La Jornada lunes 22 de marzo de 1999

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Rodolfo Echeverría y José Luis Soberanes están condenados a perder frente a José Antonio González Fernández y Dulce María Sauri, porque la instancia a la que se someterán como candidatos, que es el Consejo Político Nacional, es un órgano totalmente antidemocrático, simulador y manipulable, creado y conformado expresamente para convalidar las instrucciones emitidas por el presidente de la República y operadas por el presidente en turno del comité nacional priísta.

 

Sin embargo, el camino de la inevitable derrota formal a la que se encamina la planilla impulsada por renovadores, galileos, críticos y reflexivos, puede ser justamente el inicio de una verdadera escisión liberadora para una amplia franja de priístas que ya no encuentran expectativas en su partido, y que se mantienen en él porque no tienen alternativas prácticas de acomodo en otro, concretamente en el de la Revolución Democrática, cuya vida interna dominada por facciones, dogmatismos y caudillos, asusta a priístas deseosos de emigrar hacia el sol azteca, pero que sólo lo harían como una corriente fuerte que les permitiese seguir haciendo política en condiciones decorosas y no de sumisión.

 

Así pues, el encontronazo del próximo 30 de marzo, cuando el Consejo Político Nacional convalidará la planilla presidencial frente a la históricamente opositora (nunca antes se habían confrontado planillas para elegir líder priísta: siempre había sido la designación vertical, aplastante, inequívoca), podría ser la fecha en la que se marque la segunda gran división priísta (la primera fue la encabezada por Cárdenas y Muñoz Ledo).

 

En esta hipótesis, conviene tomar en cuenta que, a diferencia de la primera gran escisión (en la que la emotividad tuvo que dar paso a la construcción política, hasta llegar a un plano de poder, con gobernadores, senadores y diputados federales), esta segunda división priísta podría ser la que en definitiva sacase al PRI ya no sólo de palacios estatales de gobierno, o de San Lázaro, sino del mismísimo Palacio Nacional, o de Los Pinos, que es el espacio físico exacto en el que la tecnocracia ha ejercido el poder.

 

Cuestión de apellidos y de

vinculaciones políticas

 

Echeverría es un político que ha forjado su carrera no gracias a su apellido, sino por encima de él, evitando que su vinculación familiar con el ex presidente Luis le convirtiese en un beneficiario biológico sin mayores méritos propios.

 

Sin embargo, no es posible desvincular a los dos Echeverría del proceso priísta en curso, no tanto por la similitud heráldica sino por posturas políticas compartidas no sólo por Luis y Rodolfo, que son familiares, sino por muchos otros priístas que han sido maltratados por la tecnocracia que va para dos décadas en el poder. No fue accidental que el ex presidente Echeverría fuese la figura del pasado más aplaudida en el reciente acto de aniversario del PRI. No es ningún secreto que frente a los excesos neoliberales la única bandera que encuentran muchos priístas es la del nacionalismo revolucionario encarnado años atrás por el citado ex presidente que, por lo demás, no se ha negado, y menos en semanas recientes, a aparecer en público al lado de, por ejemplo, la señora Amalia Solórzano viuda de Cárdenas.

 

El colosismo desplazado

 

Pero tampoco pueden ignorarse los significados de que sea el senador sinaloense José Luis Soberanes el candidato a secretario general en la planilla que encabeza Rodolfo Echeverría.

 

Soberanes era pieza central del equipo de Luis Donaldo Colosio, en la que se concentraban una amistad a toda prueba, eficacia en tareas delicadas que le eran encomendadas, y un estilo personal que por su apertura y amabilidad podía contrastar con el de otros miembros del círculo íntimo de Colosio, a quienes el humor agrio o el mareo del poder les inhabilitaban para ser puentes de comunicación entre grupos políticos.

 

En tal condición, Soberanes fue en la campaña de Colosio un personaje en permanente conflicto con el coordinador oficial que era Ernesto Zedillo Ponce de León, a quien los auténticos colosistas consideraban una imposición salinista a la que se debía sobrellevar pero no obedecer ni atender.

 

Aislado, y a veces innecesariamente burlado, Zedillo sobrevivió con un equipo pequeño de leales, de entre los que destacaba Esteban Moctezuma Barragán, quien combinaba la relación de confianza y lealtad con ambas figuras, Colosio y Zedillo.

 

Muerto Colosio, las cosas cambiaron. Zedillo ascendió y algunos de los colosistas que se habían enfrentado al doctor sufrieron las consecuencias, Soberanes el primero. Desde entonces, el sinaloense ha sido enviado al desierto político. Logró ser senador, pero de allí no ha pasado.

 

El, que estaba llamado a ser personaje de primerísimo nivel en el periodo presidencial de Colosio (se decía que podría haber sido secretario de Gobernación), ha vivido años amargos, de desdén, de silencioso relegamiento presidencial.

 

Por ello es significativa su reaparición en un escenario importante como es la planilla priísta opositora. Soberanes simboliza el colosismo acallado, no perseguido pero sí implacablemente hecho a un lado. En el fondo, su figura sintetiza el reclamo de los colosistas que, conforme se apague la fuerza del actual mandatario, habrá de ser cruel contra quien como coordinador de campaña pasó a candidato sustituto.

 

Los consejos priístas, hechos para obedecer

 

Para poner punto final a esta reflexión sobre la planilla opositora, conviene reiterar que los consejos políticos priístas han sido históricamente instancias convalidadoras de las decisiones tomadas por los jefes políticos correspondientes, ya sean los gobernadores o el presidente de la República, según sean esos consejos de índole nacional o estatal.

 

En lo municipal, siendo tan agitada la vida política en tales niveles, es posible encontrar ciertas disidencias de los consejos respecto a los alcaldes, pero sin que la instancia superior permita que tales jaloneos internos desordenen la vida política estatal.

 

En lo nacional, pues, la estructura paritaria de los consejos garantiza al poder un pleno control de los resultados de una votación.

 

La mitad de los votos corresponde a los delegados acreditados por los sectores, es decir, los enviados por la CNOP, la CNC, la CTM, es decir delegados totalmente controlados. Con ellos se tiene la mitad de los votos posibles.

 

La otra mitad la conforman los representantes de la estructura llamada territorial (una es la sectorial; otra la territorial: en la primera se atiende a la ocupación, en la segunda al domicilio), y en ella participan los presidentes de comités directivos estatales, de organizaciones no sectoriales, y de personalidades emblemáticas del priísmo.

 

Con tal estructura, la instrucción superior tiene garantizada siempre una mayoría. Así es que González Fernández y Sauri Riancho tienen, de esta manera, amarrado el triunfo electoral, que no el político ni el histórico.

 

El zapatismo civil ganó corazones

 

La terrible falta de oficio político que caracteriza a los hombres que actualmente ejercen el poder en México les impidió valorar a plenitud el impacto que podría tener la movilización zapatista que se desarrolló a lo largo del país durante la semana recién pasada.

 

Voces del primer nivel del poder público aseguraban que los mexicanos estarían ya cansados de tanto espectáculo zapatista, y que la redacción de las preguntas con las que se haría la famosa consulta dominical generaría de por sí el rechazo de los ciudadanos, quienes se sentirían agraviados con ese presunto insulto a la inteligencia que sería un cuestionario amañado y previsible.

 

De cualquier manera, los operadores del sistema tomaron algunas provisiones casi de rutina: cerrar espacios periodísticos, inducir calumnias e infamias y descalificar con aplicación la citada consulta.

 

No contaron tales estrategas oficialistas con un punto para el cual no tuvieron antídoto: los zapatistas se ganaron a mucha gente para su causa a partir de su sencillez, y a veces el candor, con su hablar con el corazón de la mano, con su azoro ante la otra selva, la de asfalto, con sus razonamientos claros y limpios, sin rebuscamientos ni engaño, frente a quienes quisieron exhibirlos como ignorantes o manipulados.

 

Así, ayer, resultados aparte, números aparte, los zapatistas tuvieron como saldo inmejorable el haber llegado a muchísimos más corazones y, de esa manera, sembrar por todo México el espíritu civil del zapatismo.

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