No recuerdo que en años anteriores (y los años anteriores son todos los que usted quiera) hayan coincidido las elecciones de dirigentes de los tres partidos políticos más importantes. Pero es curioso cómo cada uno sigue un procedimiento diferente y todos se critican entre sí a partir de negar que los otros han seguido procedimientos democráticos.
El PAN se decidió por Luis Felipe Bravo Mena en una elección hecha por representantes, quiere decir, indirecta. El PRD decidió seguir el camino más difícil y más democrático y las consecuencias han sido que después de varios días aún no se sabe si triunfó Amalia o si ganó Jesús. En el PRI, con un procedimiento sin antecedentes, José Antonio González Fernández ha registrado su candidatura a la presidencia del partido. En unos días más el organismo competente tomará la decisión y no es imposible que entre tanto aparezca otro voluntario. Pero en todo caso también es elección indirecta.
Al PRD lo acusan de procedimientos antidemocráticos, pero lo cierto es que su proceso electoral no admite discusión. Aunque muchos lo discutan, por supuesto. José Barberán, maestro en ciencias, experto cibernético del PRD y responsable del proceso electoral, ha dicho, sin inmutarse por el paso del tiempo, que habrá que contar uno a uno los votos. Y si eso no es democracia, me costaría trabajo definir como democrático algo que tuviera que seguir por otros caminos.
La solución indirecta del PAN me parece respetable, pero no tan convincente. Aunque Bravo Mena logró una victoria muy amplia y a partir de ello no podrían hacerse mayores objeciones. La candidatura de Pepe González Fernández era, ciertamente, esperada. El ya ex secretario del Trabajo y Prevención Social aparecía encabezando las listas, y me temo que ni siquiera las listas, sino con aires evidentes de candidato único. No es posible considerar que se vaya a dar una lucha cerrada al interior del Partido. Arturo Núñez, que podría haber sido otro candidato, no creo que se preste a una competencia que de principio parecería perdida.
Gana el PRI con la presencia de González Fernández. Es un hombre de gran experiencia política, dos veces diputado federal, y me parece que también oficial mayor de la Cámara. Su función ejecutiva, como procurador de Justicia del Distrito Federal lo incorporó a una tarea difícil que manejó sin problemas, salvo los horrorosos asuntos de todos los días, que van mucho más allá de las capacidades de los encargados de la procuración. Las soluciones estarían más por el rumbo de industria y comercio, estableciendo las bases de un empleo bien remunerado (con las intervenciones colaterales de Hacienda y Trabajo) que en líneas represivas. Su paso por el ISSSTE, efímero, también ha sido formativo y un buen preliminar para la ocupación temporal de la STPS.
Tuvo José Antonio González Fernández el valor de tomar el toro por los cuernos y asumir la responsabilidad de diseñar nuevas reglas laborales, aunque se limiten a las que regulan el proceso. Hay ya proyectos más o menos definitivos que, en lo personal, no me gustan, pero que reflejan el ánimo de avanzar en cosas en las que no es fácil hacerlo. En su breve periodo ministerial, lo cierto es que los conflictos no han sido demasiados y siempre bien resueltos. Quizá, los más intensos, de competencia local. Le gusta la política y ahora podrá ejercerla a plenitud.
Tres personajes, unos más conocidos que otros, al frente de los mayores contendientes políticos. Renovados al mismo tiempo. Con toques de juventud madura en los tres casos (cualquiera que sea el resultado del PRD) y con experiencia política importante.
En la STPS, la ocupación "provisional" de la secretaría por Javier Moctezuma Barragán, asegura una cierta continuidad en las políticas que se han seguido. Porque Javier ha colaborado en el mismo puesto de subsecretario "A", que es el de las broncas mayores, con Santiago Oñate, con Javier Bonilla y con José Antonio González Fernández. Su intervención personal en el Código Federal procesal es bien conocida. Como su manejo político de los conflictos que no gustan de aparecer en primera fila. Doctor en derecho, con cultura jurídica y excelentes relaciones personales, Javier tiene las virtudes suficientes para hacer frente a los problemas, que no serán menores, que ahora vienen. Y entre ellos, el evidente conflicto entre el SUTERM y el SME al calor de una privatización eléctrica que allí puede tropezar. Ese es ya, sin duda, un camino peligroso.