Es el título de la sabrosa ųen todos sentidosų exposición que presenta el Museo Nacional de las Culturas, como parte del Festival de Centro Histórico. El gozo comienza desde la caminata por la calle de Moneda, admirando las importantes construcciones que albergaron las instituciones madres de la cultura americana: Universidad, Imprenta, Casa de Moneda, Museo Nacional y Academia de las Artes.
Al llegar al Museo de las Culturas se impone una larga mirada a su soberbio portón original del siglo XVIII, auténtica joya de maderas exquisitamente labradas y espléndidos herrajes con sabor oriental. El vasto vestíbulo presume un mural de Rufino Tamayo y da acceso al jacarandoso patio con fuente y una absurda pero encantadora vegetación que mezcla pinos, platanillos, nochebuenas šen flor!, bugambilias y magueyes. En las salas de exposiciones temporales en la planta baja se encuentra Harina de otro costal... "que muestra panes de toda la República que dejan pasmado al más austero: marquesote, trenza salada de anís, borrachos, estrellas, finos, chilindrinas, cocoles, orejas, campechanas, conejos, mamones, roscas de reyes y panes de muertos en mil formas que incluyen huesos, cruces y los oaxaqueños con caritas. Con buenas explicaciones y agradables ilustraciones, se cuenta la historia del pan en nuestro país con muestras "en vivo" de trigo y demás ingredientes.
El recorrido está salpicado por dichos alusivos que hablan del ingenio popular: "Con buen hambre no hay mal pan", "el pan ajeno hace al hijo bueno", "šhay cocol, ya no te acuerdas cuando eras chimistlán!"... El ingenio y la imaginación se muestran también en el mural-escultura de panes, que creó en la pared principal Francisco Martínez. Es una exposición digna de verse, pues nos permite apreciar la creatividad que existe en nuestro país, que hasta al pan nuestro de cada día lo convierte en arte. Una sugerencia es que ojalá todas esas suculencias se hicieran con harina integral, mucho más nutritiva sabrosa y económica.
Ya en el rumbo vale la pena visitar otras dos magníficas y contrastantes exhibiciones. El Museo José Luis Cuevas presenta La alegría de vivir, en la que 80 artistas muestran su sentir sobre el asunto; hay los que desbordan alegría y los que tienen que hacer un esfuerzo supremo para transmitir cierto gozo. En general todos los participantes son de primer orden, destacando el propio José Luis Cuevas, Arnaldo Cohen, Carmen Parra, Franco Aceves, Rodolfo Morales, Paloma Díaz Abreu y varios más.
Para terminar el recorrido, es indispensable ver en el hermoso Palacio del Arzobispado al expresionista alemán Otto Dix, en una exposición de aguafuertes y litografías, verdaderamente estremecedora. El tema es la Primera Guerra mundial, en la que él participó, y el mundo europeo de la posguerra: el hambre, la miseria, los mutilados y demás horrores que muestra con indudable maestría y crudeza. Este artista es considerado de los mejores del mundo, en esta corriente llamada expresionismo, que marcó el mundo del arte en el primer tercio de nuestro siglo y cuya obra desafortunadamente continúa teniendo actualidad, al seguir vigentes los horrores de la guerra en muchas partes del planeta.
Al abandonar el majestuoso recinto, es indispensable trasladarse a la brevedad a la Casa de las Sirenas, que se encuentra a unos pasos, en la calle de Guatemala, para tomar en su tequilería de la planta baja, una de sus ochenta variedades y recobrar el ánimo. Ya tranquilo puede subir a su agradable terraza, para admirar las cúpulas de la catedral, las jacarandas en plena floración y saborear plácidamente alguna de las especialidades de la casa, la que por cierto es una de las más bellas que se conservan del siglo XVIII.
En los materiales característicos de la época, tezontle y cantera, ostenta en la parte superior uno de los labrados más hermosos de la ciudad, rematado por dos adorables sirenas, que bautizan el restaurante. Vale la pena preguntar por los amables dueños Jessie o Nicolás, para que le muestren toda la casa, pues entre otras, tiene unos vitrales espléndidos, que se colocaron en el siglo XIX.