La Jornada Semanal, 21 de marzo de 1999
Huellas de las Transiciones
Políticas:
Partidos y Elecciones en América
Latina,
Silvia Dutrénit (coord.),
Instituto de
Investigaciones José María
Luis Mora,
México,
1998.
Existe una idea ampliamente compartida -que a estas alturas incluso tiende a aceptarse sin mayores cuestionamientos- que el conjunto de cambios políticos que han experimentado países latinoamericanos en el último cuarto del siglo XX representa una ``transición''; en pocas palabras, el paso de un modo de ser (político) a otro. Los ejemplos concretos de lo sucedido en los regímenes en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay, e incluso México, abonan a esta interpretación histórica, si bien de sus historias particulares todavía se pueden extraer muy diversas explicaciones y conclusiones.
Entre los distintos tipos de analistas e intelectuales profesionales que estudian el periodo contemporáneo de América Latina, son los politólogos los que más se han ocupado de sistematizar los fenómenos en que se finca el paradigma de la transición. En el marco más amplio de los cambios políticos en el sur de Europa, Europa del Este, el Africa subsahariana y la propia región latinoamericana, los científicos políticos se han dedicado durante ya varios años (incluyendo al menos a dos o tres generaciones de académicos) a analizar las similitudes y diferencias de la política de países particulares en varios continentes.
La transición política sigue siendo, sin embargo, un campo fértil para el estudio y la reflexión. Los giros que las sociedades y los gobiernos han tomado a fines del siglo XX obligan a replantearse periódicamente el significado y alcance de los cambios políticos de las últimas dos décadas. Aún así, parece sostenerse la conclusión fundamental de que prevalece un patrón de cambio lo suficientemente profundo que amerita clasificar los fenómenos políticos de la historia reciente bajo una misma etiqueta: la de la transición.
La hipótesis principal alrededor de la que se desarrollan los estudios que integran el libro Huellas de las Transiciones Políticas (coordinado por Silvia Dutrénit) es que, en un periodo de tiempo más o menos definido, los regímenes latinoamericanos sufrieron ``rupturas de las relaciones políticas constitutivas de los Estados modernos''. Para demostrar esta tesis, politólogos de varios países (Carlos Huneeus, Fernando López-Alves, Rachel Meneguello, Víctor Reynoso, César Tcach, Gonzalo Varela y la propia Silvia Dutrénit) estudian en forma comparativa los casos de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y México. Se enfocan a los años ochenta, pero cuando es ``necesario'' extienden el análisis temporal hasta bien entrada la década actual.
En el conjunto del libro logran demostrar que existe, en efecto, ``un patrón en la transición'' que compartieron los países bajo estudio. Pero la comparación es válida porque fenómenos políticos complejos y disímbolos convergen en cierta coyuntura en la celebración de elecciones, cuya organización (en algunos casos) y resultados (no en todos los casos) modifican el marco institucional de la política, tal y como se desarrolló durante varias décadas anteriores.
La centralidad de los procesos electorales en el estudio de las transiciones no es original, pero no deja, a la vez, de representar en este libro uno de los elementos de actualidad. Y lo es porque, independientemente del papel que tuvieron ciertas elecciones ``definitorias'' (las de 1983 en Argentina, de 1985 en Brasil o el plebiscito de 1988 en Chile), en el presente las elecciones son fundamentales en el rumbo e, incluso, la naturaleza de los regímenes políticos en América Latina. En otras palabras, en estos países una elección en particular parece encapsular a la transición; aunque, si bien, en la realidad los procesos electorales posteriores a dicha coyuntura crítica han seguido teniendo un enorme peso en la política nacional. La centralidad de las elecciones para el régimen político (y, en un sentido amplio, para los procesos de transición en general) continúa vigente. El caso de México es en este sentido paradigmático.
El autor responsable del capítulo sobre México, Víctor Reynoso, reconoce que el país representa un caso atípico. pero es incorporado al análisis comparativo junto a varias naciones sudamericanas precisamente por el (nuevo) papel que las elecciones han adquirido en la historia contemporánea. En el caso de México se seleccionaron las elecciones (de 1988) que marcaron el comienzo de un nuevo tipo de competencia política y, con ello, el debilitamiento del sistema de partido único y no, como en los casos sudamericanos, el de una elección que puso fin a un régimen antidemocrático.
Pero, en efecto, el caso de México no es -incluso de acuerdo a la propia definición teórica y conceptual de los autores de Huellas de las Transiciones Políticas- tan claro y contundente. Ninguna elección (ni la de 1988 ni la de 1997) ha tenido el efecto que tuvieron elecciones ``definitorias'' en Argentina, Brasil, Chile o Uruguay. Quizá por eso Víctor Reynoso estudia no una, sino ``tres coyunturas electorales'': las de 1988, 1991 y 1994. En ese periodo las ``condiciones mínimas de competencia electoral y respeto al sufragio'' han cambiado; ahora existe un régimen competitivo ``en el que el poder se disputa en las urnas''.
En contraposición al argumento general del libro, Reynoso no considera que una elección presidencial (ya sea la de 1988 o la de 1994) representa el equivalente de un rompimiento fundacional en la historia política de México; pero no puede evitar reconocer que, dentro de una ``tendencia'', las condiciones actuales en el sistema político son marcadamente distintas. ¿Se puede hablar, por lo tanto, en este caso de una transición -como la de los regímenes sudamericanos- o no? La respuesta no es categórica: Reynoso dice ``quizá la característica más notable de la transición mexicana sea su lentitud''.
A pesar de la marcada diferencia entre el caso mexicano y los otros, ¿cuáles son los elementos compartidos que permiten a los colaboradores de Huellas de las Transiciones Políticas situar los cambios registrados en el pasado reciente en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y México dentro del mismo marco conceptual?
En las conclusiones, a cargo de Gonzalo Varela, se destaca por ejemplo el ``fortalecimiento de los partidos'', lo que también caracteriza a México ``porque el sistema de partidos ha cambiado y porque el Estado ha cambiado también en su relación con las fuerzas políticas''. Varela argumenta (en forma un tanto circular) que los partidos se han fortalecido porque la democracia se ha fortalecido. Pero es una conclusión que le da sentido al libro -y al estudio comparativo de las transiciones latinoamericanas- porque coloca en el centro del análisis el papel que elecciones ``limpias y periódicas'' han adquirido en la política de las naciones latinoamericanas. Huellas de las Transiciones Políticas trae, en este sentido, la metodología comparativa de la ciencia política al presente latinoamericano y mexicano, y proporciona un marco útil para el estudio de la política moderna.
Manuel Cruz (coord.),
Tolerancia o
barbarie,
Gedisa Editorial,
Barcelona,
1998.
El título de Tolerancia o barbarie parece evocar la decisión de la Unesco de declarar 1995 Año Internacional de la Tolerancia, y, al mismo tiempo, apuntar al desplazamiento producido desde que se formulara, hace casi 50 años, aquella ya lejana disyuntiva ``socialismo o barbarie''. El hecho de que fenómenos como las continuas migraciones intercontinentales hacia las grandes ciudades, o como lo que se ha denominado la explosión de las particularidades hayan dado lugar a transformaciones de diverso orden nos ha colocado frente a la necesidad de repensar la comprensión del Otro, de la diversidad, y a asumir nuevas responsabilidades. Y todo ello ha emergido paralelamente a la pérdida de las certezas sustentadas en los grandes metarrelatos de legitimación, de modo que, en los últimos tiempos, han proliferado los discursos atentos a las diferencias que apuestan por el relativismo antropológico, el multiculturalismo, o por un mundo entendido como un paisaje rico en variedades, en identidades en movimiento (J. Piastro). Sin embargo, lo que sin duda parecería un saludable avance político, se presenta acompañado de una ``incontinencia en el tolerar'', o lo que es lo mismo, de un intenso descrédito de la capacidad de ``indignación o de admiración moral'' (A. Arteta).
Ello explicaría por qué se nos invita en este libro a reflexionar en torno a la tolerancia, una noción que, de por sí, tiene un contorno verbal borroso y que deja amplias zonas de imprecisión. Así, como afirma Manuel Cruz en el prólogo a este volumen colectivo, las distintas contribuciones proporcionan un conjunto de materiales para iniciar la navegación a través de una problemática tan amplia y compleja como la indicada por los dos extremos de la disyuntiva, tolerancia o barbarie, y lo hacen desde enfoques o registros muy distintos pero con una convicción común: la tolerancia es una virtud pública además de otras.
Frente a la tolerancia negativa, que en su indiferencia se acerca peligrosamente al otro extremo de la disyuntiva -la barbarie-, la genuina tolerancia no es la virtud pública de un mundo en el que todos los demás valores serían relativos, incluida la verdad. Así, pues, para ofrecer una caracterización positiva de la tolerancia parece conveniente rastrear los vínculos existentes entre esta pequeña virtud -según la expresión de Iring Fetscher- y las de igualdad y libertad con el ánimo de mostrar que su valor depende de otras virtudes y condiciones institucionales (Cruz). La apuesta es, pues, por una profundización de la libertad de expresión con el conceder idéntico valor a todas las opiniones y prácticas. En esa dirección cabe caracterizar la tolerancia como dimensión esencial de una concepción republicana de la esfera pública y explorar las relaciones existentes entre la moderna tolerancia como virtud cívica y la búsqueda de la verdad. Pero, como observa S. Ginder, no se trata de una verdad revelada que se protegería con ortodoxia -aquélla que convierte a la tolerancia en un acto de generosidad, en algo ``pringoso'', al decir de A. Escohotado-, sino de la que pide esfuerzo y que casi siempre es inalcanzable en su plenitud; lo cual sugiere que lo esencial es su búsqueda y, por esta razón, excluye la pereza moral.
Precisamente el análisis de los lugares comunes de la falsa tolerancia permite a A. Arteta ilustrar este actual descrédito de la reflexión moral. Basta pensar cómo la deliberación se ha visto progresivamente sustituida por la decisión (por la mera votación) o cómo cualquier problema práctico es reducido a una cuestión de derecho, con la consiguiente ``inflación del punto de vista jurídico''; o, en fin, y como ya señalara Allan Bloom, da la impresión de que el miembro anónimo de la masa ha devenido el criterio último de lo verdadero, de lo bueno, de lo justo.
Explorar la problemática que señalan los dos polos de la disyuntiva, tolerancia o barbarie, supone, al mismo tiempo, un repaso a la filosofía moderna como locus clásico del concepto de tolerancia (L. Madanes) y una reconsideración del actual debate entre comunitaristas y liberales (J.A. Rivera). Pero no sólo hay que atender a la historia de las ideas, sino también a la historia social y política, puesto que no hay que olvidar que los grandes desplazamientos humanos y los choques entre culturas se han caracterizado casi siempre por la reaparición de la barbarie. En este sentido, pensar la tolerancia significaría (F. Fernández Buey) tener también el coraje de abordar cuestiones de tanto calado como el choque entre culturas, el miedo al otro, las dificultades del mestizaje -siempre resultado de un trágico proceso de transculturación-, en definitiva, se trataría de no escapar al conflicto, puesto que éste es el que verdaderamente exige de nuestra atención reflexiva y crítica.
Miguel çngel Muñoz,
Origen de la
niebla,
Editorial Praxis,
México, 1998.
El mundo está lleno de imágenes banales. No sólo de malas imágenes, sino precisamente banales -como decía un amigo mío, Lutz Becker, quien durante varios años se ha dedicado a reconstruir la delicada trama de una película que funda su excepcionalidad en las imágenes, ¡Qué viva México!-, y digo muy en serio que no es poca cosa el cuidado que cualquiera de nosotros ponga en mejorar el elenco de las piezas en nuestros paisajes.
Tan ocurre tal banalidad que es frecuente que andemos por la vida como ciegos Asmodeos, no a tientas en nuestro vuelo raudo, sino incluso ajenos por completo al empobrecimiento visual del ambiente que nos rodea. ``¿Quién se tomó la paciencia/ de observar el Angel?'', pregunta Miguel Angel Muñoz en las ``Lucubraciones'' a las que lo disparó el Angel. ¿Quién se toma la molestia de escuchar?, pues la banalización no es sólo visual sino que incluye asimismo lo sonoro. Nadie, de hecho, parece haberse apercibido de que perdimos el oído y que el ronroneo de los motores de innumerables autos y camiones es preludio, suite y coda a la literal sinfonía HP que por descuido o negligencia dejamos que se plantara entre nosotros. Pero una vez apuntado lo anterior, me pregunto si creer que éste es un lamento cíclico y recurrente, renovado por cada generación, nos ha impedido apreciar el constante trabajo de lo banal; me pregunto si por saber que este es un desacuerdo central en el proceso creativo, apartamos la vista de los crímenes culturales a nuestro alrededor.
Traigo estas notas lúgubres a la mesa que nos ha puesto el Origen de la niebla de Miguel Angel Muñoz por varios motivos. El primero es el motivo incómodo: no sé qué diablos hago entre una ronda de buenos lectores de poesía a este conjunto de bocetos verbales de Muñoz. El siguiente motivo es la franca curiosidad de ensayar mi propia lectura en esta Casa del Poeta que en buena medida gracias a la insistencia de los poetas dejó de ser un irremediable muladar para recuperar la estatura que le confirió uno de sus inquilinos en las primeras décadas del siglo, Ramón López Velarde, quien aun cuando nos enseña a hablar con imágenes siempre se abstuvo de dibujar con las palabras del poema, como les consta a todos. Si he de ser franco en esta exposición de motivos, la cualidad más notable en el trabajo de Muñoz está en el ahínco de su confianza en las palabras para mejor apreciar lo que dicen las imágenes. Pero no cualquier tipo de imágenes, como se ve. Se trata de un reparto de imágenes armado por el gusto de Muñoz -se trata también de un conjunto de poemas desprendidos del gusto de los artistas, poemas que son obra de la enseñanza de sus colores y formas. ``Escucha su origen en el viento'', dice Muñoz en un ensayo de identificación y aprecio.
Tal vez una buena parte de todo lo anterior no sea sino obra de mi conocimiento imperfecto de Muñoz. O de la prisa. Eso puedo concederlo. Lo que de ningún modo estaría dispuesto a conceder es que hay azoro ingenuo en las miradas de Muñoz sobre los lienzos, en sus apresurados tratos con la palabra, en su desesperación -tal vez, por cierto, la desesperación más creativa que yo conozco. En el Origen de la niebla un escritor ha doblado la apuesta, no sólo a favor de lo que ve el oído o de lo que escuchamos cuando abrimos bien los párpados, sino a favor de un entorno si bien no libre, al menos sí no tan banal como el que duele conocer, a la altura de las grandes esperanzas que en secreto abriga el buen escéptico que es este poeta,Êaquí rodeado por la luminosidad de la niebla.
Antología
La palabra en juego. Antología del nuevo cuento mexicano, Selección, introducción y notas de Lauro Zavala, cuentos de Juan Villoro, Martha Cerda, José Agustín, René Avilés, entre otros. ``Centenario de Maximiliano Ruiz Castañeda''. Universidad Autónoma del Estado de México, México, 1998, 167 pp.
Crónicas
Acerca de la pérdida del Titanic, Joseph Conrad, traducción y prólogo de Pablo Soler Frost, Col. El Pensil, Libros del Umbral, México, 1998, 77 pp.
òltimo tango en Buenos Aires, Diego. Poetas, púgiles, futbolista, mitos, Antonio Marimón, Editorial Cal y Arena, México, 1999, 259 pp.
Ensayo (biográfico)
La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro, James Woodall, Gedisa Editorial, Barcelona, España, 1998, 400 pp.
Ensayo (político)
La guerra que vivimos. Aproximaciones a la rebelión de la dignidad, Guillermo Michel, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 1998, 175 pp.
PRD: La élite en crisis. Problemas organizativos, indeterminación ideológica y deficiencias programáticas. Marco Aurelio Sánchez, Plaza y Valdés Editores, México, 1999, 245 pp.
Narrativa
La fábula de las regiones, Alejandro Rossi, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1998, 122 pp.
La vorágine, José Eustasio Rivera, Estudio preliminar de Fernando Rosenberg, col. Biblioteca Clásica y Contemporánea, Losada/Océano, México, 1998, 327 pp.
Lesbia se va de casa y otras historias que también desaparecen. Víctor Ronquillo, Serie El Volador, Ed. Joaquín Mortiz, México, 1998, 118 pp.
Poesía
Cantos del tchandala, Juan Carvajal, Cuadernos de la Salamandra, Ediciones Sin Nombre/Juan Pablos Editor, México, 1999, 100 pp.
Patria Soberana. Nueva ficción, Antonio Ramos Rosa, presentación y traducción de Miguel çngel Flores, edición bilingüe. Ediciones Sin Nombre/Juan Pablos Editor, México, 1999, 66 pp.
Viajes del cautivo, Pedro López Adorno, col. Literatura Menor, Graffiti, Editora del Gobierno del Estado de Veracruz-Llave, México, 1998, 93 pp.
Voz que en llamas, José Domingo Ortiz, Gobierno del Estado de Coahuila, México, 1998, 99 pp.
CG-T