Sus discos no se hallan por ningún lado; cumplirá 85 años el 17 de marzo


Mis canciones nunca pegaron; eran muy finas: Ruiz Armengol

Arturo Cruz Bárcenas n Entre lo clásico y lo popular, binomio que marca su obra, más lo primero que lo segundo, el maestro Mario Ruiz Armengol sigue a diario la rutina en una escuadra de calles. El maestro cumplirá 85 años el próximo 17 de marzo y, seguro, mirando a través de sus espejuelos ("me cuesta trabajo ver, leer, escribir en las delgadas y finas líneas del pentagrama"), sabe lo que ha hecho y lo que le queda por hacer, quiénes cuidarán su obra, cuando él ya no éste con nosotros. Entre Ayuntamiento y Luis Moya, diariamente por las mañanas, el maestro va de la XEW (su casa desde los años 30), al café restaurante San José, y de ahí al hotel San Diego. Y se da tiempo para tocar su piano, su eterno compañero, en conciertos como el del lunes 8 de marzo en el teatro Jiménez Rueda, donde asistió gente con varios ayeres.

--Maestro, Ƒno le cansa seguir diario la misma ruta?

--Me gusta mucho la frase de aquel que dijo: "se hace camino al andar". Sigo la misma rutina, Ƒpero qué cosa no es rutinaria en la vida? La vida misma, con sus cambios. Se sigue siempre un mismo sistema; vivimos una vida sistemática, todos. Pienso que así es. Vivo aquí (en el hotel San Diego), por razón de la cercanía con la XEW, de la cual soy pionero, de cuando se abrió allá, en la calle 16 de Septiembre (en pleno Centro Histórico), arriba del cine Olimpia. Tenía en ese entonces 16 años. Desde entonces ando por la estación de radio. Ahí estrené mis primeras canciones, en la famosa Hora azul, de don Pedro de Lille; comencé a escribir arreglos, tuve mis primeros conjuntos. Tales son los nexos, muy fuertes, que me unen con la XEW, donde actualmente me hacen el honor, gracias a la bondad de don Ricardo Rocha, de concederme un estudio con un piano para mí solo. No me han cortado el cordón umbilical.

--ƑYa no hay compositores de su talla?

--Todo varía. Ya no hay compositores como Bach o Beethoven. šClaro!, estoy hablando de los grandes. Pero, aunque los haya, siempre buscamos la manera de extendernos un poco más; hay una búsqueda constante, y algunas veces nos encontramos con cosas nuevas. Creo haber logrado algo, pero no en el terreno de la música popular. Le garantizo que muchas personas de su edad no conocieron ninguna de mis canciones (gracias, maestro, pero la juventud no es un pecado, sino un defecto que se quita con los años); sin embargo, fueron cantadas por los más grandes de México, pero nunca, como se dice vulgarmente, nunca pegaron, no fueron éxitos. Pero ahí están.

--ƑPor qué no pegaron?

--Algunos indican, yo no lo debo decir porque parece que me falto el respeto a mí mismo, que mis canciones son demasiado finas. Este es el defecto que le hallaron los directores artísticos de las grabadoras de aquella época. Con mucha más razón los de estos días; hacen lo que más se vende, que es lo que más fácil aprende el público. Tenemos muchísimos ejemplos; son muchas las tonterías de composiciones... digo tonterías porque no encierran arte, ningún mérito musical. Creo que nosotros debemos tener un constante crecimiento y superación, y no llegar al grado tan bajo en que estamos.

--ƑCómo influyó la comercialización?

--Usted tocó la palabra clave del asunto: comercialización. Se convirtió en comercio lo que antes era arte, que era lo que procurábamos en esa época, todos. Hay casos gloriosos, como Miguelito Lerdo de Tejada, Ponce, Elorduy, que escribieron valses y la música de fines del 800 y principios del actual siglo. Hoy sólo se caracteriza a México, mundialmente, por el mariachi que, pienso, es una música que ha logrado superarse mucho gracias a la obra de Rubén Fuentes, que fue el que le dio categoría.

--Se estilizó la vestimenta del mariachi, Ƒno es cierto? Ello por la influencia del cine.

--Sí. Ese México no existe por ninguna parte. Sin embargo, es lo que nos caracteriza. En una ocasión, en un viaje rumbo a la frontera, buscamos un charro por aquí, un charro por allá. No vimos ninguno y alguno que parecía mariachi iba en bicicleta, ja-ja-ja. He recorrido la República en caravanas artísticas, desde los 15 años, cuando era director de orquesta de la compañía del Cuatezón Leopoldo Beristáin. Fui de los primeros que grabaron en Peerles; tengo un disco con Ramón Armengod, nada mío; nació en Veracruz, igual que yo, cantaba muy bonito, fue galán. Lo acompañé en la Peerles, cuando ésta se ubicaba a espaldas del teatro Politeama. Eran los años de 1929-30. Aún no existía la XEW.

--ƑCómo le hace para conservar tan buena memoria? A mí a veces se me va la onda.

--Mire, posiblemente no me acuerde de lo que ocurrió ayer o antier, o lo de hace una semana, pero de mi infancia guardo muchísimos recuerdos, no sé si porque fueron gratos. Soy un mal fisonomista. Me falla recordar una cara, pero no números telefónicos, a mi música... no a mis canciones, que esas cualquiera las t oca. Mis composiciones clásicas siempre las he tocado de memoria, desde hace 40 años. Otras personas se asombran de que me acuerde de anécdotas nimias. Por ejemplo, fui muy amigo de Joaquín Pardavé, trabajé letras de Fernando Soto Mantequilla; acompañé cuatro años a Emilio Tuero, en sus principios, cuando cantaba tangos y grababa en la RCA-Víctor. Laboré con Juanito Arvizu, el doctor Ortiz Tirado, Pedro Vargas, María Luisa Landín, Fernando Fernández, Miguel Aceves Mejía... todas las lumbreras.

--ƑQuién le gustaba más en su forma de cantar?

--No era que me gustara. Me sentía muy honrado y agradecido cuando alguien interpretaba una de mis canciones.

--ƑCómo afecta la moda a compositores como usted?

--Yo nunca estuve de moda, ni en el modo de vestir, ni de componer, ni de cantar, ni de tocar... en mi vida en general, pues. Pienso que con la moda se despersonaliza y se convierte uno en borrego. Nunca busqué hacer canciones rancheras para hacerme popular. Pude haberlo hecho, pero no me gusta rebuscar. La música sigue siendo, debe ser, siempre inspirada. Es una inspiración. Tengo muchas canciones y la mayor parte son desconocidas.

--ƑCuántas?

--No es la cantidad lo que cuenta, sino la calidad. Yo me quedaría con una canción como la de María Greever: Alma mía. Con esa me quedaría, por todas mis canciones... y las quiero mucho, Ƒeh? De 40 años para acá dije que ya no iba a hacer letras con nadie; desde entonces hago mis propias letras.

--ƑEligió el camino más difícil?

--No lo elegí yo. Es cosa de inspiración. Te ocurre o no te ocurre. De repente aquí platicando se me viene una tonadilla y me la llevo en la mente. A veces me siento en el piano y trato de que me salga un tema bonito, valioso.

--ƑQué es para usted, a estas alturas de su vida, el piano?

--Ha sido mi vida; yo nací para el piano. Así como dicen que hay quienes nacieron para cantar, otros para componer, yo nací para el piano. A los 8 años, sin que nadie me enseñara antes, me senté en un piano y toqué una pieza. Sí, tengo buen oído; mi padre fue director de orquesta. En Veracruz, donde nací, me llevaba a los conciertos. Supe pronto, lo cual es una bendición para cualquiera, para qué nací. Mi abuelo afinaba pianos. Me forjé la idea de ser un compositor y director sinfónico. No lo logré. Aunque pienso que todo me lo ha regalado Dios, creo que a todos nos ha puesto un límite. Todos nacemos limitados. Pero lo que más tengo es música clásica. En Jalapa es frecuente que se toquen algunas de mis piezas. Casi toda es para piano. ƑConciertos? No, son para orquesta, y no llegué a escribir para sinfónica. Yo digo que me voy a morir con esa tristeza, pero muy agradecido a Dios de que me regaló otro tipo de música.

--ƑCómo están sus manos, sus facultades?

--Es natural que con los años todo se pierda; nunca fui un gran pianista, aunque estudié cinco años con el maestro Joaquín Amparán (padre de Lourdes Guerrero); me dejó una técnica suficiente para componer lo que hago. Tengo 16 estudios para piano, 16 reflexiones, 23 danzas cubanas, y un montón más de piezas, como scherzzos, una sonata, valses. Ahora estoy componiendo unas miniaturas.

--ƑLe interesa que le hagan un homenaje?

--No. No he logrado lo que otros autores, como José Alfredo Jiménez, Tomasito Méndez, Juan Gabriel, todos éstos que le llegan al público, a lo más profundo del pueblo.

--ƑLe gusta Juan Gabriel?

--Me gusta como lo que es...

--ƑLe reconoce calidad musical?

--No, porque no la tiene. Tiene algo especial, muy de él. No lo digo con amargura ni con sentimiento, sino con admiración. Qué más quisiera que haber sido como son ellos.

--No sea tan modesto, maestro.

--No es cosa de modestia. Me nombran desde que se inauguró la XEW. Wilfrido Vargas, que por cierto me encanta su música, no hay que olvidar que soy veracruzano, me vino a buscar hace poco al café San José...

--ƑLe gusta bailar?

--No, porque yo tocaba para que los demás bailaran. Wilfrido me dijo: "oiga, maestro, en varios países de Latinoamérica decir su nombre es hablar de un personaje muy importante en la música". Yo no sabía eso.

Exagera de modesto...

Continúa: "Yo musicalicé muchas comedias para Manolo Fábregas, de éxito. Ahora es muy fácil porque ya no hay músicos (en las comedias) y todo es grabado. Los cuatro cinco músicos que van lo hacen por exigencia del sindicato. Yo dirigía las orquestas, como en Mi bella dama, que se presentó en Bellas Artes. Puedo decir que nací para el teatro".

--ƑHay alguna biografía sobre usted?

--No. Hay dos o tres personas que han tratado, pero no, no existe. El que más me ha tocado es Alejandro Corona, quien tiene mucha de mi obra grabada, toda, pero aún no está a la venta. Espero un mecenas o a una institución cultural, o al gobierno de mi estado natal. Cuesta dinero. Pero este año voy a hacer un esfuerzo y voy a sacar varias cosas editadas ya, para que los maestros lo tengan y le den difusión. Sin ser una belleza, es música bonita.

--ƑA usted no le interesó dar clases?

--No. Yo tomaría clases, si pudiera. El aprendizaje no acaba nunca. Humildemente iría a tomar clases de composición, en su más alta manifestación. ƑDónde? Bueno, en México está la Nacional, la Superior, el Conservatorio, pero se dedican a enseñar lo establecido. Me agradaría ir a Estados Unidos... pero ya me falla mi vista, me cuesta trabajo escribir.

--Pero llega el Diablo...

--No creo en él. Si acaso me incita a seguir luchando, pero por el lado bueno; no me gusta la violencia y repudio la injusticia. Y me da tristeza que el país más lindo del mundo, que casi nos lo acabamos esté como esté.

--ƑUsted nunca se peleó, en la calle, por ejemplo?

--Bueno, de muchacho sí, además de que fui muy fuerte y con una trompada ya; creo que pegaba muy recio.

--ƑNi por el amor de una mujer?

--Sólo cuando uno le pegó a una muchacha.

--ƑLe ganaron alguna vez?

--No, tuve suerte. En Veracruz era muy peleonero porque cuando chiquillo era muy pecoso y pelirrojo; me decían huevo de tortol; las tórtolas eran unas guajolotitas cuyos huevos tienen unas manchitas, como pecas; me decían así y eso era suficiente para una mentada de madre, de cajón. Y a la salida, las trompadas, pero me iba bien, siempre. Pero vas tomando conciencia. Me casé muy joven... pero pasa el tiempo y se acaban los afectos, en el matrimonio, por ejemplo.

--ƑSe volvió a casar?

--Sí, por tonto. De la mujer que me divorcié y que acaba de morir. Dios la tenga donde deba de estar. Mi verdadero matrimonio fue con mi esposa Virginia Sánchez Iglesias, de la familia de Pompín Iglesias. Ella tenía 15 años y yo 17. Fueron casi 30 años de vivir contentos, tuvimos tres hijos... otro lo tuve por fuera.

--Ja-ja-ja...

--Ja-ja-ja... Creo mucho en el destino, pero a veces uno lo distorsiona. Es entonces cuando vienen los pecados, que ya de viejo los paga uno.

--ƑPesa el pasado?

--No. Mi vida ha sido tan maravillosa que si tuviera que vivir mil veces, volvería a vivir la misma.

Veracruzano clásico y popular

Mario Ruiz Armengol nació el 17 de marzo de 1914, en Veracruz, hecho que él relaciona con cierta tendencia al ritmo. Su vínculo con el arte musical tiene antecedentes familiares, desde sus abuelos. Y el viejo piano de éstos fue un imán para sus dedos, que hoy lucen blancos, con una apariencia casi transparente. Gozó de la suerte de tener buenos maestros, pero acepta con sinceridad que nunca logró su sueño de componer sinfonías. El sueño, en cambio, se dio por una vertiente diferente: como compositor fue pionero en Peerles, en RCA-Víctor, en la XEW, "incluso antes del surgimiento de ésta". Su talento lo hizo acompañar a Emilio Tuero y Pedro Vargas, por citar a dos grandes, y estar al nivel de quienes con un solo tema hubieran alcanzado la gloria, como Agustín Lara. Sus discos no se hallan por ninguna parte. Las nuevas generaciones ni conocen su nombre, aunque su obra sea reconocida por talentos en todo el mundo, jazzistas incluidos. El costeará la producción de un disco con 16 estudios ("miniaturas", dice), ante el olvido en que se le tiene. A diario, por las mañanas, en un espacio de la XEW, ante un piano, sus temblorosas manos escriben en líneas de cada vez más difícil ubicación en el pentagrama. Su vista está cansada. Pero su buen humor lo mantiene vivo. Su gran modestia le hace agradecer que aún se acuerden de él. Su gran obra habla por él.