Iván Restrepo
Protección de bosques y selvas

Si nos atenemos a los últimos reportes de las autoridades, los incendios forestales no están desatados por doquier. Alguien podrá decir que es por las condiciones climáticas favorables y la ausencia del fenómeno de El Niño. Es cierto en parte. Mas debe reconocerse que la sociedad parece haber asimilado la amarga experiencia del año pasado, exigiéndole a las dependencias gubernamentales que coordinen sus esfuerzos y hagan bien su tarea de prevenir y controlar el fuego.

Aunque con muchos problemas todavía, sin apoyos suficientes, la población rural se organizó mejor para responder por un patrimonio que nadie como ella sabe cuidar. Mas no hay que cantar victoria porque la temporada de secas apenas entra en su etapa crítica y los incendios pueden acabar con miles de hectáreas arboladas en diversas regiones del país.

Pero no solamente por el fuego se destruyen los bosques y las selvas. Así por ejemplo, Pedro García, representante de la comunidad de San Martín Tequesquipan, perteneciente al municipio de Temascaltepec, denunció recientemente que las casi 500 hectáreas de bosques que posee la comunidad están siendo arrasadas por una poderosa familia local, de apellido González.

Aunque denunciaron oportunamente lo que sucede ante las autoridades del estado de México y a nivel federal, todo sigue igual.

También en la Costa Grande de Guerrero los talamontes están en acción con el fin de comercializar la madera proveniente de algunas especies de alto valor en el mercado. Según el presidente municipal de Zihuatanejo, Erick

Fernández, quienes se dedican a esa actividad están acabando con los árboles que todavía quedan de cedro, parota, roble y caoba.

Mientras, el saqueo continuo de recursos forestales en Michoacán ocasiona que la erosión sea un problema que afecta a 80 por ciento del suelo agrícola de dicha entidad. No solamente hay tala clandestina, sino que quienes cuentan con permisos para ``aprovechar'' el bosque con fines madereros, no tienen planes de manejo que garanticen la sustentabilidad del recurso.

Chiapas es otra entidad donde la deforestación es constante y no se establecen todavía alternativas técnicas convenientes para remplazar el sistema de roza, tumba y quema en las labores agrícolas. Según José Antonio Aguilar, presidente del Congreso del estado, no existen los programas específicos para restaurar las áreas deterioradas, por lo que anualmente se pierden miles de toneladas de materia orgánica, y se azolvan las presas y las lagunas. Dos de los vasos de almacenamiento de agua para riego, El Portillo y Rosendo Salazar, han perdido la mitad de su capacidad de captación por el azolve, y eso que apenas tienen 12 años de construidas.

Sostiene el legislador que la destrucción de recursos forestales en la sierra chiapaneca fue una de las causas que originaron el desastre natural y las inundaciones de septiembre pasado.

En fin, con incendios o no, México sigue perdiendo cada año miles de hectáreas de riqueza forestal. No está por demás anotar que figuramos a nivel mundial como uno de los países donde cada año se pierden más extensiones de bosques tropicales, básicos para la biodiversidad y el desarrollo sostenible de la humanidad.