La historia es una forma ordenada de mirar el desorden

Juan Soto Ramírez y Alejandro Sánchez Guerrero

Apenas hace falta recordar que la palabra "historia", entendida prima facie, no designa en modo alguno una ciencia en sentido moderno. Indica: 1Ŷ algo que ha acaecido, 2Ŷ el relato de algo que acaeció, 3Ŷ la ciencia que se esfuerza en relatar lo acaecido.

Huizinga, Johan (1946)

El concepto de la historia

 

Las historias cuentan siempre con un principio y un final. Así de simple. A menos que sean como esas historias interminables en las que a veces uno se ve envuelto. En efecto, la historia es una reconstrucción de un cúmulo de hechos que, a simple vista, parecen estar desordenados y una manera de querer mirar ordenadamente aquello que sucedió de manera caótica. Primero suceden las cosas y luego se les construyen sus historias, nunca ocurre lo contrario, a menos que se esté mintiendo.

la historia es una forma Las historias románticas tienen finales felices. Las trágicas, finales tristes, pero de alguna manera comienzan y terminan, de tal suerte que lo narrado adquiera un sentido, cualidad de todo relato para ser entendido. Cuando eso sucede, todo se vuelve obvio, de forma que uno entiende que primero tenía que encontrarse, después mirarse a los ojos, posteriormente enamorarse para luego dejarse y sufrir amargamente el abandono o alegrarse por ello. Sin embargo, para econtrarse es preciso mirar primero. La historia siempre es una mirada: la realidad (presente), una perspectiva (reconstrucción) que tenemos del objeto (hecho-pasado), que se guarda para recordar después (futuro). De otra manera nos quedaríamos sin pasado y, por ende, sin identidad propia.

 

La perspectiva dura de las cosas

 

Imaginemos que la mirada tiene volumen, está hecha de materia (realidad constituyente de los cuerpos, susceptible de tomar cualquier forma) y que se rige por las leyes de la reflexión, de donde obtenemos que: 1) el rayo incidente (hechos), el rayo reflejado (reconstrucción) y la normal a la superficie en el punto de incidencia (realidad dura), se encuentran en el mismo plano; 2) el ángulo de incidencia de i (lo sucedido) es igual al ángulo de reflexión i' (lo relatado). De tal forma que la historia sea sólo un reflejo de lo realmente sucedido: lo resignificado; aunque se construye en el mismo plano, pertenece a una dimensión distinta de lo ocurrido y se aleja de su origen.

La objetividad (a la cual aspiran empecinadamente los investigadores ingenuos) sólo podría alcanzarse bajo una condición: i = i' = 0. Sin embargo, eso es imposible porque la construcción del conocimiento científico no es cuestión de haces de luz y cosas por el estilo. La perspectiva dura de la realidad es la preferida del positivismo y todas esas sectas que le rinden culto (psicólogos experimentales y alguno que otro de corte social, sociólogos matemáticos, politólogos trasnochados, economistas ortodoxos y, en general, todos aquellos que, mostrando altos niveles de fascinación por la metodología cuantitativa, terminan por endurecerse junto con su objeto de estudio).

 

La perspectiva blanda de las cosas

 

Para fortuna de muchos, existe otra manera de mirar las cosas. Una mirada guiada por las leyes de la refracción nos llevaría a pensar que: 1) el rayo incidente IO (hechos), el rayo refractado OR (reconstrucción) y la normal NON a la superficie de separación (realidad blanda) están en un mismo plano; 2) la relación entre el seno del ángulo de incidencia de i (lo sucedido) y el seno del ángulo de refracción r (lo relatado) es constante y se denomina índice de refracción del medio B (realidad reconstruida), respecto del medio A (realidad tal cual).

Aquí lo resignificado también se construye en el mismo plano, pertenece a una dimensión distinta de lo ocurrido y se aleja de su origen, pero adquiere profundidad y, por ello, incidencia en el objeto. Vista así, la realidad se reblandece y cambia de acuerdo con quien la mira, perspectiva preferida por los constructivistas (una familia compuesta por etnógrafos, antropólogos e interaccionistas simbólicos y otra compuesta por etnometodólogos y sociólogos, quienes no sólo se han fascinado con la metodología cualitativa sino que además la han impulsado y perfeccionado desde hace ya muchos años).

No es por incomodar a nadie, pero el que haya leído esto lo contará a su manera y se alejará siempre del origen.

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