que digo es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad".

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