Divulgación y comunicación, parte esencial del quehacer científico


La otra perspectiva

Alicia Castillo

Cuando se habla de ciencia, de actividad científica o de los científicos en México, lo que inmediatamente viene a la mente es la investigación. La generación de nuevo conocimiento parece ser el único fin de la institución científica. Alrededor de tal objetivo, la actividad científica valora como principal producto las contribuciones originales, avaladas desde luego por las élites internacionales de expertos.

Así, en México se reconoce como científico a aquella persona que ha logrado publicar su trabajo en un medio de circulación internacional reconocido por la gran industria del conocimiento. El origen de tal concepción no es muy claro.

La historia de la ciencia en los países europeos (donde se originó el quehacer científico y desde donde se difundió hacia el resto del mundo) indica que la actividad científica se desarrolló mediante aparatos científico-técnico-productivos (CTP) dedicados a responder, importantemente, a las demandas de la sociedad.

Reduccionismo

En la actualidad, la ciencia en los países industrializados se ha constituido en una compleja institución que mantiene ocupados a enormes ejércitos de seres humanos. Y no todos ellos se dedican a la generación de conocimiento, hay quienes están abocados a su transformación en productos tecnológicos, a su transferencia entre sectores y a promover su utilización informativa y práctica. El éxito de tales aparatos CTP es la ubicación de la actividad científica dentro de un contexto que considera holísticamente los procesos de generación, transferencia y utilización del conocimiento.

Feggo-Quienes somos? Sin embargo, la concepción de la actividad científica en nuestro país resulta reduccionista, concentrada únicamente en la producción de conocimiento original. Quienes no se dediquen de lleno a esa actividad y quienes no logren hacerlo con éxito (es decir quienes no lo publiquen internacionalmente), sencillamente no merecen ser considerados científicos.

No obstante, en México hay quienes tienen una idea más amplia de la actividad científica. En la tarea de investigar, por ejemplo, hay quienes trabajan problemas de índole local motivados por el deseo de resolver algún problema de interés social. Ese tipo de trabajos no siempre interesan a los editores internacionales, y consecuentemente no son fáciles de publicar en los reconocidos medios de comunicación científica.

Asimismo, existen quienes se interesan en la aplicación del conocimiento y se involucran en la diseminación de información, así como en su transformación en productos prácticos. Existe, además, otro grupo de profesionales que contribuye a la construcción de aparatos CTP, pero poco reconocido por la comunidad. Me refiero a los divulgadores y comunicadores de la ciencia.

Las tareas de difundir tanto las historias que nos brinda la ciencia para entender el universo como sus maneras de aproximación a la realidad, forman parte del trabajo de muchos investigadores. No obstante, debido al enorme crecimiento de la institución científica y las implicaciones de la ciencia en la vida actual, la dimensión que adquiere la divulgación es de gran envergadura. Se requiere mucho más que el libro escrito por el investigador o la conferencia y la entrevista brindadas por éste.

La existencia de profesionales dedicados a la divulgación obedece a esa necesidad y a la pasión que sienten por recrear el conocimiento científico para transformarlo en productos accesibles, disfrutables y útiles.

Reducir la dependencia

La comunicación de la ciencia (el proceso de intercambio de información en dos sentidos) desempeña un importante papel en el fortalecimiento de los aparatos CTP. Al facilitar el diálogo entre los generadores de conocimiento y aquellos sectores que pueden hacer uso práctico de éste, se podría avanzar en la resolución de muchos problemas y se reduciría la dependencia informativa y tecnológica que tenemos del mundo industrializado.

Existe un gran potencial en el trabajo de divulgadores y comunicadores como vínculos entre la ciencia (sus instituciones, actores y productos) y las demás actividades humanas. Pero para ello se requiere su aceptación dentro del gremio científico. Hasta ahora, el reconocimiento de las instituciones académicas a los divulgadores es muy pobre. Dentro de los sistemas de evaluación, por ejemplo, sus curricula valen prácticamente cero.

No obstante, su trabajo ha contribuido a promover la ciencia y a que el público conozca lo que hacen los investigadores, quienes han debido ser capaces de entender tanto los contenidos y las formas de acercamiento a la realidad de la ciencia, como conocer y manejar los lenguajes y técnicas de uno o varios medios de comunicación.

En la actualidad se reconocen en la divulgación campos específicos de acción como el periodismo científico. En disciplinas como la ecología se consolidan comunicadores en instituciones como el Instituto Manantlán de Ecología y el Colegio de la Frontera Sur, que desempeñan un papel relevante en la promoción de una ciencia ligada directamente con el manejo de los ecosistemas.

La ciencia no pertenece sólo a los investigadores, es una actividad en la que participamos más profesionales, quienes sólo pecamos de verla desde otra perspectiva. La divulgación y la comunicación de la ciencia deben considerarse parte esencial del quehacer científico, y en ese sentido, el Sistema Nacional de Investigadores debería convertirse en un sistema nacional de científicos que estimule en un sentido amplio a todos aquellos a quienes apasiona la actividad científica y están convencidos del relevante papel que desempeña en las sociedades de fin de milenio.

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